4000 $ millones costaría recuperar las termoeléctricas ¿Vale la pena seguir con estas tecnologías contaminantes?

Lunes, 07/10/2019 02:47 AM

La precaria situación del sistema eléctrico venezolano tiene como causas principales la mala gestión de los proyectos desarrollados en los último 15 años, la corrupción galopante en el centralismo burocrático alrededor de Corpoelec y el Ministerio de Energía Eléctrica y un uso inapropiado de los combustibles, particularmente gasoil, tal y como ya hemos explicado en artículos anteriores. Actualmente, a pesar del desplome de la demanda eléctrica nacional que ha caído de 18.000 megavatios en 2013 hasta menos de 10.000 megavatios en 2019, la capacidad de generación es insuficiente para abastecer los requerimientos energéticos nacionales debido a la elevada indisponibilidad de las centrales termoeléctricas adquiridas en los últimos 15 años y otras previamente adquiridas y heredadas de la 4ta república. El fracaso de la "Misión Revolución Energética" que instaló más de 1.100 megavatios en grupos electrógenos, de los cuales apenas se encuentran medianamente operativos unos 100 megavatios, sumada a la merma en la capacidad de generación en las centrales hidroeléctricas del Caroní, que apenas generan a un 60% de su capacidad instalada, han puesto al país a depender excesivamente de las precarias centrales termoeléctricas, adquiridas en los últimos años que, al estar generando apenas un 18% de su capacidad instalada, son la causa principal de las frecuentes necesidades de racionamiento en la mayoría de los estados del país. En cuanto a las nuevas centrales termoeléctricas construidas por el gobierno del expresidente Hugo Chávez, la indisponibilidad supera el 80%, es decir, apenas un 20% de la capacidad de generación eléctrica en las plantas "nuevas" está realmente aportando energía al sistema interconectado nacional, algo verdaderamente escandaloso. La debacle del sistema inició entre 2010 y 2012, cuando la caída en la disponibilidad de generación termoeléctrica, en estados petroleros como Zulia y Falcón (los más olvidados por la jerarquía central burocrática de Corpoelec) cayó de un 67% hasta menos de un 5% a principios del 2019. Un deterioro progresivo que año tras año fue degradando la capacidad de generación termoeléctrica en el país, sin que las autoridades centrales de Corpoelec y Ministerio de Energía Eléctrica tomaran oportunamente las medidas requeridas para evitar la actual debacle del sistema de generación.

¿Cuáles son las acciones más urgentes y cual es el costo para implementarlas?

El sistema interconectado nacional se divide en siete (07) zonas, de las cuales la atención prioritaria se requiere en: 1) Zulia, donde hace falta recuperar 1040 MW, básicamente en Termozulia; 2) Región Capital, donde hace falta recuperar 1585 MW, en India Urquía (840 MW), Barcazas (320 MW) y José María España (425 MW); 3) Los Andes, donde hace falta recuperar 618 MW, básicamente en la Planta Don Luis Zambrano (450 MW) y Planta Táchira (168 MW). Esto hace un total de 3243 MW necesarios para estabilizar el sistema tal y como están las condiciones de demanda actuales y superar el racionamiento diario y la gran inestabilidad de la red troncal ante pequeñas fluctuaciones de carga y fallas puntuales. Para poder lograr esta recuperación, los trabajos mínimos necesarios tienen un costo de alrededor de 700 millones de euros, unos 780 millones de dólares. Este costo debe ser pagado en un lapso de un año aproximadamente, que es el tiempo que toman los trabajados de recuperación de estas unidades de generación termoeléctrica, a partir del momento en que se puedan otorgar los anticipos necesarios a las empresas adjudicatarias de los contratos, algo que no ha ocurrido aún debido al bloqueo económico impuesto por los Estados Unidos. Estos elevados costos de reparación son consecuencia de la inobservancia de los mantenimientos programados, preventivos y predictivos necesarios, que raramente eran ejecutados por las unidades centralizadas de Corpoelec encargadas de la aprobación presupuestaria para los mismos a partir de la fusión de las empresas eléctricas concretada en el año 2010.

¿Son suficientes las acciones de estabilización? ¿Qué más debe hacerse y cuánto cuesta?

Las medidas anteriores de estabilización son apenas un primer paso para restringir las necesidades de racionamiento y nada más. Estas acciones apenas ponen al sistema de generación al nivel de poder proveer la energía necesaria en las condiciones actuales del sistema eléctrico, nada más. Se debe avanzar en muchas más acciones de recuperación, para consolidar la estabilidad del sistema. Para eso se necesitan recuperar otros 1814 megavatios (MW) de generación termoeléctrica, en todo el país. Las acciones de recuperación prioritarias se requieren en Falcón, Lara, Nueva Esparta, Miranda, Carabobo, Anzoátegui y Sucre. En este caso, los costos rondan los 600 millones de dólares que, sumados a los 780 millones de la fase de estabilización, completan unos 1380 millones de dólares para la consolidación del parque de generación termoeléctrica, centrado fundamentalmente en las turbinas a gas adquiridas en los últimos 15 años y que ya se encuentran indisponibles. La demanda eléctrica no es estacionaria y esto no es suficiente para promover una recuperación económica nacional, se debe avanzar en una mayor capacidad de generación eléctrica debido a los bajos niveles de disponibilidad que hemos explicado en la primera parte de este artículo. Por lo tanto, esto no es suficiente para la superación integral de la crisis eléctrica nacional, debe hacerse mucho más.

¿Restaurar las turbinas a vapor o avanzar en el uso de nuevas tecnologías?

En este punto, habiendo estabilizado el sistema de generación, pero con necesidad de expandir la capacidad de generación eléctrica para no repetir anualmente las necesidades de racionamiento, se debe decidir si debemos continuar recuperan las viejas centrales turbo-vapor en el país (Planta Centro, Ramón Laguna, etc.) o debemos avanzar a nuevas tecnologías bajas en emisiones de gases de efecto invernadero.

La recuperación de las centrales Turbovapor del país, aportaría unos 3680 MW al sistema interconectado nacional, adicionales a los previamente explicados en las fases de estabilización y consolidación. El costo de esta recuperación estaría alrededor de 2800 millones de dólares que, sumados a los 1380 millones de dólares acumulados en las fases de estabilización y consolidación, superan los 4000 millones de dólares. Un monto casi inalcanzable bajo las precarias condiciones económicas actuales de nuestro país.

Pero si nos enfocamos únicamente en los 2800 millones de dólares para recuperar las centrales turbo-vapor, tenemos que considerar si esto es realmente pertinente. El tiempo estimado para la recuperación de las centrales Turbovapor es de poco más de 4 años y los costos son muy elevados. Cabe destacar que estas centrales queman combustibles pesados como fuel-oil o coque que tienen elevados niveles de emisión de gases de efecto invernadero y óxidos nitrosos que contribuyen al calentamiento global, cambio climático y acidificación atmosférica, respectivamente. La restauración de estas centrales turbo-vapor, a un costo tan elevado, contradice los compromisos de la República Bolivariana de Venezuela en cuanto a la mitigación de los gases de efecto invernadero para el año 2030, con una reducción de al menos un 20% con respecto a los niveles actuales. Es decir, la reincorporación de centrales turbo-vapor incrementaría las emisiones de gases contaminantes mientras que el costo tampoco es que resulte demasiado económico.

Ante este dilema, hemos planteado la Propuesta para la superación sostenible de la crisis eléctrica en Venezuela. En esta propuesta, se plantea utilizar los fondos que irían a la recuperación de las centrales turbo-vapor para la migración a gas natural de las centrales turbo-gas que actualmente están funcionando con gasoil, que las destruye y ha destruido progresivamente desde sus respectivas instalaciones, desde hace 15 años. Pero, además, avanzar en el desarrollo de la capacidad eólica y solar de Venezuela, en su zona norte-costera. Con un monto como el previsto, se podrían instalar unos 2000 MW de capacidad eólica en tierra, en la Guajira estado Zulia, y avanzar progresivamente en esta tecnología hasta desarrollar un completo potencial en el Zulia que permitiría tener para el año 2030 un 37,5% de la matriz energética venezolana basada en energía eólica, únicamente aprovechando el potencial de los estados Zulia y Falcón. La instalación de parques eólicos y solares en Venezuela implica además la liberación de combustibles que actualmente se vienen quemando en centrales termoeléctricas ineficientes que privan al país de los ingresos derivados de la exportación de esos hidrocarburos que serviría para la transformación de la matriz energética nacional hacia otra mucho más sostenible y confiable técnicamente. Por otro lado, las centrales turbo-gas que tenemos actualmente en el país, luego de ser recuperadas, son el complemento técnico ideal a la variabilidad de la generación eólica, propia del aprovechamiento de este recurso natural variable.

Para lograr salir a flote de esta inmensa crisis en la que nos hemos hundido en cuanto a la capacidad eléctrica y la gestión del sistema, no podemos seguir repitiendo los mismos esquemas que nos han conducido a esta debacle eléctrica nacional. Lo necesario es trascender el modelo actual y avanzar hacia el uso de tecnologías mucho más confiables, limpias y acorde a los tiempos en que estamos, en los cuales urge prioritariamente reducir las emisiones globales de gases de efecto invernadero y promover un cambio sustentable en la generación eléctrica que, además, en el caso venezolano implican un incremento en los ingresos nacionales producto de la liberación de combustibles que actualmente se queman ineficientemente en centrales termoeléctricas domésticas. En este sentido, hemos plantado a todo el pueblo venezolano Propuesta para la superación sostenible de la crisis eléctrica en Venezuela, para el debate y discusión popular y el avance de nuestro país hacia convertirse en una potencia energética sustentable en el siglo XXI.

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