Los maestros venezolanos contra Lenin

Miércoles, 25/01/2023 01:31 PM

El 21 de enero se cumplió un año más de muerto del gran líder de la revolución rusa, Vladimir Lenin. Es una de las figuras históricas que merece el mayor respeto por sus logros específicamente políticos (nada menos que la toma del poder por vía revolucionaria en un país atrasado y el mantenimiento del nuevo estado "socialista" por un largo tiempo), aunque no necesariamente por sus aportes teóricos, mucho menos filosóficos, materia en la cual parecía un muchacho de bachillerato. Tanto fue el prestigio que alcanzó Lenin, que Stalin inventó el "marxismo-leninismo", un conjunto de dogmas que le servían para embellecer sus políticas de gran potencia soviética y enmascarar el más craso empirismo y oportunismo que estuvieron detrás de sus barbaridades. Uno de esos dogmas es una presunta "teoría de la organización y el partido" que le ha servido hasta a Rómulo Betancourt y, hoy en día, hasta a algunos políticos de la fragmentada oposición venezolana, sostenida por Washington, que la mencionan para dárselas de leídos.

Habría que comenzar aclarando que la fulana teoría del partido de Lenin, no es de Lenin; sino un resumen de las conclusiones a las que habían llegado los dirigentes de la socialdemocracia alemana, considerados a principios del siglo XX como los legítimos herederos de Marx, acerca del tema de la relación entre los intelectuales, la organización política y las masas que supuestamente dirigía ésta. Los "intelectuales", por supuesto, eran los propios Marx y Engels, aunque pronto pasaron a ser también los propios dirigentes alemanes, Kautsky a la cabeza, quienes aparecían resguardando la pureza de la doctrina marxista frente a los revisionistas de Bernstein, sacando una gran cantidad de fichas de los libros "clásicos".

En cuanto a la relación entre partido y masas, la "teoría" la explicaba así: premisa 1: las masas trabajadoras son incapaces de plantearse luchas políticas, porque solo pueden llegar a una conciencia sindicalista, de reivindicaciones económicas, tales como el salario. Premisa 2: la teoría revolucionaria (o sea, el marxismo) solo es accesible, por su complejidad, a los intelectuales. Conclusión: por lo tanto, los intelectuales deben inyectar "desde afuera" la conciencia política a las masas.

Hay muchos supuestos muy discutibles en esos enunciados. Por ejemplo, se supone que "el marxismo" es una verdad absoluta que ya tiene previsto el devenir de la historia. Esta es la justificación del carácter de vanguardia del Partido. Pero dejemos de lado esa discusión, para concentrarnos en las dos aplicaciones de esa "teoría". La primera, la del propio Lenin, como buen político audaz e inteligente como pocos, en dos versiones. Una, la que aparece sobre todo en el libro "¿Qué hacer?" y un conjunto de otros textos. Allí Lenin desarrolla polémicamente dos propuestas: una, la de organizar al partido en torno a un periódico, dos, que había que inyectar desde afuera la policía a las masas, y no quedarse en las luchas reivindicativas "economicistas". La segunda aplicación se lee en las condiciones de afiliación en la Tercera Internacional dirigidas a los nacientes Partidos Comunistas, allá en 1918, que se resumió en algo llamado "centralismo democrático". Si hoy releemos esas "condiciones", podremos advertir su gran parecido a los estatutos de una junta de condominio o un club, con todo y cotizaciones.

Lo curioso es que ese "leninismo" se me apareció, tanto en una pequeña exploración de las opiniones de antiguos dirigentes políticos procedentes de la izquierda, como en un artículo de otra figura de la vieja política carabobeña, como lo es Julio Castillo, a propósito de las últimas semanas de protestas salariales de los maestros, los trabajadores de la electricidad, el sector salud, SIDOR, y en general los empleados públicos.

En las conversaciones, que pueden pasar por entrevistas etnográficas si se quiere, hallé una constante: la observación de la falta de "organización" de esas jornadas de protestas, así como de la carencia de perspectivas políticas. "Es necesario un documento", decía un amigo. También una tarima al final de las movilizaciones para que los dirigentes dieran un mitin. Esto último en Valencia efectivamente faltó, aunque no sé exactamente si fue así en otras partes del país. Lo que no faltó en ninguna parte, y estoy hablando de más de dos decenas de ciudades, fue el entusiasmo y lo nutrido de la asistencia de los ciudadanos en protesta en la calle.

En cuanto al artículo del amigo Julio Castillo, que circuló en algunos grupos wasap de la oposición hoy pulverizada, la referencia a Lenin venía a cuento porque, según el autor, los partidos de oposición debían "recalcular" su GPS, dejar de caerse a trompadas, insultos y demás caricias entre ellos, para dedicarse a dotar al movimiento social de protesta de algo de política, porque (y aquí venía el "leninismo" a colación) es sabido que las masas trabajadoras por sí mismas se quedan en la reivindicación salarial y no pasan a la política. Incluso, sé que (por wassap, claro) algunos funcionarios (o, mejor, exfuncionario) del extinto "gobierno interino" llegaron a criticar la falta de planteamientos políticos de las manifestaciones, así como la necesidad de darles un "sentido insurreccional".

En su época, las opiniones de Lenin (y de la Segunda Internacional) acerca de la relación entre la vanguardia y las masas, encontraron varios contrincantes de gran estatura. Basta mencionar a una: Rosa Luxemburgo. La polémica entre la Rosa y Lenin se convirtió después, con el advenimiento del stalinismo, en la creación del insulto de "espontaneísmo", que le endilgaron los stalinistas a la Luxemburgo. Y era que la gran líder polaca-alemana sostenía que una huelga, incluso de motivos puramente económicos, podía alcanzar una significación política en el contexto de un régimen opresor, como lo fue el zarismo, o como lo es hoy el madurismo. Pero además, la gran Rosa defendía la idea de que las masas aprendían de su propia práctica y que, sí, podían alcanzar a entender esa significación política, que podía derivar en un movimiento contra un gobierno, sin necesidad de la guía del partido "esclarecido" por una teoría absolutamente verdadera. En Venezuela podemos referirnos a las grandes lecciones de política que aprendieron las masas durante la primera década y pico del siglo XXI, para no hablar del proceso de movilización del 27 de febrero de 1989 para acá.

Lo cierto es que una prueba de las tesis de Lenin y de Rosa Luxemburgo es la propia revolución rusa. Los soviets, por ejemplo, centro y clave del éxito revolucionario, no fueron una invención del Partido bolchevique, sino de las masas, aunque la organización de Lenin, muy hábilmente, se aprovechó de ellos para darle fuerza de masas a la revolución. Tampoco las consignas mínimas de aquel proceso: paz, pan y tierra, fueron "ilustradas" por el Partido. En todo caso, este acompañó y, a veces, hasta corrigió su propia línea, al ver que las masas iban para otro lado. de hecho, si los bolcheviques hubieron seguido con su línea aprobada y no le hacían caso al gran viraje que Lenin planteó en abril, interpretando el movimiento de las masas, no habría habido toma del poder. De modo que, ni tan calvo ni con dos pelucas. Ni el Partido tiene la verdad en sus manos; ni las masas se quedan en un horizonte "meramente" económico", tan "muertas de hambre" ellas.

Los maestros y demás sectores de trabajadores venezolanos hoy le darían una lección a Lenin, que él, con toda su agudeza política, estaría muy dispuesto a aprender. En Venezuela una lucha económica, como la del salario, es ya, inmediatamente, política, pues se enfrenta al programa (político y económico) de vender al país, atrayendo inversiones extranjeras con excepciones de impuestos y la oferta de una mano de obra sumamente barata y sin derechos laborales; resucitando, en todo caso, métodos de conciliación de clase como la Tripartita, en condiciones de extrema debilidad del sector trabajador, dado el estado de precariedad a que ha llegado la subsistencia de la familia venezolana. Todo ello para sostener en el poder a una camarilla delincuencial y de uniforme, en plena asociación con una nueva burguesía, que ha suspendido la Constitución mediante la mal llamada "Ley antibloqueo" que suspende la Constitución y permite, en secreto, al Presidente (el déspota) a "desaplicar" leyes con el fin de llegar acuerdos que violan la soberanía nacional económica en asuntos como el petrolero, el minero y otros. En ese contexto, es también un acto completamente político sacudirse el chantaje de las sanciones económicas norteamericanas que, sí, han golpeado nuestra economía, pero ya cuando esta tenía varios años en caída libre, a causa de una desastrosa gestión.

Hoy en día no hay ninguna teoría absolutamente verdadera ni, mucho menos, absolutamente correcta y superpoderosa. Por tanto, no hay una organización absolutamente esclarecida que enseñe e ilumine a unas masas supuestamente obtusas. Nada de eso. Lo que hay es la emergencia de la capacidad combativa de los trabajadores venezolanos, mermados por la miseria y la precariedad, es cierto, pero con toda la voluntad para construir un futuro diferente, restableciendo su dignidad y de paso la Constitución y la democracia.

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