Probablemente la misión más importante en la educación de los niños y niñas sea la formación de la conciencia ciudadana. Un conocimiento que no se reduzca a informar sobre las leyes y normas morales de comportamiento en un marco histórico definido, lo cual es importante, pero no suficiente para lograr un ciudadano y una ciudadana con plena conciencia ética. Es decir, con capacidad para decidir con criterio firme y con virtudes, capaces de actuar en función de la práctica de la libertad y la transformación constructiva social, en un marco democrático abierto al diálogo y a la inclusión.
El trabajo de concientización que desde Brasil sistematizó el pedagogo cristiano Paulo Freire, con su "pedagogía del oprimido" y la educación como práctica de la libertad. Y que resulta muy importante incluir en la formación humana mediante la familia, la comunidad eclesial, la comunidad social, el cultivar una conciencia ética no puede resultar de una obligación, de un premio o de un castigo, sino de una convicción personal. Con un criterio amplio, constructivo y con una sistematización útil para la memoria histórica, factor importante, junto con el cultivo espiritual, para la toma de conciencia ética.
Por otra parte, la conmemoración de la llegada de las carabelas con Colón a América, es apreciada desde diversos puntos de vista. En 1992, a 500 años del suceso, el P. Juan Vives con el equipo de FUNDALATIN, creo el video Despierta América, Memoria de América Latina a la luz de la Teología de la Liberación. El video muestra la importancia de descolonizar la visión histórica. Confrontando la visión de quienes gritan Tierra. apreciando el punto de vista de quienes ven llegar a las carabelas conquistadoras.
A 530 años del hecho hoy siguen alzándose las voces de nuestros Pueblos Originarios, el legado de Leónidas Proaño. El Taita. Según narra el teólogo Juan José Tamayo: juntar los frutos de su siembra a lo largo y ancho del planeta. "250 árboles que no han logrado ser abatidos ni por el huracán de la globalización, ni por la actual involución de las iglesias, ni por el fundamentalismo político (Religión del imperio), ni por el fundamentalismo económico (religión del Mercado), ni por el fundamentalismo cultural (religión de Occidente). Vamos construyendo cada uno con nuestra propia savia, con nuestras ramas autóctonas, con nuestras raíces, con nuestros propios nombres.
Los pueblos indígenas nos enseñan a pasar de un enfoque antropocéntrico a otro que reconozca la indivisibilidad de todas las formas de vida, porque todo está interrelacionado. Las comunidades de buena voluntad desde la espiritualidad liberadora, asumen el punto de vista del oprimido, para develar verdades y avanzar con cuidado de la gente y de la Madre Tierra, hacia una Humanidad Fraterna, imprescindible para vencer las tendencias suicidas y dar un cambio de rumbo con energía espiritual para las actuales y futuras generaciones.