¿Quieres que te eche el cuento de la gasolina? ¿Revolución o Caja de Pandora?

Lunes, 10/08/2020 02:11 AM

Quienes alguna vez hemos soñado con una revolución, más en un país como la isla de Jauja, donde los panes y jamones guindan de las ramas de las mata de yaque, esas mismas que también llaman cují, jamás pensamos que hubiese alguna como la Caja de Pandora y para más vainas nos tocase a nosotros. Digo así, "tocase", porque estoy seguro que aquí nadie, los "revolucionarios de nacimiento", porque los hay con títulos heredados y todo, y la demás gente, incluyendo a quienes se formaron en eso hasta partiendo del origen social más apropiado y escuelas de la calle donde eso se aprende mucho y entre gente pertinente, jamás esperaron que sus bellos sueños se trocasen en una danza macabra de males que salen en hilo de algún sitio que pudiera ser otra Caja de pandora.

A Pandora le fue dado un envase, que no era justamente una caja, donde estaban encerrados todos los males del mundo, con la prohibición no la abriese. La advertencia le fue dada porque en ella estaban encerrados todos los males y plagas del mundo que el hombre no conocía. Pero como se dice que la curiosidad mató al gato y a la mujer el hombre injustamente dio la fama de ser muy curiosa o con la debilidad de informarse innecesariamente de lo que no debe y muy dada a las malas tentaciones, violó la orden que le había dado Zeus al entregarle aquella caja y todos los males salieron a mortificar al hombre.

De allí en adelante, por culpa de Pandora, el hombre que había vivido feliz, libre de males, entre ellos las enfermedades, como esta del virus, que entre nosotros aunque hasta ahora es poco cuantitativamente hablando, pero jode doble, comenzó a padecer por ellos y por supuesto, por Pandora.

Dios, cuando repartió el mundo y este quedó como está, incluyendo que ingleses se cogieran para ellos el territorio Esequibo que fue de la Capitanía General de Venezuela y ahora es nuestro, pese lo siga usufructuando Guyana y más que esta la Exxon Mobil, a Venezuela le dio todo, como a la isla de Jauja. Sólo que en esta todo estaba hecho y puesto. Como que si usted quería desayunar se sentaba por lo menos entre tres matas distintas; de las ramas de una tomaba la arepa de maíz pilado, de otra, según su gusto, el chorizo frito y de una tercera el café con leche.

Con nosotros fue exigente, yo diría que más generoso y sabio, pues intentó que aprendiésemos para que expandiésemos esa riqueza que nos dio y la hiciésemos inagotable, poniéndole eso que llaman valor agregado mediante el esfuerzo personal y colectivo, el trabajo creador. Quizás supo – el quizás parece como inútil – que por aquí, por lo del trabajo, es por donde podía ponernos a prueba, como Zeus hizo con Pandora, pues nos vio, cuando él mismo nos creo, al examinarnos poniéndonos a la altura de sus ojos, como pocas ganas para meterle de frente a eso y era por allí por donde, dentro de un espacio lleno de riqueza, de facilismos, pudieran venir los males y la pobreza que ahora nos agobia, a que estarían condenados los pecadores por incompetentes.

Pero no se quedó allí Dios, y así tenía que ser, por justo, sabio y equilibrado, fue todavía más exigente. Nos dio a Bolívar, Sucre y toda una generación de héroes imposible de reunir en un mismo espacio, mientras la riqueza material también abundaba y más la que aparecía inadvertida.

Pero llegado un momento se dijo así mismo y luego a quienes de él cerca estaban:

"Hasta aquí llego. De aquí en adelante, lo que quieran conseguir deben hacerlo por su cuenta para demostrar de qué están hechos. Pues los hice con defectos, pero les he dado todo lo necesario para que con el trabajo emparejen todo, hasta a ellos mismos".

Hemos hecho de todo, cuanto disparate pueda ocurrírsele a cualquier torpe, desde un "engorro" que llamaron pomposamente Revolución Federal", hasta aquel desastre de la Gran Venezuela, promovida por aquel loco que compró cuanta empresa privada quebrada había, salvando a sus dueños de la quiebra y nadie le llamó comunista.

El tiempo apremia y el espacio constriñe y por ello hemos de saltar. Llegado el caso y el tiempo, también intentaron hacer lo que en la literatura especializada se llama una "Revolución Socialista". Pero como son ellos al fin, pues así los hizo Dios, esperando se dieran cuenta y cambiaran, optaron por lo fácil, lo que ya estaba hecho, aunque no fuese muy digno eso imitar.

Empezaron su "Revolución Socialista", con el empeño fundamental de "aquí me quedo", "de aquí no me saca nadie" y a pensar "si ya todo está hecho, el petróleo está allí en la tierra y el oro, sólo falta por sacarlo y si lo hacen otros hasta mejor, con eso no nos jodemos embadurnándonos de aceite y pintándonos de negro. Menos dejamos de vivir en Caracas, aquí seguimos. ¿Qué pendejada es esa de dejar Caracas para irse al monte a sembrar, crear ganado y ensuciarse el paltó?"

"¡Qué va mano!" Y siguieron pensando, aunque ya eso era demasiado trabajo.

Esa es una pendejada y en nada se parece a una revolución. Lo bueno es que nos saquen el petróleo, lo vendemos, pues sobra quien lo compre y lo mismo hacemos con el oro y lo de nosotros es bonche y que de los nuestros nadie trabaje; para eso, con lo que da el ingreso petrolero, le pegamos a cada quien sus bonos por el pecho y ¡mira cómo se van a poner contentos! Y saldrán gozosos a votar por nosotros.

Y Dios ya antes a ellos les había dado el petróleo y también antes llegaron los capitales y el aceite sacaron; y nacieron las refinerías para procesar el crudo y obtener la gasolina. Y no había aquí agricultura y los ingenieros agrónomos y peritos agropecuarios trabajaban en oficinas llenando papeles y vivían la mayor parte del tiempo dentro de un carro y hediondos a gasolina.

Con la "Revolución Socialista", hecha con los nativos y cultura de Jauja, la asesoría de otras revoluciones "exitosas" y los asedios del tiburón salido de otra caja de Pandora, comenzaron las dificultades. Se acabó la gasolina porque, según dijeron, pues para decir lo que no es verdad si es que la creatividad les sobra, faltaba un aditivo que el tiburón se tomaba como si fuese cerveza y nada nos dejaba. Y llegaron aviones y barcos de Irán, que también tiene años bajo asedio y sanciones, pero tiene de sobra lo que a aquí en Jauja falta, y con ellos los aditivos y la gasolina "necesaria para cubrir las demandas del mercado interno, mientras refinerías arrancaban, pues sólo falta hacerles mantenimiento".

¿Por qué esperaron que llegaran los aditivos para empezar esa tarea?

Pero entonces se dieron cuenta que no sólo eran vainas de falta de aditivos, sino que las refinerías estaban en la bancarrota por el abandono casi ancestral desde que la revolución arrancó, pues ellas habían venido funcionando desde el arranque inicial y sólo por eso. Hasta los tornillos faltaban.

Tuvo de nuevo Irán que enviar gasolina en medio de una turbulencia porque el tiburón no quería que los barcos pasasen y mandó el país persa también todo lo demás que faltaba, como las piezas rotas por el abandono y entre ellas los tornillos, pues antes de eso no se dieron cuenta. Y anunciaron al poco tiempo, tanto que cundió la alegría, que le refinería de Amuay había arrancado y ya estaba produciendo gasolina y faltaba poco para que las otras hiciesen lo mismo.

Hoy, en toda Jauja, las colas para surtirse de una gasolina que no hay son enormes y las hay en todas partes, porque la que mandó Irán ya fue consumida, los barcos que al parecer de allá volvieron arrancar no llegan y las refinerías están en lo mismo de antes, sin arrancar, porque aquí nada arranca y lo que según y que arranca, como los motores económicos, al poco tiempo se apagan por falta de gasolina, sobre todo en la gente que dirige.

Es Pandora con su caja que nos atosiga de males; no es una revolución lo que aquí acontece. Menos mal, que en la Caja de Pandora, cuando al fin ella pudo cerrarla, satisfecha su curiosidad y luego movida por el terror, se quedó adentro la "Esperanza"; el único bien que allí había; y la "Esperanza" es lo último que se pierde.

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