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Finalizará Barbados con un: ¡Son ustedes, o somos nosotros!

Jueves, 11/07/2019 12:02 PM

"El precio de desentenderse de la política es el ser gobernado por los peores hombres" Platón.

Si queremos un país mejor para todos los venezolanos, hemos de reivindicar el protagonismo como ciudadanos comprometidos, teniendo muy presente que no podemos esperar que la patria cambie de rumbo hacia quién sabe dónde, ni podemos esperar que nos arrastren unos cambios que no deseamos. El venezolano cansado de esta ‘pela económica’ debe exigir el derecho a participar en el diseño de un nuevo país a través del voto transparente, reclamando el papel protagonista que le dio la constitución de 1999.

Tenemos que reivindicar el papel protagónico y el cambio en la manera habitual en que nos enfrentamos a esta crisis socioeconómica que sucede en Venezuela. No podemos permanecer apáticos porque el venezolano tiene mucho que decir sobre si las diferencias, y la diversidad se tienen que gestionar con la pelea, la violencia, o la guerra, o bien se tiene que reemplazar por un proceso más constructivo, como la negociación colegiada, la mediación, la democracia participativa, y la acción no violenta.

Debemos de apostar decididamente por promocionar el dialogo final que se celebra en la Isla caribeña de Barbados, por el reconocimiento del gobierno de Maduro, del otro ubicado en el lado opositor como el legítimo otro. En las actuales coordenadas de un país civilizado, no hay garantías suficientes para construir un país donde los venezolanos puedan convivir con dignidad, respeto y legitimidad. Hoy millones de venezolanos se hallan vagando por el mundo que no han podido convertir en sus hogares, donde la tendencia deshumanizadora de la revolución avanza hacia el debilitamiento de los vínculos sociales, hacia la degradación de la calidad de vida del pueblo venezolano. Apostar por la solución de este conflicto supone apostar por maneras pacíficas de abordar nuestra tragedia, y ojalá este proceso que se lleva a cabo en Barbados contribuya a crear y restituir los vínculos sociales, políticos, y económicos perdidos, y a la recuperación del sentido de la venezolanidad, junto a las relaciones humanas más auténticas y plenas.

Si queremos un "país potencia", la ‘revolución’ debe abandonar su visión totalitaria de gobernar. A menudo el fanatismo extremista tiende a aplicar cualquier fenómeno como si sólo existieran un solo extremo, bueno, verdadero, blanco..., sin admitir la posibilidad del otro, y menos términos medios. Adoptar el unilateralismo supone la adopción de juicios simples y superficiales.

Uno de las decisiones totalitarias del estalinismo marxista más corrosivas por los cuales se rige el gobierno de Maduro es el que establece: yo tengo la razón, tú estás equivocado. Así no hay posibilidad alguna de matizar. La convicción de tener siempre la razón absoluta es el fuelle ideal para avivar el fuego de salidas violentas en cualquier proceso conflictivo. Porque el gobierno, y la ANC siempre dicen el tener la razón, y cualquier decisión suya será siempre legítima, incluso cuando utiliza a las fanb, faes, y colectivos para la violencia y la coacción. Del mismo modo, la interpretación o concepción del conflicto también es dualista. Partimos casi siempre del supuesto de que toda situación conflictiva presenta únicamente dos lados enfrentados. Casi siempre se piensa que ante un conflicto únicamente hay dos posiciones posibles: a favor o en contra. Gobierno y oposición.

Para contrarrestar este maniqueísmo, para erradicar este falso esquema dualista de que es gobierno-oposición, queriendo apartar o echarle tierrita al 90% del pueblo venezolano que sufre por esta tragedia es esencial concebir que todo puede ser de otra manera. Esto no puede ser un dialogo de mala fe, el mantener que en los asuntos tratados en los diálogos anteriores, no hay más que una alternativa, o una única solución que las que lleva el gobierno. Hemos de poner en cuestión que sólo exista una lógica posible de hacer las cosas. Tener voluntad de ser protagonista en este conflicto supone tener la voluntad de trascender al unilateralismo totalitario, y navegar con comodidad por el posibilismo de las alternativas democráticas.

Trascender a esta perversión ideológica en el ámbito del conflicto significa no olvidar que cualquier razón a lo Jalisco es una verdad parcial, ambigua, tentativa y mezclada de vivir en distopia. También supone considerar que en todo proceso conflictivo hay presentes más de dos lados: ninguna disputa acontece en el vacío, porque existe una sociedad: compuesta por familias, ongs, los anfitriones, los mediadores etc...- que no se inclina por ninguno de los protagonistas e insta a las partes al diálogo y la paz para superar el crónico conflicto. Si queremos una Venezuela mejor, debemos recuperar el arte perdido de conversar, de dialogar, de escuchar; debemos de restaurar de nuevo la palabra, hasta donde sea posible como herramienta pacífica para afrontar esta tragedia venezolana.

Los verdaderos políticos de este siglo XXI serán los hacedores de la paz, que apuestan decididamente por erradicar la violencia, y que estén dispuestos a cambiar pacíficamente las estructuras injustas de Venezuela. Se debe abandonar el sueño del control social del pueblo venezolano porque la aspiración a convivir pacíficamente en nuestro país es esencial y urgente para la supervivencia de la venezolanidad. Si queremos profundizar en la ética de mejorarle su calidad de vida, hemos de cultivar una cultura en la cual las disputas más graves se gestionen no con la fuerza y la coacción, sino con el empeño armónico de todos los venezolanos. No queremos una salida violenta de supervivencia donde más del 80% del pueblo venezolano, le diga al minusválido gobierno militar, buscando acabar con esta tragedia y sobrevivir: ¡Son ustedes o somos nosotros!

No estoy hablando de diálogos al vacio, quiméricos o utópicos en pos de una Venezuela mejor. Los dialogadores por la paz en Barbados saben que en sus manos no están las soluciones a todos los problemas del país, pero también ellos saben que ante los problemas de la nación ellos aportan sus buenas intenciones.

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