Tristezas del Lago

Lunes, 29/11/2021 10:39 AM

Voy a contarles una historia que sucedió con los inicios

de la industria del petróleo en Venezuela.

Un 13 de noviembre de 1939 la Costa Oriental del Lago de Maracaibo —Venezuela— ardió. Mucho se ha dicho acerca de ese suceso, lo cierto es que el párroco de la localidad denunciaba un par de meses antes el inusual derrame de petróleo, todos acusaban a las transnacionales, muy interesadas en correr a los pobladores ribereñas, para extraer el crudo que se escondía por siglos en esos lados. Esa noche el fuego dejó cinco mil víctimas, tizones humanos chamuscados por las llamas.

En la mañana las imágenes eran las de un sitio de guerra. Presentaron como culpable a Alicia Mendoza, renombrada meretriz dueña del Bar Caracas. Pero aún hoy la verdad se esconde en los vericuetos de la historia, pues los prefectos actuaron y el área quedó sujeta a sus órdenes y como con todos los derrames siempre se hicieron los desentendidos. La estrategia era correrlos a todos y quedarse con aquellas ricas tierras de la Costa Oriental del Lago.

Después de explotar El Zumaque en Mene Grande en 1914, vino Cabimas. Anterior a esto la gente ocupaba los terrenos del pueblo, pero llegaron las grandes máquinas de las transnacionales que, en complicidad con los intendentes, jefes civiles y prefectos, vociferaban que todos aquellos parajes los había comprado la compañía. Todo comenzó a ser desalojado y esas potentes maquinarias demolieron sus hogares.

Todos se vieron obligados a irse a las orillas del Lago y construir palafitos. Allí fundaron sus Muay, caminos que comunicaban sus precarias moradas, pero debajo de sus viviendas iban recibiendo el aceite, era el mene.

Cuando Humboldt y Bonpland hicieron el levantamiento de todos esos sumideros se creía que en el Zulia existían volcanes pues había tanto gas que explotaba naturalmente ayudado por el calor, haciendo grandes cortinas de fuego. Su presión era impresionante.

Pero en las orillas —al lado de los palafitos—, el aceite se acumulaba produciendo potentes incendios que devoraban el Lago de Maracaibo. En sus alrededores se crearon cordones de bares y prostíbulos, en donde muchachas lanzadas por la pobreza a ese terrible mundo, intentaban obtener buena parte del salario que el obrero petrolero —que recibía una paga superior a lo habitual— al salir de su faena derrochaba en los tugurios, garitos y burdeles únicas distracciones a su alcance en esos peladeros alejados hasta de dios. Muchas de esas mujeres, muchas aun niñas, no tuvieron otra opción para ganarse el sustento que ese oficio que las alejaba momentáneamente de la pobreza.

Familias enteras se vieron sin otra salida que no fuera la de desplazarse hacia aquellos terrenos insalubres, pues sus casas fueron barridas salvajemente generando gran malestar a pesar de ser zonas de extensos territorios, sin embargo, el gobierno de ese momento — Juan Vicente el de Gómez— consideró que en nombre "del progreso" había que sacarles de allí.

En esos sitios nacerían los campos petroleros pertenecientes a las grandes compañías petroleras, de los cuales aún existe uno llamado Hollywood. Gozaban de calles, avenidas, alumbrado, asfaltado, supermercados. A pesar de esa bucólica escena, de la cual disfrutaban sólo los integrantes de la denominada "nómina mayor", muchos eran los padres que, en su pobreza, arropados por el manto de la noche saltaban las alambradas para tomar agua potable o algunos mangos, y si alguien era descubierto en esas andanzas era puesto preso y apaleado para que sirviera de escarmiento y freno a otros que pensaran intentarlo.

Tenían aquellos "superintendentes" el poder de mandar a detener y cobrar multas a los trabajadores por cualquier nimiedad, descalabro financiero que, aparte de lo que dejaban de sus sueldos en los bares, sumía a estos individuos y a sus familias nuevamente en la miseria, asediados por el hambre.

Así se desarrollaba la vida en esas comarcas lacustres, como es relatada en la novela del petróleo, género de nuestra literatura en el cual más de ciento cincuenta autores, reflejan tímidamente el daño sufrido en aquellas épocas donde nuestros compatriotas se vieron obligados a sobrevivir entre los juncos y borales a las orillas del Lago.

  • Con este escrito llego a un hito importante para mí, de los mil artículos publicados en esta plataforma electrónica.

Hasta más pronto…


 

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