Que el PSUV haya pactado con el equipo de corruptos impresentables (no sé si han robado, pero la corrupción humana va más allá de lo crematístico) que encabeza José Parra, nuevo presidente de la Asamblea Nacional y antiguo escudero yaracuyano de Julio Borges (hasta hace poco) no debería sorprender a nadie. Estamos hablando de política, una actividad que a veces obliga a tragar grueso y sentarse con cualquiera a negociar, así sea con el pañuelo en la nariz. Lo más probable es que en lo inmediato esta hábil jugada le salga bien al Gobierno, a pesar del pataleo de Guaidó y sus acólitos. Lo que puede preverse es la designación de un nuevo CNE y elecciones parlamentarias en breve plazo.
El resultado de esta elección está por verse, la composición final de la nueva Asamblea Nacional dependerá de algunos factores que aún están conformándose: ¿participará toda la oposición? ¿Habrá mejoría sensible en la situación económica en los meses venideros? ¿Funcionarán eficientemente la campaña y la maquinaria electoral del PSUV? ¿Cuál será el nivel de abstención? ¿Qué tipo de mayoría obtendrá el partido de Gobierno, si es que la obtiene? ¿Cuántas fracciones parlamentarias se constituirán y cuál será la correlación de fuerzas? Yo no vivo de consignas ni de conceptos rutinarios, no soy ni optimista ni pesimista, pretendo ser realista, pues considero que la realidad no se somete a teorías ni predicciones, es una presencia universal con su propio peso y su propia dinámica, eso está harto demostrado por la Historia.
Ahora bien, por otra parte, se sabe que la opinión pública no responde a las realidades sino a las percepciones. No importa lo que hagas o lo que pienses, tu imagen será producto de sensaciones que se imprimen en el inconsciente de las personas a través de reflejos y proyecciones. Esto no podemos dejarlo de lado en el caso que nos ocupa. Salvo para las minorías lineal-pensantes del PSUV y de la derecha extremista, para los demás ciudadanos, que conforman la mayoría (más allá de que se inclinen hacia el Gobierno o hacia la oposición), lo que se ha visto en estos días en la Asamblea Nacional es un bochorno del que no queda santo con cabeza. Son escenas que reflejan (con verdad o sin ella) una degradación de la política, percibida como pasto de las negociaciones de trastienda y de la compra de conciencias, con dinero o con promesas y posiciones relevantes. Por supuesto, es comprensible que el Gobierno se aproveche de las profundas contradicciones y divisiones de los adversarios, eso es indiscutible. Pero si esa habilidad no se hace acompañar de un redimensionamiento de la relación con las mayorías, nada puede evitar que el chavismo, a la corta o a la larga, sea estigmatizado por el pueblo como parte de la "raza maldita" de los "políticos". Al fin y al cabo, hemos llegado a esta situación de hoy, a estas negociaciones acaso necesarias pero no por ello menos turbias, por causa de errores de vieja data que persisten tercamente. Si no se me cree, recordemos de dónde vienen estos vientos.
Todo esto tiene su origen en una fecha emblemática: el 6 de diciembre de 2015, cuando la derecha le dio una revolcada descomunal al chavismo en las elecciones parlamentarias. Aún recuerdo la arrechera de Cabeza e’ Mango después de aquel resultado, cuando se quejaba a voces de que el análisis de la derrota lo iban a hacer "los mismos diez carajos" de siempre. Pero ni siquiera eso, se habló de crítica y autocrítica, de las 3R al cuadrado y hubo golpes de pecho de diferente calibre. Pero las aguas bajaron, se pasó la resaca de la derrota y todo volvió a ser como antes. Los errores siguieron siendo los mismos y algunos hasta se profundizaron: burocratismo, sectarismo, dogmatismo, sordera.
Hemos salido de todas las hondonadas gracias a la astucia y la habilidad política de los dirigentes, y eso hay que felicitarlo, pero las aguas siguen corriendo bajo los puentes y no sabemos a dónde nos van a llevar. Lamentablemente, estos dos tipos insufribles, Guaidó y Parra, son subproductos del chavismo e hijos bastardos de nuestros errores. Es verdad que hemos estado bajo acoso, pero también que en 2015 dejamos al pueblo abandonado en las colas mientras nosotros nos ahogábamos en nuestra sempiterna burbuja ¿Será que el pueblo sigue solo y nosotros mirándonos el ombligo? No lo afirmo, lo pregunto para que cada cual reflexione. Preguntas parecidas hice en 2015 antes de la elecciones y nadie me respondió. En todo caso, si no damos de verdad el golpe del timón, en algún momento del futuro, no necesariamente cercano, nos espera otro 6 de diciembre tan fatídico como aquel.