La izquierda, debe dejarse escuchar y formar un Nuevo Orden de carácter popular

Viernes, 31/01/2020 04:29 PM

La democracia política ha hecho muy poco, hasta el día de hoy, mostrándonos su gran desnudez y confesión en la Cina antigua. Las rebeliones campesinas venían a parar a menudo en el remplazo de una dinastía decadente por otra nueva y vigorosa, es decir, en una restauración social de la misma estructura vieja. Antes de fijarse en el campesinado era necesario enfocarse en la sociedad entera.

Ninguna estructura social puede ser del todo inerme a las tendencias revolucionarias surgidas en el curso de la modernización. Debemos entender que algunas sociedades son más vulnerables que otras.

Las leyes en mi país, evolucionan muy lentamente, de allí que la realidad resulta ser completamente histórica. La gente desoye la Palabra Sagrada y desconoce que existe un Nuevo Orden, pero, a la vez, hay un grupo mínimo de ciudadanos, (as), que reconstruye con minuciosidad el auge del historicismo, una modalidad de múltiples perspectivas de índole holística y dinámica de representar la historia y la realidad.

Estamos en un proceso político llamado nacionalismo/socialismo y que constituye una alternativa en el realismo de la ficción en un mundo fragmentado que busca y desea unificarse en el criterio moderno como contemporáneo de las perspectivas originales del universo alemán y ruso. Donde las luchas de clases, industrialización, y expansión económica unida al malestar moral de la sociedad busca su propio estilo, superando la realidad de la época y la anulación de las tradiciones.

En China y Rusia, el establecimiento del orden público marco el comienzo de un proceso que culminaría en revoluciones campesinas. Las burocracias agrarias de esos dos países el medro de una clase de comerciantes y fabricantes independientes, simplificando, podemos decir que, al faltar una revolución burguesa se dio una campesina que le dio paso a la modernización totalitaria, en cambio, el desarrollo japonés siguió un curso muy distinto, más próximo a Alemania. Lo que había resultado de todo ello en la tercera década del Siglo XX, se asemejaba mucho al fascismo europeo.

El Japón sucumbió andando el tiempo al fascismo que lo condujo a la derrota. Así, le ocurrió a Alemania, no quisieron entrar al escenario revolucionario.

La historia del mundo asiático y del Medio Oriente no está acabada.

En América Latina se nos hizo daño con la tributación británica, lo que trajo un gran estancamiento económico y comercial.

De un régimen a otro, hay cambios políticos y estadios en los sujetos. Los cuales dejan una huella profunda en la comunidad y, en mi país no se ha hecho otra cosa que recoger lo que dejaron las generaciones pasadas.

Aquí, nunca se han simplificado y ejecutado las teorías del marxismo, ya que no han logrado controlar el desarrollo económico y, quienes ejercen mecanismos de control a las estructuras sociales, se dejaron rebasar por el pranato y los conflictos con el país hermano, Colombia, cuando en esencia somos la Gran Colombia o antigua Nueva Granada.

La única salida posible a este dilema fue y es, el militarismo. Que implicó a las clases altas e intensificó un sistema de conflictos para mantenerse en el poder a través de un pacto cívico- militar y, que en tiempos antiguos llevó a Mao Zedong a estabilizarse mediante la revolución cultural. Esto, para avanzar en el campo industrial, luego de expropiar algunas industrias y tierras agrarias.

Entonces, no hay diferencias con las revoluciones actuales de carácter contemporáneo. El fascismo en parte no fue creado por los alemanes, sino que partes argumentativas de los reaccionarios rusos que junto a unos chinos acordaron romper con la historia y, con el campesinado y los agraristas de la misma territoriedad asiática. El síndrome fascista surge cuando aparece en respuesta a las tensiones del industrialismo ascendente, sin necesidad de un fondo social y cultural específico y, como reacción a un débil impulso hacia la democracia parlamentaria.

Ahora bien, los campesinos rusos siempre fueron verdaderamente revolucionarios y con una mente de progreso, una fuerza en un solo bloque.

Luego, el fascismo adquirió mayor fuerza en Alemania. .

El campesino, siempre ha sido la imagen de la derecha radical en cuanto a la ideología, por esto es fundamental estar pendientes de la base popular y desmentir a las falacias, porque la izquierda esta obligada a hablar en la sociedad y participar como un estandarte de un movimiento popular.

¿Y qué decir de aquella advertencia martiana de que una nación no se funda como se manda un campamento? O su máxima de que "la Patria es ara y no pedestal". Sería bueno que se la aplicaran a personajes como José Ramón Machado Ventura o Ramiro Valdés —por solo citar dos casos—, lo cuales en uno u otros cargos llevan más de 60 años encaramados en el trono de la nación.

A todas luces, el castrismo ha despojado a Martí de su condición de símbolo patrio para convertirlo en un estandarte de su ideología totalitaria. Por ello es comprensible, y también lamentable, que muchos jóvenes culpen al Apóstol por el actual estado de cosas en la Isla. Y, por eso, igualmente no es aventurado destacar la cuota de responsabilidad que cabe a los gobernantes cubanos por acciones como la de Clandestinos y cualquier otro hecho que atente contra la imagen de los padres fundadores de nuestra nación. Porque tampoco hay que olvidar que las nuevas generaciones de cubanos han crecido bajo el bombardeo mediático de que la revolución cubana ha sido una sola, desde 1868 hasta nuestros días. Equiparando así a Carlos Manuel de Céspedes con Fidel Castro.

Se quiere evitar lo de Mao, y Evo, lo de Fidel en Cuba, la izquierda debe formar liderazgos

que se roten en el tiempo bajo un temario común para el crecimiento del Estado, como tal.

Recuerdo los tiempos en que un erróneo concepto de modernidad, junto con la codicia derivada de la especulación en torno al valor del suelo, causó la desaparición de valiosos monumentos arquitectónicos preservados en nuestras ciudades. A la Revolución se debe, en gran medida, la implantación de políticas orientadas al reconocimiento de la importancia de este legado y el diseño de acciones concretas para su rescate y restauración. Nuestros centros históricos cobraron nueva vida y se expandió la conciencia de su importancia.

Con el paso de los tiempos, generaciones sucesivas han seguido entregando construcciones que constituyen aportes indiscutibles a nuestra cultura progresista, obras relevantes y conjuntos urbanos notables. Nosotros también lo hemos hecho. El patrimonio no subsiste en un ayer congelado. Es testimonio tangible del recorrido de la historia.

Pero, el presidente Maduro inaugura obras e inmediatamente son destruidas, es de locuras, nos dio el Petro y rápidamente doblaron los precios y los vendedores no tienen registro de comercio y patente, más no pagan impuestos, es una guerra psicológica.

La posesión de un significativo patrimonio documental no es solo privilegio capitalino. Existe en todo el país, allí donde hubo periódicos de amplia o escasa circulación, donde escritores y artistas dejaron manuscritos, partituras, apuntes que testimonian su proceso creador, correspondencia reveladora de angustias personales y de redes de relaciones; allí donde hubo teatros y fueron quedando los textos de las obras representadas, allí donde se construyó y subsisten los planos originales, allí donde los registros notariales guardan el entramado secreto de la historia económica.

Aquí y allá, el transcurso de la Revolución también ha ido haciendo historia. Sustrato de los grandes acontecimientos, la marca de los cambios en el pensar y el hacer está en los numerosos documentos que hemos ido dejando, en la evolución de la prensa, en las revistas culturales y científicas, en publicaciones especializadas de organismos gubernamentales. Impresos en papel de pobre calidad, los periódicos de ayer subsisten en condiciones de suma fragilidad. Preservar y restaurar la enorme papelería acumulada es imprescindible, requerida de recursos y de la atención de expertos. El desarrollo de nuevas técnicas acrecentó el ámbito de los registros patrimoniales. A su valor artístico intrínseco, la fotografía añade la capacidad de captar para la eternidad el paso de lo efímero. Sus imágenes recogen el modo de vestir y de comportarse en otro tiempo, la visión de los edificios hoy desaparecidos, la constancia de lo frívolo y de lo trágico, del batallar de las manifestaciones estudiantiles y de las grandes concentraciones masivas en nuestra Plaza de la Revolución, donde la catira Lina Ron se implanto con su equipo. Más tarde llegó el cine, con desafíos renovadores en el campo del arte y de la comunicación y posibilidad sin precedentes de preservar la vida en movimiento

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