Los milagros amaneceres del Orinoco

Miércoles, 20/11/2019 01:25 PM

"Nuestra gran tragedia cultural de pueblo radica en haber llegado sin llegar. Vale decir, en haber usurpado posiciones que no nos correspondían por derecho propio. Sino falta plena contra nuestro deber social, contra la sinceridad que nos reclama la propia del pueblo que somos parte. Hemos buscado el fácil camino de tomar por anticipado los sitios que reclamaban la sistemática de un esfuerzo lento y mejor orientado. Presumir, no en su corriente acepción de vanagloriarse, si no en su soterrada significación de anticipo de la hora, ha sido la tragedia cuotidiana, menuda y persistente que ya vivido nuestro pueblo a todo lo largo de su dolorosa y accidentada historia. La vía del a santo y de la carrera para llegar más presto a sitios que reclamaban una idoneidad responsable. Llegar por donde sea y como sea. Torcido o recto el camino da lo mismo, siempre que conduzca al deseado fin. Llegar a la casa por la puerta principal o por la puerta secundaria".

El cambio social se manifiesta como una brecha que nace en una gran pared. No puede verse sólo la brecha ni puede verse solamente el muro supuestamente integro. La brecha marca la posible tendencia, pero la pared también formas parte de las obligaciones sociales. ¿Puede trabajarse al tiempo en la pared y en la brecha? En Venezuela los políticos nacen viejos y para serlo joven, es preciso haber sufrido una gestación en el vientre materno nunca inferir a los treinta años". Nacer viejo, bajo el signo de la prudencia culpable, calculista, interesada.

La sistematización individual del esfuerzo es sustituida por el afán de obrar. Correr, más que andar, ha sido la consigna colectiva de trabajo y como consecuencia de la precipitación en asumir intelectivamente lo que debiera llegar al final de una racional sistemática, hemos caído en la obra improvisada de los perseguidores y de los genios frustrados que pretenden suplir con la suerte o la audacia lo que sólo se alcanza mediante una lenta y progresiva preparación sobre los yunques del estudio y de la autovigilancia responsable.

La falsa imaginación, el exceso de vanidad y la falta de veracidad han creado entre nosotros una larga serie de mixtificaciones. Y no es política ni obra del pueblo esa andar alcahueteando la mentira. Y la disciplina, al confundirse con el servilismo y el silencio, ha restado acción a muchos del pueblo.

Llegar a una posición determinada, en la vida política, social intelectual del país, sin llegar realmente a lo que eso posición significa y entraña: he allí una tragedia nacional. Tal cosa se ha hecho posible por la crisis de la política. No sólo sino en muchos aspectos, somos "un país sin jerarquías", empleando el termino, no en el sentido de las castas ni de los privilegios–que desde luego nos repugna–si no en el de colocar a cada cual en el sitio que se merece de acuerdo con sus obras, con su aporte al progreso colectivo.

Toda generación está animada de un anhelo de Justicia; pero no todas pueden cumplir ese anhelo, porque unas se olvidan de la tradición, deslumbradas ante ejemplo que ofrecen lejanas latitudes de conciencia histórica, desdeñan sembrarse sobre los que poseen. Por eso la deuda de unas generaciones con respecto a las siguientes consiste en la falta de continuidad histórica, en la ausencia de ejemplos que ofrecer.

A veces el pueblo se separa y sirven opuestos intereses, corriendo peligro el ideal de progreso tal ocurre cuando el régimen de vida no se compagina con la situación política. Se recurre entonces, para anular la posición, al fraude, al engaño, a la demagogia, como sistema político, ¿con armas tales podría asegurarse una victoria?

Don Mario Briceño Iragorry.

¡La Lucha sigue!

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