(1200-1328)

De San Luis a los reyes malditos

Martes, 21/06/2022 12:49 PM

"Los genes atormentados de Alfonso VIII el de las Navas y de su bella mujer Leonor de Inglaterra, no sólo brillarían con siniestra luz en Castilla y en Portugal, sino también en Francia: Blanca de Castilla, hija segunda del melancólico matrimonio, casaría con el delfín de Francia, el futuro Luis VIII. Con ella y su descendencia se acabaría en la monarquía francesa la salud y alegría que había caracterizado a todos sus reyes".

Blanca de Castilla y los reyes de Francia (1183-1253):

No hay figura más contradictoria que la madre de San Luis. Mientras algunos historiadores, como Marcel Brión, la consideran como un dechado de virtudes y de abnegación, otros la tienen como dura, ambiciosa y cruel. Tanto en lo físico como en lo moral, era el vivo retrato de su padre Alfonso VIII; tenía su mismo prognatismo, su rígido concepto del deber y su amor extraordinario a la virtud. Era casta por temperamento y al decir de Brión, excesivamente mojigata. En la defensa de los derechos de sus hijos fue valiente y hasta feroz, lo que le mereció el epíteto de la Loba. Fanática en materia religiosa, reprimió con saña inclemente la rebelión de los albigenses.

Había casado con Luis VIII de Francia (1223-1236):

Cuando éste era apenas un adolescente y gobernaba Francia su padre el gran Felipe Augusto (1180-1223). Felipe Augusto, como todos sus antecesores franceses, con excepción hecha del infeliz de Luis VII, fue un rey de brillante inteligencia, extraordinaria energía y sobre todo, de una gran alegría de vivir; como su abuelo Luis el Gordo (1108-1137) y su bisabuelo Felipe I (1060-1108), erra un formidable goloso y un excelente bebedor; como su tatarabuelo Henrique I (1031-1060), nieto de Hugo Capeto, fue un gran organizador, un hábil diplomático y un exitoso guerrero; fue también mujeriego y ameno conservador. Amados y respetados son los reyes de Francia por su bondad, magninimidad y preocupación por sus súbditos.

Las últimas palabras de Felipe Augusto fueron para recomendar a sus sucesores velar por la felicidad del pueblo de Francia. Era de condición amable con la gente modesta, generoso, sensible, enamorada de la justicia y amigo de las bromas. Algunas de sus mixtificaciones se han hecho célebres. Rivalizaba en ingenio y espíritu cómico con sus bufones, se entregaba con gusto a bromas de estudiantes sin cuidarse de disgustar o de escandalizar. En su juventud desesperó a sus maestros por no querer aprender nada y por su aspecto desaliñado, lo que le mereció el apodo de "Feomal peinado". Con sus hijos era extraordinariamente tierno, abatiéndose fácilmente cuando éstos enfermaban. Cuán distinta le ha debido parecer a la rígida y taciturna Blanca de Castilla, acostumbrada a la gravedad de Castilla, esta alegre corte francesa. A pesar de todo, Blanca llegó a querer extraordinariamente a Felipe Augusto, lo mismo que a su esposo, Luis VIII de Francia. Pocas veces en la historia se llegan a observar parejas tan felices, como lo fueron Blanca de Castilla y Luis VIII. "Jamás nube alguna vino a enturbiar la felicidad de los delfines", dice Brión, el entusiasta biógrafo de Blanca. Luis fue un príncipe perfecto, que prometía ser un gran rey. Reinó sin embargo pocos años, dejando cuatro hijos menores y una viuda por regente (1223-1236).

San Luis (1200-1270):

Al alcanzar la mayoría de edad sube al trono de Francia Luis IX, más conocido como San Luis, por los fieles. Nada recuerda en San Luis la bienohomía, ni la alegría, ni el realismo de sus antecesores, los reyes de Francia. Si aquellos son enamoradizos y livianos, él es como su madre, de un rígido ascetismo. Ni una sola mujer contará en su vida, con excepción de su esposa Margarita de Provenza (hija de Ramón Berenguer V). Su castidad será casi una obsesión —señala Bordeaux. Castigaba severamente a los que podían ser acusados de fornificación y adulterio. Si los reyes de Francia habían sido tolerantes en materia religiosa, San Luis es de una rigidez fanática. Con sus propias manos empujaba a los herejes a las llamas. Se arrodillaba cincuenta veces por cada Ave María que decía. Su abstracción en la oración lo llevaba hasta el éxtasis y se hacía flagelar por su confesor hasta que le dejaba las espaldas sangrantes.

En lo político y administrativo fue un desastre. A semejanza de su abuelo Alfonso VIII de Castilla, le gustaba fantasear sobre quiméricas y místicas conquistas hasta que se encontró con la muerte frente a Túnez (1270). San Luis sufría de crisis catalépticas. En una de ellas —anota Joinville— estaba tan extremoso que se le dió por muerto: refería que, en esa ocasión, oía los comentarios de la gente, pero estaba paralizado y no podía hablar.

San Luis, como muchos de sus descendientes, exhibe la modalidad temperamental esquizotímica y a veces hasta esquizoide.

San Luis tuvo doce hijos en su mujer Margarita de Provenza. De ellos tienen interés para este estudio Felipe, el segundo, que reinaría con el nombre de Felipe III; Inés, que casaría con el duque de Borgoña y Roberto de Clermont, quien sucumbiría a la locura. Era esta una locura frenética pero intermitente, con largos períodos de calma durante los cuales se mostraba útil y eficaz. Sus crisis eran impredecibles. De pronto se lanzaba contra sus familiares, espada en mano, por quienes sentía de repente un odio asesino. "Era un espectáculo muy penoso —apunta Druon— ver a un señor tan noble de sangre y de tan hermosa presencia —pues a los sesenta y dos años conservaba su aspecto majestuoso— romper los muebles, rasgar los tapices y perseguir a las mujeres de la servidumbre, creyendo que eran sus adversarios de torneo". Sufría de esta enfermedad desde los veinticuatro años.

¿Qué clase de psicosis padecía el hijo de San Luis? Por el tipo de crisis y la no demenciación del paciente en más de cuarenta años de evolución, nos inclinamos a pensar en una psicosis epiléptica. El gen epiléptico pareced insinuarse en más de un miembro de la familia de San Luis. Acabamos de ver como el rey Santo padecía de estados cataléptico, muy sospechosos del referido mal. Su hermano Carlos de Anjou, como el tío abuelo de ambos, Juan sin Tierra, padecía de accesos de furor muy frecuentemente observados en las personalidades epilépticas.

Luis el tormentoso biznieto de San Luis, expresa muchos rasgos epileptoides.

Veamos pues, a la personalidad del otro hijo de San Luis: Felipe III y lo que fue de sus descendientes.

Felipe III el Atrevido (1270-1285):

Es difícil ser hijo de santo. Fue piadoso, valiente y buen caballero, el hijo de San Luis, más la sombra de su padre lo paralizó haciendo de él un soberano débil. Era muy influenciable, especialmente por su tío Carlos de Anjou, quien lo lanzó a empresas ruinosas. El nuevo rey era de condición bondadosa en el mejor sentido de la palabra, pero no tenía nada de la envergadura paterna. Su hermano mayor, muerto a los dieciséis años, ofrecía otras promesas. Era de esos espíritus perseverantes que, bien dirigidos, hacen maravillas, pero no pueden ser dejados, sin riesgo, a su propia iniciativa.

De su matrimonio con Isabel de Aragón, hija del Conquistador, nacen Felipe IV el Hermoso y Carlos de Valois.

Felipe IV el Hermoso (1285-1314):

Este rey —como dice Gaxotte— es un enigma; mientras algunos lo pintan con los más bellos colores, otros lo acusan de los peores crímenes.

Es un ser misterioso y contradictorio; de los que usan cilicio y desafían al Papa.

Felipe el Hermoso se distingue de todos sus antepasados por su arbitrariedad exente de toda clase de miramientos. No se preocupaba en lo más mínimo de la hostilidad que sus actos pudieran despertar, tanto en la política interior, como en la internacional. Felipe el Hermoso encarnó en Francia, por primera vez, la imagen del poder absoluto.

—El Dante manifestó por él y por su hermano Carlos de Valois una profunda aversión.

Sin mayores consideraciones confisca los bienes de los judíos, de los lombardos y de los templarios. A cincuenta y cuatro de estos últimos condenó injustamente a la hoguera, lo cual levantó general protesta en Europa. El gran maestro de la orden Jean Molay fue quemado vivo. Se cuenta que Molay, sobre la pira, conminó al rey a comparecer antes de un año ante el tribunal de Dios. Era el 11 de marzo de 1314 y Felipe IV murió antes de terminar el año.

Al morir —escribe Maurois— era un rey muy odiado. Sus métodos eran inicuos.

Fue llamado el Rey de Hierro por lo rígido e inquebrantable de sus procedimientos. Era un rey de legendaria belleza, que gobernó a Francia como señor absoluto. Bajo su reinado Francia fue grande y los franceses desdichados.

"Soberano altanero, tenaz, inteligente y reservado, el rey habla de tal modo dominado a su tiempo, que a su muerte se tuvo la sensación de que el corazón del reino había dejado de latir.

Era un hombre de elevada estatura y de ojos inmensos e inmóviles. Nunca parpadeaba y esto confería a su mirada una expresión extraña que amedrentaba a todo el mundo.

Tenía figura de atleta —escribe Druon—; sus cabellos rubios, más bien rojos, sedosos, enmarcaban un rostro regular, impasible, de una rara belleza se rasgos; pero fríos como un cuerpo sin vida, De esta forma lo describía Bernardo der Saisset, un contemporáneo suyo: "Puede que su belleza no tenga igual en el mundo. Sólo saber mirar a las gentes en silencio. No es un hombre, ni una bestia, es una estatua. Nada lo doblegará, es un rey de Hierro.

Era púdico por naturaleza. El gran amor de su vida fue Juana de Navarra, su esposa. Jamás deseó a otra mujer, jamás miró a otras, jamás las miraría. Después de la muerte de aquélla, se mantuvo casto hasta su muerte, acaecida nueve años más tarde, cuando el rey apenas tenía cuarenta y seis años. Murió de un derrame cerebral durante un eclipse de sol (1314).

En Felipe IV se observa más claramente que en su abuelo San Luis, la acentuación esquizoide del tempeamento.

Los hijos de Felipe el Hermoso tuvo en su prima y mujer, Juana de Navarra, cuatro hijos en quienes parecen juntarse al mismo tiempo la fatalidad del destino y la infamia personal.

Luis X el Tormentoso (1314-1316).

A la muerte de Felipe IV lo sucedió en el trono de primogénito de sus cuatro hijos, el que sería conocido con el nombre de Luis Tormentoso, por su carácter pendenciero, explosivo e intrigante.

Triste fama precedía al nuevo rey. Su prima y mujer, Margarita de Borgoña, había sido sorprendida el año antes en una orgía, junto con sus cuñadas, en la torre de Nesle. Por orden de Felipe IV vivía confinada en una fortaleza.

Luis X descargó su ira en los pobres servidores de Margarita. Ocho cadáveres mutilados aparecieron a los pocos días en las orillas del Sena.

Marcel Druon nos escribe de esta manera al sucesor del rey de Hierro: "Tenía la mirada gacha, los pies lerdos y el pecho hundido".

Tenía un color cetrino, la mirada huidiza y los cabellos desvaídos. Sufría de un tic nervioso que le hacía toser continuamente. Su palabra era arrebatada y tartajeante y montaba en cólera fácilmente. Subió al trono cuando tenía veintiocho años, pero mentalmente no pasaba de los diecisiete. Hizo asesinar a su primera esposa, Margarita de Borgoña y contrajo matrimonio con otra prima suya, Clemencia de Hungría.

Dos años reinó el Tormentoso; fue envenenado al parecer por una prima suya, Mahout de Artois, la cual parece también que envenenó al hijo póstumo de Luis X en su joven y hermosa mujer Clemencia de Hungría.

Luis X el Tormentoso se aproxima bastante al temperamento llamado por algunos clínicos epileptoides o glisceroides.

A la muerte de Luis X, lo sucedió su hermano Felipe V, quien fue la única excepción honrosa de los cuatro hijos del Rey de Hierro. Murió, sin embargo, sin hijos varones.

Lo sucedió su hermano Carlos, quien reinaría con el nombre de Carlos IV. Fue un débil mental superior. "Niño retrasado a quien su madre llamaba el ganso, marido engañado, padre desgraciado, príncipe débil, no había sido más que la encarnación fugitiva de la autoridad real". Murió sin descendencia masculina a los treinta y tres años. La corona pasó por esta razón a las sienes de su primo hermano Felipe de Valois dando comienzo a la dinastía del mismo nombre.

El hermano de San Luis y su trágica descendencia:

Carlos de Anjou, hermano de San Luis, fue un ser execrable la luz de cualquier criterio o época; los historiadores más disímiles no vacilan en condenarle como uno de los hombres más sanguinarios del medioevo. Como lo demuestra en Nápoles.

"Las tiranías, violencias, las depredaciones, los crímenes y demasías de todo género que señalaron el gobierno de Carlos de Anjou —escribe La fuente— y que todos los historiadores pintan con colores igualmente horribles y sombríos, le hicieron odioso a las poblaciones de Sicilia.

"No es posible —continúa el mismo autor—pintar los crueles suplicios que Carlos de Anjou hizo sufrir a los vencidos. A unos daba tormentos de hierro y de fuego, ahorcaba a otros, a otros ahogaba y a otros sacaba los ojos y los mutilaba; y las poblaciones eran saqueadas, incendiadas y demolidas. Horroriza leer en los escritos italianos y franceses —continúa el mismo Lafuente— las atroces tropelías y barbaridades que Carlos continúo ejerciendo en Nápoles y en Sicilia. Fue esta opresión lo que produjo la espantosa insurrección popular conocida con el nombre de "Las vísperas sicilianas", donde perecieron, por obra de los indignados isleños, más de veinticinco mil franceses.

Carlos de Anjou, solía caer en accesos de furor; en una ocasión fue tal su rabia, que le cayó a mordiscos al bastón de mando delante de todo el mundo. Pasó los últimos años de su vida "sufriendo padecimiento del cuerpo y del espíritu, que al fin le produjeron la muerte.

Los descendientes de Carlos de Anjou:

De su matrimonio con Beatriz de Provenza (hermana de Margarita, la mujer de San Luis, nació Carlos II de Anjou, El Cojo, tan cruento y pérfido como su padre; casó con María de Hungría. Su hijo Caroberto de Hungría daría brillo a los anales del crimen. En una ocasión hizo asesinar a los familiares de un conde húngaro, hasta el séptimo grado de parentesco.

Una hija de Caroberto, Clemencia de Hungría, casada en segundas nupcias con Luis X de Francia se volvió loca. Otro tanto le aconteció a su nieto Guillermo el Insensato de Holanda. La pérfida reina de Nápoles: Juana la Infame era nieta de Carlos II de Anjou.

La huella de Carlos de Anjou en Aragón:

Después de nueve generaciones de reyes y de hombres ejemplares. Con brusco cambio sufre la dinastía aragonesa: cuando la princesa Blanca de Anjou, nieta de Carlos de Anjou, casa con Jaime el Justiciero.

El príncipe Jaime:

Homosexual es el primogénito de Don Jaime y de la princesa angevina: "Sorprendido se quedó el rey —escribe Lafuente— cuando oyó a su hijo decirle que quería corona para dedicarse a la religión… añadiendo que no lo hacía por devoción ni por piedad, sino por otros motivos que para ello tenía. Al fin en las cortes de Tarragona hizo renuncia de sus derechos en manos de su hermano Alfonso (quien serías llamado el Benigno) y tomó el hábito del hospital de San Juan de Jerusalén (1319), en cuya profesión justificó demasiado que no eran motivos religiosos los que le habían impulsado a vestirle, pues le manchó con inmundos desórdenes, hasta el fin de sus días, dejando al reino la satisfacción de verse libre de quien de la misma manera hubiera mancillado la corona.

Alfonso El Magnánimo (1328-1336:

Por renuncia de su hermano Jaime, Alfonso fue heredero de la corona de Aragón desde 1321. En 1328, fue coronado por la muerte de su padre. Murió en 1336. Por la bondad y amor que profesó a súbditos fue apellidado El Benigno. En su juventud dio muestras de energías y valor, pero desde que ciñó la corona y se casó por segunda vez con Leonor de Castilla (hija de Fernando el Emplazado), cayó totalmente bajo su dependencia, dando muestras de debilidad y de extraordinaria abulía.

Pedro El Ceremonioso (1335-1387):

Lo sucedió su hijo Pedro IV, de Aragón, llamado el Ceremonioso y también el Cruel. "Fue este rey —escribe Jerónimo de Zurita— de naturaleza tan perversa e inclinada al mal, que en ninguna cosa se señaló tanto, ni puso mayor fureza como en perseguir su propia sangre".

Comenzó su reinado persiguiendo a su madrastra, Doña Leonor de Castilla, y a los hijos habidos en ella por su padre. "Acabó su vida —dice Zurita— persiguiendo y procurando la muerte de su propio hijo que era el primogénito". Asesino a su hermano, Jaime de Urgel y envenenó a su cuñado el rey de Mallorca.

Su carácter vesánico le mereció el nombre de El Cruel, que adornará a sus primos y coetáneos el de Portugal y el de Castilla. Un ejemplo de su perfidia la revela el mismo rey en sus memorias cuando habla de cómo sofocó la llamada sublevación de los unionistas: Hizo derretir la campana con que llamaban a rebelión los insurrectos y derramó su contenido en las fauces de sus enemigos. "No lo creyéramos —dice sorprendido Modesto Lafuente— si no lo hubiésemos visto en la Crónica del Rey Don Pedro IV, escrita por él mismo".

Pedro IV tiene todas las caracteriscas del paranoide sanguinario; es cruel, receloso, alevoso y astuto. Es hipócrita y calumniador. Lleno de rencor y carente de piedad. Ambicioso, hiperactivo, valeroso y sin escrúpulos.

Era también un obsesivo, como ya lo revela su mismo apodo de El Ceremonioso. "En un grueso reglamento, prescribía en sus más mínimos detalles los deberes de todos los oficios, desde el más alto hasta el más humilde, desde el mayordomo general hasta el aguador que surtía la cocina, desde el canciller al sastre… y así en los servicios ordinarios como en las fiestas y homenajes… con tal minuciosidad —señala Lafuente— que en parte no nos extrañamos que se le aplicara y le quedara el título de Don Pedro El Ceremonioso".

Los Herederos del Ceremonioso:

Al final de su vida, Pedro IV cayó en total sumisión de su última y pérfida mujer Sibila de Forcia.

Murió a los setenta años. De su segunda mujer, Leonor de Sicilia (hija de su tío Don Fadrique) tuvo dos hijos que le sucedieron en el trono: Juan, llamado el Cazador, príncipe decadente, afeminado y cruel, murió a consecuencia de la caída de un caballo, y Martín, el Humano, buen rey de excelentes cualidades personales, que se vió aquejado en los últimos años de su vida por una impotencia coeundi y por una extraña angustia. Murió sin dejar sucesión al trono. A su muerte subiría al trono de Aragón, su sobrino Fernando I, hijo de Doña Leonor, su hermana, y el rey de Castilla, Juan I. Fernando será abuelo de Fernando el Católico y padre de Juan II de Aragón.

Marcel Druon.

Henry Bordeaux.

Pierre Gaxotte.

André Maurois.

Modesto Lafuente.

Jerónimo de Zurita.

(Otros).

¡La Lucha sigue!

Nota leída aproximadamente 2089 veces.

Las noticias más leídas: