Sin puntos y sin comas

Martes, 20/08/2019 01:18 PM

En la Venezuela madurista donde los periódicos impresos van desapareciendo y donde los medios independientes además de carecer de papel y estar ahogados económicamente o bloqueados por CONATEL, CANTV o cualquier instancia del gobierno con poder para hacerlo, donde las radios son bloqueadas y los programas censurados, los actos públicos de algún comediante es censurado y donde los actores de teatro son perseguidos y detenidos, donde los periodistas de ayer como Earle Herrera son solo una caricatura y ejercen un periodismo complaciente y lastimero. Si en nuestra nación con un gobierno donde aun con censura, desaparecidos, torturados, miles de asesinados por los organismos de represión del Estado, las personas siguen resistiendo, batallando, luchando por hablar, decir, gritar y se organizan de manera tímida, pero se organizan. En esta nación de la cual formamos parte vale la pena leer algunos textos que son tan vigentes como ayer sin puntos y sin comas Alfredo Maneiro y Ernesto Cardenal. Por cierto este último o sea el Poeta Cardenal que es acosado por el gobierno de Daniel Ortega y cuya persecución es silenciada o pasada por alto por los poetas orgánicos, dependientes, seguidores, abyectos, complacientes, adulantes del gobierno de Nicolás Maduro y su cúpula Militar.

El desespero/ Alfredo Maneiro

No van bien las cosas. No van bien las cosas del común, con unos gobernantes de segunda y con una oposición de tercera. Con una clase política que no sólo es incapaz de enfrentar creativamente a los problemas políticos, administrativos, sociales, culturales y de todo tipo que el país tiene planteado, sino que carece de la voluntad para hacerlo. Reseñar esto parece abundar en un lugar común. Lo que creo un raro lugar es constatar el reciente carácter general del malestar: a un pueblo abrumado por el errático gobierno, se suma ahora un gobierno aturdido; por su propia incompetencia. Vale la pena; entonces. Detenerse, en este universal desasosiego.

Lo que el pueblo en general ha tenido y tiene que aguantar, habría bastado en una comunidad más impaciente, para hacerle sobrepasar los límites de la prudencia. Aquí, sin embargo, salvo casos aislados, desfasados de la voluntad mayoritaria, el común de la gente, demócrata contra viento y gobierno, está demostrando que no le tumban fácilmente su esperanza de lograr una conducción más sensata y digna para los asuntos del Estado.

De hecho, lo que este pueblo soporta. Cotidianamente sin perder la calma despeja cualquier duda que pudiera tenerse acerca de su capacidad de aguante. Innecesario enumerar las condiciones adversas a las que se le somete. Es visible la desproporción entre las altas posibilidades que una sabia gestión hubiera aprovechado para, invertir el signo de esas condiciones, y los miserables resultados que este gobierno está ofreciendo al país. Las exigencias que la misma realidad plantea como de solución posible e inmediata, se ven respondidas por decisiones y logros que, lejos de contribuir a despejar el camino de la necesidad, nos refieren a un futuro cada vez más incierto a través de un pésimo presente. Eso es así, tan cierto como la resistencia del pueblo a perder la fe en la posibilidad de una acción efectiva, que sepa corregir los desastres del manejo de las cuestiones públicas sin tener que recurrir a vías que traspasen los límites de la Constitución y de las buenas maneras. En el conjunto de la ideología democrática, ese es, por cierto, el aspecto que más hondas raíces tiene y más afianzado está en la conciencia ciudadana: el de la confianza en que por las vías pautadas, puede darse un vuelco a una situación ingrata; que es cuestión de esperar el momento en que la garantía democrática basada en la elección periódica, permita desprenderse de un gobierno particularmente infeliz, y asume como propia la sentencia de Kafka, que califica la impaciencia como el pecado original del cual se derivan los demás. Para decirlo en el lenguaje de la calle, se hace evidente que este pueblo no cae en provocaciones, no cae en las provocaciones de su gobierno ni tampoco, ampliando un poco más el radio de responsabilidad, en las de la clase política en general.

No hay duda. El pueblo es paciente y confiado. Con razón o sin ella se siente dueño de los mecanismos de respuesta establecidos y confía en la capacidad de utilizarlos adecuadamente. Es empujado hasta; el borde del desespero; más no se desespera; conserva la cabeza despejada para estar atento al diseño del porvenir sin caer en provocaciones.

Pero ahora que una relativa escasez convoca a la seriedad que no se tuvo en la abundancia, ahora, cuando ocultas podredumbres salen a la luz y cuando la realidad petrolera revela que la firmeza y el piadoso paternalismo eran sólo fanfarronería. Ahora, en fin, que el malestar alcanza también al gobierno, hay derecho sin duda a preguntarse si éste va a tener la misma capacidad de aguante frente al desespero, si va a corresponder a la lección que el pueblo ha dado.

Cabría preguntarse si, además de todos sus errores, el gobierno sería capaz, ahora, de desesperarse, impacientarse y tirar palos de ciego en un vano pero peligroso intento de disimular su propio y auténtico fracaso. Es para preocuparse. Acabamos de ver cómo el gobierno argentino embarro una reivindicación histórica porque, a la desesperada, la concibió como el pretexto para una operación de diversión. Hablando de gobiernos desesperados, cabría esperar que al nuestro no le diese por inventar algún tipo de juego, grande o chiquito, con la misma intención de desviar la atención. Porque hasta ahora, la irreflexión ha sido cultivada sobre todo en el use de una cuantiosa renta. Sería triste cosa, y peligrosa por cierto, que faltando el dinero la irreflexión busque nuevos espacios.

Unos Salmos de Ernesto Cardenal.

SALMO 1

Bienaventurado el hombre

que no sigue las consignas del Partido

ni asiste a sus mítines

ni se sienta en la mesa con los gangsters

ni con los Generales en el Consejo de Guerra

Bienaventurado el hombre que no espía a su hermano

ni delata a su compañero de colegio

Bienaventurado el hombre que no lee los anuncios comerciales

ni escucha sus radios

ni cree en sus slogans.

Será como un árbol plantado junto a una fuente.

SALMO 5

Escucha mis palabras oh Señor

Oye mis gemidos

Escucha mi protesta

porque no eres Tú un Dios amigo de los dictadores

ni partidario de su política

ni te influencia la propaganda

ni estás en sociedad con el gangster

No existe sinceridad en sus discursos

ni en sus declaraciones de prensa

Hablan de paz en sus discursos mientras aumentan su producción de guerra

Hablan de paz en sus Conferencias de Paz

y en secreto se preparan para la guerra

Sus radios mentirosos rugen toda la noche

Sus escritorios están llenos de planes criminales

y expedientes siniestros

Pero Tú me salvarás d sus planes

Hablan con la boca de las ametralladoras

sus lenguas relucientes son las bayonetas

Castígalos Oh Dios

malogra su política

confunde sus memorandums

impide sus programas

A la hora de la sirena de alarma

Tú estarás conmigo

Tú serás mi refugio el dia de la Bomba

Al que no cree en la mentira de sus anuncios comerciales

ni en sus campañas publicitarias ni en sus campañas políticas

Tú lo bendices

Lo rodeas con tu amor

Como con tanques blindados

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