Nota: Por asuntos que antes he mencionado, estoy editando mis trabajos de más de 50 años. En esta tarea, reuniendo una buena cantidad, me he encontrado con éste, cuyo título original, el mismo que mantendré en el libro producto de esta particular ordenación o ajuntar, es "El protocolo de Urrutia", lo que podría llamarse, los sinsabores del gobierno de José Tadeo Monagas, obligado a dejar el poder, dadas las dificultades emergidas durante su mandato y como, "las aves de rapiña", que siempre han sobrevolado en nuestro espacio, intervinieron como si fuese asunto de ellos. Lo pongo porque hay cosas dignas de leer, sobre todo en medio de la coyuntura o dificultades venezolanas, cuando el dólar se convierte en la moneda nacional, tanto que, hasta los humildes vendedores de pescado en Santa Fe, Estado Sucre, no aceptan otra sino esa y, lo hago, no para evadirme sino porque la tarea que estoy haciendo me distrae y atrapa.
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Con el gobierno de los Monagas no sólo se mantuvo inalterable la estructura venezolana, sino que como consecuencia de ello se multiplicaban las injusticias, en virtud que el medio de producción predominante, la tierra, cada día tendía a concentrarse más en pocas manos. La alternativa de 1854, que condujo a la abolición de la esclavitud, por sí sola, como ya hemos explicado anteriormente, no podía conducir a solución alguna; apenas lograba paliar la problemática y rebajar provisionalmente las presiones sociales.
Para los años 1856-57, Venezuela estaba hundida en una desastrosa crisis fiscal, tanto que el déficit andaba por encima de los cinco millones de bolívares.
La productividad descendía y el país, con el sólo recurso agrario, y una producción organizada para concurrir al mercado internacional como exportador de café y cacao e importador de productos manufacturados, no encontraba en esos gobiernos - liberales o conservadores - una alternativa válida para salir del estancamiento; de allí que nuestra economía estuviese atada a los vaivenes de los precios en el mercado internacional y, cualquier baja allá, se revertía en un conflicto político y económico en Venezuela.
Por eso para 1858, la crisis monetaria desatada en los Estados Unidos, hizo que el precio del café bajase drásticamente. Esto se tradujo en el déficit presupuestario interno ya mencionado.
La crisis económica, acompañada de las reformas constitucionales introducidas por José Tadeo Monagas, generan un caos. Mediante esas reformas, según opina José Luis Salcedo Bastardo, "la autocracia acentúa su fisonomía" pues "se establece una mayor contracción del mando con la eliminación de las diputaciones provinciales, y creando en cambio, un falso poder Municipal". Además se elevó el período presidencial a seis años y se exoneró al presidente de responsabilidades.
Estas circunstancias estimulan el movimiento que se inició el 5 de marzo de 1858 que culminó con la renuncia de Monagas, el 15 del mismo mes y se inició el gobierno de Julián Castro.
En base a todo lo anterior, afirmamos que atribuir la reacción contra los Monagas simplemente a la ruptura del orden constitucional, como lo hace Gil Fortoul, sin tomar en cuenta los factores inherentes al orden económico, no contribuye a aclarar el problema; por eso es más acertado repetir con Siso Martínez que la "revolución de marzo tomó como pretexto la reforma de Monagas, pero se hubiera engendrado de todas formas".
Al presentar su renuncia, Monagas, su ministro Gutiérrez y sus familiares, se refugiaron en la delegación francesa, lo que ocasionó violentas protestas en las masas en virtud del caos económico y las violaciones a la Constitución.
Habría que señalar, como otra causal importante, el carácter del movimiento que derrocó a los Monagas.
La tendencia personalista de los Monagas les condujo a romper con conservadores y liberales, quienes lograron ponerse de acuerdo en torno a la oscura figura de Julián Castro; como dice Gil Fortoul, "pasados los primeros momentos de entusiasmo, cada partido intentó aprovecharse de la medianía del jefe para atraerle a planes de interés parcial".
El 26 de marzo, los liberales proceden a través de su representante Wenceslao Urrutia, Canciller del gobierno de Castro, a la firma de un Protocolo que lleva su nombre. José Gil Fortoul, señala que a Wenceslao Urrutia se le ocurrió la "atolondrada idea de invitar al cuerpo diplomático", y agrega que aun cuando lo hizo sin autorización del gabinete y del consejo de gobierno, tenía la aprobación del Jefe del Estado. En el mismo sentido opina Arellano Moreno, en su obra "Breve Historia de Venezuela", quien dice que "Urrutia y Castro convienen en convocar el cuerpo diplomático para buscar una solución conciliatoria y calmar las protestas populares".
El Protocolo de Urrutia es pues el resultado del caos político y económico en que estaba hundido el país y que lleva al poder a una aleación contradictoria, que no pudo desprenderse de las rémoras del pasado y no fue capaz de definir siquiera un plan común de acción frente a la situación.
Así se firmó aquel protocolo; Wenceslao Urrutia lo hizo por Venezuela y los representantes de Estados Unidos, Gran Bretaña, del Imperio Francés, Imperio del Brasil, España y de los Países Bajos.
En dicho protocolo se acordó lo siguiente:
a.- Monagas se pondría, por escrito, a la orden del gobierno. En efecto, Monagas en carta a Julián Castro manifiesta: Estoy dispuesto a trasladarme, si el gobierno lo cree necesario, a la habitación que desde ayer se me ha indicado".
b.- El ex presidente guardaría absoluta neutralidad.
c.- Pasaría de la Legación francesa a una casa particular en donde habría una guardia para evitar vejámenes.
d.-El gobierno se compromete o no someterle a juicio, ni dejarle vejar y le ofrece toda clase de garantías.
e.- En plazo que no se fijó, pero sí" muy corto", se le daría pasaporte y salvoconducto para que se trasladase al exterior.
El 27 de marzo, como resultado de lo anterior, el gobierno expide un decreto a todas luces inoportuno, en virtud que entre sus colaboradores estaban liberales que habían tenido responsabilidades bajo el gobierno de los Monagas. En tal decreto se ordena una revisión de las cuentas de hacienda desde el año 1851 y, se prohíbe a cuantos hubiesen manejado caudales públicos desde aquel año, enajenar cualquier propiedad mueble e inmueble; y se añade que podría declararse nulas las enajenaciones ya hechas con el fin de burlar la responsabilidad.
Esta medida podría considerársele como la primera consecuencia de la firma del Protocolo de Urrutia, pues en parte, trata de anular a éste y responsabilizar a los Monagas y sus colaboradores.
Otra consecuencia del Protocolo de Urrutia, la constituyó la destitución del mismo y su reemplazo por Fermín Toro. Al mismo tiempo, algunos autores consideran que produjo como resultado, la intromisión de naciones extranjeras en los asuntos domésticos de Venezuela.
En efecto, a pesar de la tesis sustentada por Toro, en el sentido que el asunto del Protocolo, no debería interpretarse como una intervención extranjera, sino una actuación como testigos, es fácil mostrar que sí hubo intervención. Dice Toro, "el gobierno de Venezuela no ve en el concurso del cuerpo diplomático en la cuestión de sumisión del general Monagas, sino una prestación de buenos oficios; y considera que las firmas de sus miembros aparecen en el protocolo como testificando solamente la promesa hecha al citado general por el señor Wenceslao Urrutia".
No obstante lo anterior, los gobiernos de Francia e Inglaterra desconocen las razones expuestas por Toro y suspendieron relaciones con Venezuela. Incluso se llega a algo más; el 5 de mayo, barcos británicos y franceses bloquean nuestras costas y exigen el cumplimiento del protocolo.
Queda evidenciado, la presión exterior con ese gesto y cuando la Convención de Valencia autoriza a Castro a cumplir lo establecido en el protocolo. La Convención trata de suavizar u ocultar su debilidad con una fraseología dudosa, al señalar que debe solucionarse el problema dando "a la cuestión internacional la dirección más conforme al decoro e independencia nacional".
Finalmente, Soublette se reúne con el encargado de negocios inglés y convinieron que Monagas se marcharía, que quedaban restablecidas las relaciones y que nuestros buques apresados serían devueltos.
Se le aplicó a Monagas expulsión perpetua, privación de los grados militares y prohibición de enajenar y gravar sus bienes por 8 años.
Como dice Arellano Moreno, "sólo sirvió el Protocolo para que sufriera un desaire el país y para apresurar la desintegración de la alianza política. Los conservadores se quedan con el poder y los liberales se van a los campos de batalla....".