(Soliloquio político-cultural y la angustia de un docente)

Bibliotecas, virtuales y biológicas

Martes, 14/12/2021 10:58 AM

En estos tiempos de incertidumbre generalizada, la respuesta venezolana a ello, es de cualquier naturaleza: el ejercicio político-partidista impregna todo y nos crea la sensación de que estamos en una trampa más compleja que el recinto que alojara al Minotauro; cosa que nos recuerda que tal engendro fue la consecuencia de la extraña relación entre la esposa del rey Minos y un toro, pagando los platos rotos los vecinos de la comarca como suele suceder por las malas andanzas de los usufructuarios del poder. Pues, aquí se nos presenta también una extraña relación psicológico-social en amplios sectores que habitamos estos predios, y, que presenta una característica aterradora: la "normalización de lo anormal".

Estamos distraídos en el escarceo político interno, la Hacienda Pública pareciera ser el objetivo fundamental a conquistar: el Potosí venezolano, y dentro de ella la muy poderosa "Nómina", es como el Totem del Poder, y los medios para lograrlo no admiten posiciones y trabas éticas, esto del cuidado de la Res Pública, como visión Suprema de Estado pertenece al pasado Bolivariano, y El Libertador falleció en un diciembre como este, en 1830.

Cualquier venezolano por muy desinformado que esté, sabe que esta es una nación con mucha potencialidad en todos los órdenes, verdadera Tierra de Gracia, atractiva para toda la codicia de propios y extraños; sobre ello abundante literatura histórica existe gracias a la reflexión por décadas de numerosos venezolanos de diferentes posiciones políticas e ideológicas.

Los que fungen de líderes en esta hora dramática venezolana y de crisis económico-político-sanitaria mundial; saben muy bien de la incansable tarea de los tradicionales zopilotes, buitres y alacranes exógenos y criollos, por debilitarnos, socavándonos la espiritualidad, quitarnos la emoción de lo nacional, convertirnos en simples habitantes de un territorio, en vez de ciudadanos de una República, haciendo añicos su legado histórico. No hay inocencia del liderazgo vario pinto en esta menguada hora venezolana del siglo XXI.

Estando en mi soliloquio, recibo una llamada de un amigo y profesor del INCES, del Oriente venezolano, quién me comunica sus angustias como instructor en oficios técnicos ante el avance de altas tecnologías que sorprenden al mundo del conocimiento, y consciente de nuestras precariedades institucionales, advierte que corremos el riesgo de seguir apuntalando el atraso tecnológico; aquello que en un momento de la historia latinoamericana algunos teóricos conceptualizaron como subdesarrollo, en comparación con otros países.

¡Cuánta verdad!, me expuso el profesor en la intermitente conexión telefónica… y le recordé que en la conquista hispánica en el caso de México y Perú, Cortez y Pizarro, cada uno de ellos dirigían algunos centenares de hombres, con determinados conocimientos y uso de instrumentos tecnológicos: arcabuces, espadas, armaduras, yelmo, morriones, perros y caballos, y otros sutiles y poderosos para el logro de la sumisión y el conformismo terreno y ultraterreno y la psicología para la división social: la religión católica y la intriga política. Decía un intelectual latinoamericano, que un factor que hay que considerar también en el triunfo de tan pocos hombres europeos sobre miles de pobladores originarios estructuralmente organizados, podría fundamentarse en el "asombro", que les producía la presencia de aquellos seres dotados con una parafernalia que más bien parecían dioses.

Nuestros ancestros originarios, portadores de una inmenso conocimiento y sabiduría en el marco de su desarrollo social y características culturales de su tiempo, con ciudades más pobladas que las europeas, e incluso con dominio sobre otros grupos étnicos; no conocían del hierro, nada de espadas, ni la rueda, ni de perros y caballos para la guerra, y menos esos atronadores arcabuces que despedían fuego y los mataban.

El profesor me seguía contando, ---Entre los alumnos que tengo hay jóvenes que por vez primera reciben formación técnica, otros son autodidactas trabajadores de talleres e incluso profesionales egresados de nuestras universidades, que por algunas circunstancias y necesidades acuden al INCES, lo que de por sí, esta heterogeneidad formativa plantea una complejidad en la comunicación y la relación enseñanza-aprendizaje, pero este es un asunto grueso que atañe a la filosofía educativa venezolana resolver, si es que realmente queremos formar técnicos con ciertas bases consistentes ante un mundo tecnológico cada vez más exigente.

---A ello hay que añadir---continuaba el profesor---la precariedad instrumental de la institución, lo que nos lleva a usar el equipo personal, cuyo traslado en transporte público es una dificultad además de un riesgo, por lo que hemos tenido que implementar: "talleres medievales" en nuestras propias casas; esta crítica e irregular situación forma parte de la "normalización de lo anormal"; ciertamente hay una pandemia y se han tomado medidas de protección, entre ellas las clases virtuales, complicado asunto, puesto que no todos los estudiantes poseen teléfonos inteligentes y en el caso del propio profesor generador y articulador virtual, la renta de su internet es superior al salario que devenga.

Sin embargo allí andamos y tratamos de adecuarnos a esta nueva experiencia de "aula casera", que no deja de tener un efecto interesante, pues esta relación de mucha cercanía y confianza Maestro-Aprendiz, produce elementos para la reflexión, púes la práctica técnica y conversacional, nos lleva a entender en la realidad que nuestro "cerebro es una biblioteca", que ciertamente poco visitamos, y que, con este grupo de bibliotecas sinergizantes reunidas, universalizamos el conocimiento, por ello lo llamamos "Talleres medievales en transición al Renacimiento".

Cuanta verdad, en este planteamiento, que para algunos resultará un axioma hasta una perogrullada, y pensar que hace 25 siglos lo planteó el ateniense Sócrates en lo que se llamó la Mayéutica.

Esta conversación "filosófico-político-técnica", nos lleva a pensar sobre algunas bibliotecas y su papel en la historia humana, como es el caso de Alejandría, hija de la expansión helenística tocándole, según se cuenta al Diadoco, Ptolomeo I, su fundación. Este repositorio documental y objetual en el antiguo Egipto, permaneció siglos atendiendo a los curiosos del conocimiento hasta arder en llamas en sus guerras con Roma al término de la dinastía Ptolemaica.

Afortunadamente existen las Bibliotecas unas de alto vuelo como del Congreso de Washington, ubicada en el corazón del imperio y al parecer muy bien atendida, y seguramente bien protegida, puesto que los imperios no queman sus propias bibliotecas. Sin embargo estas instituciones no pueden encajonarse como simple recinto de libros, porque no lo fue así en el mundo antiguo, ni lo es hoy, siempre han sido una reunión del talento humano, visiones y testimonios que presentan el pasado y la vida en el más amplio espectro, abriendo todas las rutas al conocimiento; a ello se agrega lo virtual que se impone con mucha fuerza en este mundo cibernético. ¿Y a propósito de ello, no podemos dejar de preguntarnos sobre la situación de las Bibliotecas venezolanas?. Igualmente hay que considerar a los Museos que, por su naturaleza son verdaderos Centros de la Cultura, casa de autores diversos, de grandes libros abiertos si se les quiere ver así, espacios de lectura visual en libertad interpretativa, manejo espacial museográfico creador de atmósferas amables, visiones estéticas múltiples, en fin la concepción museológica del hecho cultural en su multi-dimensionalidad; igual ocurre con los parques y su riqueza botánica o zoológica. Cualquier pueblo es un libro de muchas páginas. La UNESCO, ha tenido la feliz iniciativa de posibilitar a través de internet el acceso a la Biblioteca Digital Mundial, con joyas culturales de las más importantes bibliotecas del Planeta.

Sí los venezolanos, queremos empinarnos, en este tiempo histórico, tenemos que exigirnos elevar nuestra posesión de la Nación en lo CULTURAL, disminuir la codicia por el tótem de la Hacienda Pública. En el siglo XIX, lo dijo muy claro don Simón Rodríguez, una República, se construye con Republicanos, y en mi soliloquio he pensado, que la República de hoy y futura no se hará con nóminas crecientes de militantes políticos para sostener estructuras políticas confusas, enclenques y de bajo vuelo. La clave estaría en buscar ayuda en esa biblioteca biológica personal, de la que me hablaba el profesor y junto a muchas otras que andan por allí que constituyen la venezolanidad, lograr establecer ritmos sensatos que eleven nuestra conciencia de la existencia real de esta Tierra de Gracia y hacerla pertenencia espiritual, intelectual, conceptual, cultural, dicho de otra manera: HACER PATRIA DE VERDAD.

LA REVOLUCION ES CULTURAL.

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