El título recoge un debate que se da en los medios; unos asustan a la gente con la pandemia, más de lo que esta misma lo hace, porque según ellos es una maniobra del "comunismo" para apoderarse del mundo. Algo así como una invasión extraterrestre. Tomando en cuenta que estos, de existir y con ánimo de invadirnos, están demasiado lejos y los comunistas, si uno exagera un poco, pudiera decir que si no dejaron de existir, es poco el hálito de vida que les queda. Pero sucede que lo que sí parece haber resucitado es el mackartismo, aquella tendencia a calificar de comunista a todo aquel que se haga portavoz de una consigna por la justicia social, como ahora se hace con Sanders en EEUU.
Unos cuantos días atrás, el coronavirus estaba asediando a China y uno se le tomó a la ligera "porque esa vaina es muy lejos" o "eso sólo le da los chinos". Hasta hubo quienes, como para sentirse seguros, teniendo chinos cerca, la tomaron con estos. Tanto fue esto último así, que se creyó que la simpática chinita del abasto cercano a mi casa, que tiene más de 5 años que no va a China, por ser asiática, portaba el virus digamos que como genéticamente.
Se dice que, desde Japón, como resultado del colapso de plantas nucleares, por el Atlántico, masas de aguas cargadas de radioactividad viajan hacia las costas de San Francisco, que uno sepa, como esa vaina es muy lejos, todavía no han llegado y eso que llevan tiempo navegando. Los habitantes y hasta las autoridades del área citada de EEUU, por eso al parecer, no se incomodan. El viaje es como demasiado lento y por eso mismo la gente termina por olvidarse y hasta es posible, de alguna manera, esté haciendo su efecto la radioactividad, pues llega de a poquito y eso sea un proceso lento, nada abrupto, que termina como una cosa archivada allá en el olvido, además sale de territorio aliado, se ha optado por convivir con ella en paz y sin alterarse para nada. Es como el enemigo que se metió en la casa y con uno convive, jodiendo, eso sí con calma y uno encantado y cuando sucede una vaina culpa a otro o a los duendes. Es como el viento mismo, entró sigilosamente, buscó su acomodo, hasta daña calladamente, pero por el tiempo y la discreción de entrada terminó como formando parte del paisaje.
El coronavirus no ha sido nada discreto y menos sigiloso. Entró, para decirlo con una expresión que quizás no se crea poética, pero si muy descriptiva, de un solo coñazo. Tiene el mismo comportamiento de esos locos que quieren cambiar todo de un leñazo y halan la alfombra con fuerza sin importarle tirar al suelo a la gente y todo lo que este encima de ella. Sí, son como elefantes entrando en cristalería. ¡Esta vaina hay que cambiarla ya sin importar lo que sea destruido ni lo que pueda ser salvado por útil y necesario y menos a quién haya que llevarse por delante! "Cambiaremos el modelo radicalmente y construiremos otro partiendo de las ruinas, sobre los cadáveres y hasta de la nada", como dicen y creen los atragantados de manualismo o esos que José Ignacio Cabrujas llamó marxistas de oído o simples predicadores por contrato. Es pues, el coronavirus, ni más ni menos como un subversivo, extremista sin ideología ni meta alguna, salvo que pudiera reducir a la especie humana y generar, como lo está haciendo, grandes desarreglos al sistema mundial. Según cifras de la OIT, al final de la pandemia pudieran quedar 25 millones de desempleados. Entonces, por esta alteración, alguien pudiera salir lesionado, lo serán los más débiles y con esto me refiero a los modelos económicos, las sociedades e individuos. Es una enorme prueba y desafío al que estamos sometidos. Aunque es obvio, de esto no pueden agarrarse los extremistas, se trata de un virus que ataca sin plan ni propósito y es el resultado de la parte inconsciente, falta de control de la acción del hombre. Algunos insulsos pudieran creer, justo por eso, insulsos, que como el coronavirus, hasta donde se sabe por los hechos conocidos, irrumpió en China con esa iracundia suya y está golpeando al sistema, tanto que ya la OIT anuncia una pandemia de desocupados y poniendo al descubierto debilidades e injusticias en occidente, el virus es una bomba revolucionaria que viene a cambiar todo.
No tiene cabida decir que es un virus chino, como le llamó Trump, lanzado para destruir el sistema económico occidental, pues estaría quien eso diga, por causa de su odio o ideología malsana, admitiendo la superioridad del sistema del país asiático; además este ya anunció haber creado la vacuna respectiva y lo pone al servicio de la humanidad. Los del lado de allá y del otro, aunque sea el opuesto. Mientras que Trump, según el gobierno alemán, estaría intentado que esa vacuna sólo sea para el uso de los estadounidenses.
Tampoco tiene cabida el razonar que el modelo capitalista va a ser destruido por el virus. Versión de paso que daría sustento a lo que se dice de China. China tiene mucho del modelo capitalista de producción, sus relaciones con EEUU pese los choques recientes con Trump, son muy sólidas y extensas. Hay entre China y EEUU eso que se llama imbricación de capital y hasta comparten tecnología. Tanto que el gigante asiático no tiene interés alguno, pues sería como golpearse así mismo, en destruir el sistema estadounidense. Sí, el modelo capitalista occidental va a resultar afectado, como que el virus está poniendo de bulto montones de debilidades, desigualdades y en manos del pueblo, de los trabajadores, banderas por las cuales luchar. En muchos países, uno de los mayores inconvenientes para combatir con éxito el virus, lo que revela una debilidad enorme en el modelo, es que las relaciones laborales u ocupaciones por la subsistencia obligan a millones a tener que salir obligatoriamente a la calle todos los días y justamente eso los expone más y facilita la propagación del virus. Ahora mismo, con premura, los demócratas de Biden, que pocos días atrás llamaban socialismo y hasta comunismo reclamos de Sanders en ese mismo sentido, están hablando de modificar leyes para proteger a trabajadores y mucha gente más en el área social y de salud.
Una nota reciente, referida a EEU, señalaba lo siguiente:
"En medio de la propagación de la enfermedad, muchos estadounidenses no pueden seguir los consejos de los expertos de quedarse en casa y no ir al trabajo apenas muestren síntomas, porque no tienen suficientes licencias por enfermedad, o simplemente no tienen ninguna y no pueden darse el lujo de perderse una paga.
"El virus está enviando un mensaje claro: todos los estadounidenses están inseguros si los más pobres entre nosotros no tienen acceso a beneficios básicos como baja por enfermedad y atención médica", dijo Edward Alden profesor invitado en la Western Washington University."
Por ejemplo, con respecto a Italia y España se habla de la posibilidad cruel que los mayores de 80 años sean abandonados a su suerte por los costos y la escasa capacidad de respuesta del sistema de salud ante la enorme cifra de contaminados. El virus estaría obligando a revisar muchas cosas del modelo mundial porque los trabajadores tomarán conciencia de su vulnerabilidad y saldrán a luchar por esas conquistas. Es posible se mire hacia China, donde por algunas razones pudieron aplicar con éxito la medida del aislamiento y hasta asueto, sin que el sistema y la genta hayan sido afectadas sustancialmente, si tomamos en cuenta además que en relativo breve tiempo, pese la velocidad con que se expandió la pandemia y lo sorpresivo, ya a ella han detenido.
Esto no va a acabar con el modelo capitalista. Sólo pone de bulto las injusticias recientes, produce pérdidas que los más poderosos en corto plazo sabrán resarcir incluso a cuenta o con la complicidad de la pandemia misma. Es probable, eso no está excluido, las relaciones a nivel mundial no es que cambien, pues lo vienen haciendo, sino que apresuren la marcha. Pero el modelo capitalista, por ahora y hasta por mucho tiempo más, no va a desaparecer. Y es bueno tomar esto en cuenta para que las estrategias por el cambio se afinquen más en la realidad y no en los sueños o idealismos.
Pero el coronavirus no viaja sumergido en el mar y con la lentitud propia del medio, tampoco se disuelve en él, siendo el agua un potente disolvente; no sólo viaja en el aire y en todo medio que le sea propicio, sino que se mete en los aviones que en cosa de horas ponen a un hombre de aquí a la Cochinchina o mejor al revés. Y un hombre o animal portador del virus que contrajo por allá, no los pone en la puerta de la casa o en la del vecino en lo que espabila un mono.
Pero eso que creímos nosotros por acá, que además de estar muy lejos y ser del tercer mundo, lo que ya es mucho decir, también lo pensaron los europeos, tal como si fuésemos nosotros mismos y por eso en Italia y España el virus está causando estragos.
Pero en Estados Unidos, pese todo su aparente vulnerabilidad, tecnología e incalculables recursos también causa estragos por lo que hablamos, la capacidad del virus de viajar como subrepticiamente y meterse en medio de todo el mundo. Y allá al parecer pese su "superioridad", buena cantidad de gente en lugar de hacer colas en las farmacias o bodegones para comprar mascarillas, lo está haciendo en armerías. Y compran escopetas, fusiles y revólveres de todos los calibres para caerle a tiros a "ese virus que nos mandaron los chinos". Y además, les cuesta que la gente quede en casa en la cantidad necesaria porque deben trabajar todos los días y hasta 14 horas para cubrir las necesidades básicas.