A partir de las medidas restrictivas implementadas en el sector productivo a nivel mundial derivadas de la pandemia por el virus del COVID 19, desde marzo de 2022, la crisis en materia alimenticia se ha ido acrecentando. A ello se suma la especulación y aumento de precios en los insumos agrícolas como fertilizantes, originados por el conflicto bélico en Ucrania.
Según informaciones del Programa Mundial de Alimentos de la ONU se dio un aumento considerable de 282 millones a 345 millones personas que carecen de alimentos para cumplir su dieta diaria satisfactoriamente, en los primeros meses de 2022.
Cinco países a nivel mundial se encuentran en una hambruna sin precedentes: Afganistán, Etiopía, Somalia, Sudán del Sur y Yemen. Países que sufren de conflictos sociopolíticos que hayan generado inestabilidad y destrucción del sector productivo. Afganistán y Yemen víctimas de invasiones imperialistas, ya sea de occidente o sus aliados como en el caso de Arabia Saudí.
Con datos de la FAO se puede visualizar que la inflación en los precios de los alimentos se mantiene a la alza, si bien en el mes en que se redacta este artículo el precio de los lácteos, vegetales y carnes mostraron una reducción mínima, el precio de los cereales continua a la alza con relación a marzo del 2022.
Por otra parte en un informe del Banco Mundial denominado: “La situación mundial de la pobreza de aprendizajes: Actualización de 2022” indica que desde febrero de 2020 hasta febrero de 2022, los sistemas educativos no impartieron enseñanza presencial durante 141 días de instrucción en promedio, y esta situación afectó de manera desproporcionada a los niños y jóvenes más pobres.
El modelo capitalista de producción muestra sus claras contradicciones, mientras naciones enteras se encuentran en una situación grave de hambruna, de acuerdo a información de la FAO un tercio de la producción de alimentos en el mundo se desperdicia, lo que en números se aproxima a 1 300 millones de toneladas de alimentos que no son aprovechados.
La pandemia vino a agudizar las heridas profundas del sistema industrializado de producción de alimentos bajo el esquema capitalista y de igual manera lo hace con el modelo educativo predominante en el globo. Un modelo educativo reproductor de una realidad injusta e inhumana.
Modelo que fomenta el individualismo entre las personas con la clara finalidad de buscar preservar los medios de producción en manos privadas. Qué ignora en todo caso la “propiedad pública” o “común”, exaltando la visión “emprendedora” y la competencia excesiva. Modelo educativo basado en una visión epistemológica predominantemente analítica, con tendencia a la alta especialización y división, produciendo una interpretación fragmentada de la realidad.
Educación que se aleja de su naturaleza etimológica y se asemeja día a día a una instrucción autoritaria y jerárquica, que fomenta la uniformidad y estandarización en las personas y sociedades. Educación que promueve como móvil el poder político y económico en pocas manos.
Ante ello desde la clase trabajadora y los grupos sociales agraviados por el sistema oprobioso se han generado durante los años más cruentos de resistencia, alternativas de transformación social.
Una de ellas es, desde el campo, desde lo rural, la experiencia de la agricultura tradicional, la herencia educativa de los modelos pedagógicos nacionales y regionales y la recuperación de lo comunitario en resistencia al sistema hegemónico, colocan a la agroecología como herramienta pedagógica en la construcción de una alternativa integral de resistencia y construcción de una sociedad igualitaria , que satisfaga las necesidades alimentarias de las mayorías, construyendo relaciones mercantiles justas, siempre colocando como objetivo fundamental a los seres humanos.
*El autor es Licenciado en Docencia en Lengua y Literatura por la Universidad Autónoma de Baja California, Profesor de Educación Básica y Media Superior. Dirigente del Colectivo Movimiento Soberanía Popular.
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