El FMI, el marido engañado y su sofá. ¡Cuándo veas las barbas de tu vecino arder…!

Martes, 29/10/2019 04:32 PM

Todo el mundo sabe el viejo cuento del marido que habiendo sorprendido a su esposa, engañándole con otro, en el recibidor de su apartamento y en el habitual sofá, optó por vender éste y todo lo dejó como estaba, hasta el color de las paredes y los cuadros que estas adornaban . ¡Santa palabra!

Carlos Andrés Pérez, llegó a Miraflores por segunda vez con una montaña de votos que nunca antes presidente alguno había alcanzado. Si mi memoria no me traiciona, diré que obtuvo el 65 % de los votos depositados. En su primer gobierno, época de bonanza petrolera y una relación cambiaria de Bs. 4.30 por dólar, de cuando el venezolano acuñó aquella frase de "ta´ barato" dame dos, el venezolano asoció aquello al personaje. Bajo los gobiernos posteriores de Luis Herrera Campins y Jaime Lusinchi, la situación cambió radicalmente y empezamos a experimentar una forma de vida deplorable, aparte que adquirimos una deuda gigantesca, que implicó que el gobierno nacional cometiese el descomunal disparate de asumir como suya la correspondiente a los empresarios privados, quienes para más señas actuaron como representantes de aquél en los trámites con los acreedores. Algo así como poner a zamuro a cuidar carne o cobrar y darse el vuelto.

Por todo aquello, cuando Pérez regresa al poder, con aquel gigantesco respaldo, sus votantes esperaban el milagro de volver a los viejos tiempos. El acto de toma de posesión de esta segunda vez, fue más apoteósico que el anterior, tanto que se le llamó "La Aclamación". Su entonces amigo Fidel Castro Ruz, volvió a Caracas para estar entre quienes le acompañaron en aquel memorable acontecimiento.

Por ese liderazgo, de aquel hombre de "La Gran Venezuela", consigna de su primer gobierno cuando nacionalizó todo lo que se le puso por delante, sobre todo empresas quebradas que sus dueños ansiaban salir de ellas, tal como sucedería en Venezuela con posterioridad, sólo que a él, por eso nadie le llamó "comunista" y menos hubo quien sintiese amenazada su propiedad privada, pensó, como pensaron sus asesores, que podía darse el lujo de tomar cualquier medida de "ajuste" porque le sobraba sustento político y de masas.

Y el cuento es conocido. El presidente que el día anterior era adorado y por demás aplaudido por las multitudes, fue objeto de la más contundente protesta habida en la historia nacional. En las primeras horas de la mañana, un pueblo que había oído el discurso de toma de posesión, en el cual hizo alusión a las medidas que vendrían, sin dar muestras de inconformidad alguna, estalló de manera casi espontánea al enterarse de los nuevos precios del transporte. Hubo miles de muertos. Y el balance de los acontecimientos dejó claro que en ellos no hubo participación alguna de grupo o partido político. Fue una reacción multitudinaria y de estricto origen popular contra lo que se llamó el paquetazo neoliberal, impuesto por el FMI. El alza del pasaje fue la chispa que desató todo aquello. Y llegado aquí, por algo que dijo Moisés Naím, quien estuvo en ese gobierno, pero refiriéndose a los acontecimientos en Chile, en ese entonces no existían los medios de comunicación de ahora. Solamente a alguien se le ocurrió comentar que por el hecho que algunas televisoras transmitiesen imágenes de lo que se llamó el "Caracazo", ese fenómeno se expandió por todo el país.

Nadie, pocas horas antes de aquel estallido, podía imaginar que un presidente votado altamente y aplaudido por las multitudes, en pocas horas, pasase a ser repudiado en la misma magnitud.

Pero el pueblo, en esto hay que estar muy claro, no salió a protestar por ni en contra del FMI, sino por las medidas económicas que dañaban sus condiciones de vida y pulverizaban su salario.

Es cierto, el FMI es un ente financiero que, como todo prestamista, impone sus reglas para garantizar el regreso de su dinero y con buena ganancia. Pero no es él quién aplica las medidas. Los grupos empresariales nunca protestan o se oponen a ellas, porque están concebidas para que no los afecten, por el contrario, en el acuerdo siempre son beneficiados.

El pueblo poco sabe de los intríngulis de esas negociaciones; llega a saber de ellas cuando siente le meten con violencia las manos en los bolsillos o cartera y los movimientos de las tripas. En esas circunstancia reacciona como lo hizo cuando el "Caracazo", en Ecuador por el aumento de los combustibles impuesto por Lenin Moreno y en Chile todo, empezando por los nuevos precios del metro y toda la desigualdad que existe en el pueblo de Pablo Neruda, que hasta Piñera reconoce, llegando al extremo de pedir perdón por toda aquella injusticia.

Los "analistas" de derecha que buscan explicación a lo sucedido en el sur en una conjura comunista, lo que es como un volver a aquellos aquelarres de brujas, quedan desmentidos, hasta como dijimos, por Piñera mismo y toda la prensa internacional que atribuyen aquello a factores estructurales de la sociedad chilena.

Y esta superficial e inexacta, hasta fantasiosa explicación, pareciera coincidir en algunos aspectos, con la dada por algunos factores de izquierda en un intento de "curarse en salud". Por algo los extremos se tocan y en Venezuela hay como demasiadas pruebas para decir que hasta en mucho se parecen.

Parte de la izquierda venezolana, la que está en el gobierno, se regodea y hasta satisface narrando que aquello sucedido en el sur, como lo que le pasó a CAP, es una reacción contra el FMI. Sería entonces una respuesta muy intelectualizada, elitista que sabe a ciencia cierta el significado del ente financiero y donde los factores relacionados con el salario y la precariedad de la vida ni cuentan. Es, según ellos, como una respuesta vanguardista "al prestamista del gran capital".

Llegado aquí, quiero hacer referencia a un acontecimiento producido en Cumaná unos años atrás, con las mismas características que no estuvo asociado al FMI sino a la escasez de harina de trigo y el elevado precio del pan.

Entonces, seguro estamos que el esposo engañado, no dejó de seguir siéndolo por aquella medida como infantil, ajena a la naturaleza del asunto, como la de vender el sofá donde halló a su mujer acostada con otro.

Esa ola de inconformidad que no sólo es en Chile, Ecuador, Haití y que en la Argentina se manifestó votando por Fernández y en contra de Macri y hasta en Colombia donde el hijo pródigo de Medellín, Álvaro Uribe Vélez, perdió las elecciones en su propio pueblo, no se explica en el convencionalismo de una reacción contra el FMI. Como que si yo no me comprometo y endeudo con el prestamista, mis gobernados estarían dispuestos a subliminal, aguantar hambre y toda clase de privaciones y mantenerme en el poder a cambio de ofertas que ni como narrativa tienen valor y fuerza.

La ola de protesta, de inconformidad que se viene despertando de distintas maneras, según las circunstancias, por elemental lógica obedecen a la problemática que padece el pueblo. Darse por ajeno a ese peligro porque entre nosotros no está el FMI, pero si el hambre, el salario más bajo del mundo y muchas de las cosas de "La Caja de Pandora", es un garrafal error y hasta un análisis demasiado pueril. A lo mejor, pudiera ser, quién sabe, el drenaje de la migración no funcione como pudiera esperarse.

Neoliberalismo, en esencia, es desmedida distancia entre el ingreso del trabajador y sus necesidades básicas, falta de servicio de salud, gratuito y eficiente y otros malestares que pueden encontrarse en sociedades que no se definen como tales; por eso América Latina le está diciendo no a esas deficiencias sin importar el manto que las cobije.

¡Cuándo veas las barbas de tu vecino arder pon las tuyas en remojo!

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