El mundo, siempre se dijo, cambia constantemente. Sólo que, en nuestro espacio y tiempo, hace unos 60 años eso era, en buena medida, no fácil, advertirlo. Ahora es lo contrario; uno, de un día a otro, dicho así para no pecar de exagerado, por la avanzada la tecnología, se pueden ver los cambios casi bruscos, incesantes. Pero pese eso, hay cosas como detenidas en el tiempo o cual si estuviésemos encerrados en un cuarto hermético e incomunicados. De esto trata este asunto.
En Venezuela, unos a otros se acusan de irrespetar las leyes, ser autoritarios y hasta injustamente "selectivos", como se suele decir, de cualquier parte salta la liebre. Es decir, uno encuentra muestras de todo eso en todas partes. Y es así, porque somos la sociedad que somos, donde todos los vicios y defectos tienen su asiento.
Dos o tres días atrás, leí varios tuiters o un "hilo" de ellos, donde un joven se quejaba que, queriendo ser profesor universitario, entró en el concurso auspiciado por una universidad distinta a la suya o mejor a la donde se graduó, pero fue rechazado, ni siquiera le recibieron eso que llaman el "expediente curricular", porque los organizadores del proceso, sin que eso apareciese escrito en parte alguna, tenían ya sus preferencias o determinación por ciertas universidades, por lo que se puede hablar, por culpa de ellos, de un concurso viciado o sucio, fundamentado no en el "currículo" todo, sino en una simple, minúscula, prejuiciada parte de la verdad, proceder que muy mal habla de esa universidad y su dirigencia.
El reclamo insistente de aquel joven, me llevó a mucho tiempo atrás. Pero conste, como ya dije, lo que diré fue en el pasado y "mucho tiempo atrás". De donde uno piensa que, por mucho que pasan los años y todo lo que acontece, empezando en el sector educativo y particularmente en el universitario, los viejos vicios, prejuicios, supuestos sin fundamento, persisten. Y algo más, quienes invierten gran parte de su tiempo mirando la paja en ojo ajeno, como los errores del gobierno o del contrario, no hacen nada por corregir los suyos o no miran la viga que guinda de su propio ojo.
Voy a hablar de dos historias viejas, ya olvidadas, que tienen que ver con esto y revelan que, en abundancia, el pasado, de vez en cuando, se nos viene encima o sigue instalado en mucho y muchos. La "verdad" parece ser una cosa molesta que, pese títulos y méritos que mucha gente tenga, en esta nunca prevalece.
La primera de esas historias tiene que ver con Simón Sáez Mérida, "el cabezón", nuestro inolvidable compañero y amigo. Él, un buen día, se inscribió en un concurso para optar por una cátedra en la Escuela de Letras – no recuerdo exactamente si así se llamaba – de la UCV. Le recibieron sus credenciales, se las aceptaron y hasta participó en eso que solíamos llamar el "examen de conocimientos", una de las fases del concurso. Como todos esperábamos, por razones largas pero también innecesarias de detallar, el veredicto del jurado favoreció a nuestro compañero. Hasta lo celebramos, cada quien en su espacio y con lo que pudo y como pudo.
Días después, uno pudiera decir, "para sorpresa nuestra", pero no fue en verdad así, pues eso debimos esperar, las "autoridades" de la Escuela declararon el concurso "desierto", palabra como mal usada, pues el desierto denota soledad y tanto silencio que los gemidos del viento se escuchan como truenos.
Según las "autoridades", esta palabra es como demasiado rígida y hasta denota impecabilidad, la decisión estaba fundamentada en que el ganador tenía un título no apropiado o sin el rango que demandaban los requisitos de aquella universidad. Lo que verdad no era, pues quienes le recibieron las credenciales, conociendo al aspirante al concurso, las recibieron y vieron que nada anormal había, como en efecto así era. El aspirante era egresado del Pedagógico de Caracas, en la especialidad de castellano y Literatura y no había nada legal que le impidiese entrar a la UCV como docente, más si se ganaba el concurso respectivo.
El asunto es que, se trataba de Simón Sáez Mérida, un personaje y no por cabezón, metido en medio del vendaval y hasta huracán político que, en aquellos tiempos, a Venezuela agitaba. Aquellas autoridades, por su propia iniciativa o atendiendo órdenes de "fuera", consideraron inapropiado y hasta riesgoso que a lo que ya había adentro, se les agregase aquel experto subversivo. Nunca antes, pese la legalidad que en todo aquello había, un profesor egresado del Pedagógico, que bastantes ilustres había, entrase a la UCV; lo usual era lo contrario, como el Dr. García Bacca, quien pese no era egresado de la UCV, era profesor en ella y otros tan ilustres como él. Y esto, la costumbre, lo usual, siendo el mundo de lo universitario, fue lo utilizado, algo inaudito, para invalidar la aprobación que alcanzó Simón y con puntaje altísimo.
Sáez Mérida y sus amigos se cansaron de reclamar sus derechos y nada consiguieron. Al fin, nunca he sabido de donde partió la iniciativa, el afectado apeló a los tribunales. Y su caso, no recuerdo o nunca supe los detalles, llegó a la Corte Suprema de Justicia (CSJ), como entonces se llamaba lo que ahora el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), por esa manía nuestra de intentar distraer a la gente, al no poder cambiar nada sustancial, hacerlo con nombre de las cosas que la Ley permite o los colores del partido que gobierna, borrando en cada rincón los del que antes gobernaba.
En aquel máximo tribunal las cosas todas, pero sobre todo de esa naturaleza y poca significación, marchaban con demasiada lentitud. Y con este caso, fue lo mismo, hubo de esperar, tanto que una ya de eso se había olvidado e imagino que hasta Simón mismo, asumió esa actitud.
Pero un buen día, cuando ya nadie eso esperaba, pues se creía que hasta los papeles estaban apolillados y encofrados en el olvido, salió la decisión de la Corte o la sala correspondiente, en favor de Simón. Y así, el cabezón, pudo entrar de docente a la UCV. Confesaré que, por el paso del tiempo, no recuerdo exactamente qué pasaba o pasó en el mundo exterior que ayudó aquello aconteciese, sólo recuerdo que Simón, estuvo entre quienes habían abandonado la lucha armada y optado por otra opción.
El segundo caso se refiere a mí mismo. El propio Simón, una vez hablando en casa, aquí en Barcelona, me dijo, "Eligio, debes aprovechar los cambios que se están dando en la UDO, para que entres allí como docente". A aquel comentario de mi amigo, no le presté atención o interés, por lo mismo con él acontecido y, por lo poco que sabía, no lograba entender, como ahora tampoco, qué haría un "Profesor de Historia", en esta Universidad.
Pero me llegó mi turno. Siendo Eleazar Narváez, quien luego fue vicerrector de la UCV, con posterioridad a los tiempos de esta historia, Director de la Extensión de la esa misma institución en Barcelona, se presentó una noche en mi búsqueda, al Liceo Nocturno Guevara Rojas de la misma ciudad, donde trabajaba también su esposa y me solicitó le diese mis papeles o "curriculum" para introducirlo en Caracas en la oficina correspondiente, por un concurso de credenciales solamente, para que optase por una cátedra de historia, mi especialidad, en la extensión que él dirigía. Estaba interesado, fuese yo quien asumiera esa cátedra.
-"No Eleazar, gracias, pero no voy a entrar en ese concurso. Sé que, de inmediato, al ver mi título, me desecharán".
Entonces recordé lo que había sucedido con Simón y pensé que, en mi caso, el asunto sería "resuelto" con mayor prontitud. Sobre todo que esa determinación se tomaría en Caracas y no estaba prevista la evaluación de conocimientos.
Eleazar, esa noche, se tomó el trabajo de intentar convencerme que estaba equivocado, pues según él, sabiendo quienes eran los otros que si aspiraban el cargo y habían introducido sus credenciales a través de su oficina, pues ese era el procedimiento, al ser revisadas mis credenciales y las de aquellos, no dudaba que, como él deseaba, como director de la Extensión Barcelona, optarían en Caracas por escogerme.
Pero, pese mi negativa, por días, casi uno tras otro, Eleazar insistió que concursase, mientras yo me negaba.
¿Por qué mi negativa? Entré en la docencia siendo apenas bachiller y con unos años aprobados entre el Pedagógico de Caracas, en el área de Geografía y las escuelas de Derecho y Sociología de la UCV. Cuando Eleazar me hizo aquella proposición llevaba casi 20 años de ejercicio docente, casi siempre en el aula. Me había dedicado por mi propia iniciativa a la investigación en el campo de la historia y tenía una considerable obra publicada en los medios periodísticos de la zona del norte de Anzoátegui. En ellos, dos o tres veces a la semana, aparecían mis trabajos, de historia, política, pero también en narrativa y hasta interpretación literaria. Los diarios, generosamente, brindaban hasta una página completa a mis trabajos. Al mismo tiempo, participaba en cuanto evento, en el campo de la historia o la pedagogía, tanto en Caracas como en el espacio donde vivía, se efectuaban. Ya entonces me había graduado de "Profesor de Historia" en el Instituto Universitario de Mejoramiento Profesional del Magisterio. Como lo escribí, cuando me gradué, aquel Instituto le había sido acordado el nivel de universidad. Y esto era del conocimiento de Eleazar Narváez.
Al fin, por la insistencia de Eleazar, tanto hizo para "convencerme", opté por entregarle mis credenciales. Aunque en verdad no me convenció, lo hice por complacerle. Tome nota el lector que yo no las llevé ni introduje, se las entregué al director de la Extensión de la UCV-Barcelona, por insistencia suya.
Pero le dije, "Eleazar, los evaluadores, al ver mi título lo van a desechar, no entra en sus parámetros de evaluación". Y le recordé el caso de Simón.
"No seas pesimista", dijo Eleazar. "Eso ha cambiado, hay otra actitud".
Fue pasando el tiempo y yo, convencido de lo que habría de pasar, pese me hubiese gustado entrar de docente a la UCV, porque era un reto de esos que suelen gustarme, porque siempre en eso salí ganancioso, dado que ponía todo mi interés por estar a la altura del compromiso y terminaba aprendiendo más, me había mostrado indiferente a aquello.
Una noche, habiéndome encontrado, con Eleazar Narváez, como era habitual, en el Instituto nocturno en el cual yo trabajaba como Profesor de Historia,, quien introdujo los papeles en Caracas, en la UCV y solía decirme, "serás el escogido", observando que en los últimos días de eso dejó de hablarme, me decidí a preguntarle qué había pasado con aquello.
Me miró, se rascó con la mano izquierda la parte posterior del cuello, giró la cara de izquierda a derecha y viceversa y, al final, me dijo:
-"Sucedió lo que pensabas. Supe de fuente directa que al abrir tu carpeta y ver el título, sólo hasta allí llegaron, la cerraron y pusieron a un lado".
Yo, entonces le dije, "como esperaba, la tiraron a la basura".
Entonces le comenté, usando una sugerente pregunta:
¿Sabes Eleazar que en la UCV existe, desde hace años, una cátedra o seminario, no sé cómo llamarle, que lleva el nombre de Aquiles Nazoa, donde se estudia la obra de ese excepcional poeta, escritor y humorista, pero él, allí no puede dar clases sobre lo que ha escrito y escribe, porque no tiene título de esa universidad?
Siempre me pregunté el porqué de eso, esperando una respuesta lógica, no académica, burocrática, legal ni formal o, lo que es lo mismo, un lugar común, sino una coherente con el rango y nivel de aquella universidad y de los seres humanos que de ella formaban parte.