No es demócrata nada. Es un aprendiz de dictador que amenaza con graduarse muy pronto, exhibiendo sobresalientes calificaciones. Tampoco juega limpio, como lo ha demostrado en reiteradas oportunidades. Dice una cosa, se enlista en una promesa y -con su rostro muy lavado-, olímpicamente la incumple.
Lo que sí es, y quedó demostrado el pasado viernes, es que no tiene tamaño para lo cobarde que es. Se hizo pupú los pantalones y se refugió bajo el colchón, apenas escuchó en Bogotá las voces del pueblo que amagó con proseguir la jornada cívica iniciada el día previo con el paro nacional contra el maldito neoliberalismo que lentamente ahoga sus esperanzas de vida.
Desde su apestosa y amarillenta guarida dictó la única orden que conocen quienes, como él, pintan con excremento el derecho colectivo al reclamo: someter a la capital del país a un tenebroso toque de queda. Más de siete millones de personas fueron víctima de una prisión domiciliaria inmerecida, surgida del único método al que tienen acceso mentes macabras como la suya: la represión.
Iván Duque, el hombrecillo que ofende al gracioso Porky con su impresionante semejanza y cuya vileza empleó para engañar al mundo presentando en la ONU pruebas falsas contra la República Bolivariana de Venezuela, se despojó del minúsculo antifaz que a duras penas se sostenía de su marrana nariz, para despejar cualquier duda sobre las razones del origen de la prolongada guerra que desde hace más de 50 años sacude a ese hermano país. Con plomo, sangre y muerte (han fallecido tres personas al momento de redactar este artículo. Otra permanece en estado de gravedad), intentó castrar el derecho humano de la población a manifestar por el descenso en su nivel de vida, consecuencia de las políticas salvajes diseñadas por Washington contra ese suelo bolivariano.
A estas alturas, y luego de "evaluado" el balance obtenido, seguramente ya decidió cuáles serán las embestidas "democráticas" que ordenará para intentar aplastar las movilizaciones que las mayorías neogranadinas continuarán encabezando porque, a diferencia de lo que pueda imaginar, ese polvorín ya se encendió.
Mejor le resultará buscar más (muuucho) papel higiénico, y un catre más alto en el que pueda acumular el nauseabundo producto de su pánico a la historia.
¡Chávez vive…la lucha sigue!