El chavismo, de un gobierno que emergió centralizado y fuerte a uno que se dividió en parcelas

Viernes, 24/04/2020 02:34 PM

La realidad, como decíamos en Cumaná, "es una vaina bien jodida". Ella se nos viene encima de repente, tal como es, hasta desnuda y si uno quiere atraparla para manejarla y manejarse, tiene que aceptarle como llega. Si ocultamos a la gente y a uno mismo, por gazmoñería, que ella no andaba desnuda por el medio de la calle cuando la tropezamos o nos tropezó, sino bien vestida, no sólo estaríamos metiendo un tremendo embuste sino generando muchos males, como distorsionadas interpretaciones.

El Caracazo fue una explosión inesperada, sorpresiva, contra el FMI y sus medidas. Es absolutamente falso eso que algunos publicistas, porque no se les puede llamar de otra manera, pues su conducta no es propia de analistas ni historiadores, tratan ahora de imponer como que factores del chavismo y el "comunismo" generaron aquella rotunda reacción.

Los recientes acontecimientos de Chile, en cierta medida, tuvieron iguales rasgos que el Caracazo. Tanto que por ellos, no hubo nadie que apareciese haciendo de portavoz. Sólo a más de un mes del desarrollo de aquella protesta popular comenzó a organizarse el vocerío. Los partidos políticos chilenos que pudieran ser señalados de participar en aquello, como el partido comunista y otros, todavía al inicio del ataque de la pandemia de coronavirus, no habían comprendido que estaba pasando, qué actitud asumir y el liderazgo venía siendo asumido por gente antes invisible.

El Caracazo trajo a la mente del venezolano aquella ilusión simplista, según la cual "aquí lo que hace falta es un hombre con bolas", herencia de las viejas luchas de caudillos y hasta de la Guerra Federal.

Cualquier estudiante de historia, sin mucha acuciosidad, descubre que para esos años, las supuestas organizaciones del movimiento popular y hasta los partidos que se consideraban así mismo como agentes del cambio estaban destruidos o en estado casi agónico, después de haberse pasado largos años, como la oposición a Chávez y Maduro, haciendo disparates e ignorando que esa señora desnuda que en la calle se le atravesaba a cada instante era la realidad y verdadera vida.

La inconformidad de entonces, de antes y después del Caracazo, se alojaba en todos los rincones, como por ejemplo en el ejército. Y aquel acontecimiento estruendoso que dejó a todo el mundo con los ojos despabilados y lo halló sin capacidad para reaccionar, impactó dentro de la Fuerza Armada y sirvió de estímulo a quienes en ella soñaban con cambiar las cosas.

¡Por ahora! Dijo Chávez, mientras mostraban por televisión la imagen del alzado. Un joven militar cuyos rasgos era los mismos de esa multitud de muchachos que patean nuestras calles. Y entonces, en el pueblo se forjó la idea mesiánica, "ese es el hombre". El pueblo, a partir de aquella breve frase, la imagen del casi muchacho parecido a él, su estadía en la cárcel muy publicitada, las romerías hacia Yare y luego aquella intensa campaña electoral, estableció con el individuo una relación casi íntima, que hasta contenía un rechazo, muy fundamentado contra los partidos, aquellos que mal habían gobernado y los que en más de una oportunidad puso sus esperanzas, pero ellas dilapidaron haciendo disparates y loqueras.

Chávez ganó las elecciones, como quien hace un negocio al contado. Pagó las acciones y al brinco rabioso, todas serían suyas y del pueblo que le aportó el capital. Se creó una relación, un proyecto político con dos socios, el ungido, el aparecido, "el hombre de las bolas", el esperado y la multitud. Allí no había intermediarios. Los demás estarían al servicio exclusivo de aquellos si querían cooperar, pues su historial no era como para confiarse en ellos.

Todos aquellos que solos o acompañados concurrieron por su propia iniciativa, sobre todo cargados con el enorme peso del fracaso acumulado en años anteriores, al llamado a formar una fuerza que ordenase todo, llegaron como simples invitados, sin poder para ordenar ni organizar la fiesta.

Pasó lo que pasó o como dice el conformismo, que no siempre deja de tener razón, "lo que tenía que pasar pasó". Mientras el líder estuvo vivo cada quien se sujetó a su dirección, pues qué otra cosa les quedaba, aunque es bueno admitir que unos cuantos se fueron porque rápido se dieron cuenta tomaron el autobús que no era. El que llevaba a las tiendas y los grandes negocios no era ese. Otros, parece mentira y hasta contradictorio, percibieron que sí, allí se podía conseguir de aquello, se quedaron para irse más tarde con mucho más de lo que los primeros cargaron; otros todavía quedan, como los que ahora se van por cuenta gotas.

Y antes que aquello "pasase", Chávez, en medio de su gravedad tuvo el cuidado de solicitar que votasen por Maduro, sólo eso, estando en emergencia y para mantener el poder, lo que empezaba porque cada quien no cogiese su "cachachás" y asomase sus agallas. Fue una decisión de emergencia y como tal a corto plazo, no fue un traspaso de las acciones en herencia. Y cada quien eso admitió, era la última orden de quien ejercía el liderazgo en el pueblo y a quien todos ellos reconocían, pues era el mismo que les hacía posibles herederos. Sin él o desconocer su orden era un volver a la orfandad. Por eso, todos aceptaron a Maduro, los suyos que no tenían interés en otra cosa y eran unos cuantos y los otros, sabiendo que al repartirse la herencia, una buena parte no sólo les quedaba, sino que pese la debilidad propia, la de los demás y de la misma jefatura contingente, para su propia supervivencia, no habría otra opción que reconocer a cada quien lo heredado. "Esto de aquí pá allá es tuyo; de allí hasta aquella curva es mío y de allí hasta donde no hay más nada de él". Y así, se repartieron y llegaron a un acuerdo de convivencia. Lean bien como repartieron, lo tuyo, lo mío y lo de él.

Del liderazgo individual, contingente, derivado del "Caracazo", el "Por ahora", las romerías a Yare, la diáspora del 2002 cuando y por el golpe, aquello que solían mucho elogiar como la relación íntima entre el líder y el pueblo, que hacía que el primero oscilase entre optar por una dirección colectiva o un mantenerse en la idea del liderazgo individual, lo personalmente heredado que, al mismo tiempo ensamblaba bastante bien con su cultura militar, lo llevaba reclamar el domingo en "Aló Presidente" que los funcionarios no fuesen dirigentes del Partido y el lunes amanecía nombrando a Rafael Ramírez, presidente de PDVSA, jefe de aquél para Oriente, llegamos a la etapa de Maduro.

Maduro es presidente de la República y del partido al mismo tiempo. Tal como lo fue Chávez. Formalmente pareciera que hubiese recibido la herencia en su totalidad. Visto pues desde fuera uno pudiera creer eso que ellos dicen y el mismo Maduro pregona, "aquí está el hijo de Chávez". Pero la realidad es otra.

Todos convinieron en dar esa imagen hacia afuera. Es una concepción que se aviene con aquello "del derecho divino de los reyes", pero hacia afuera, para garantizarse respaldo por lo emocional que todavía hay en eso. El jefe es una emanación de Dios y sus hijos tendrán el derecho de heredarlo. Uno no sabe si eso se podría llevar muy lejos o si como más bien creo es una divinización a corto plazo, por el interés de asegurarse el respaldo popular. Eso sí, ahora el negocio es otro. Hay varios propietarios porque hay varios herederos. Te reconozco como tal en la medida que tu así mismo a mi me reconozcas.

Entonces el Psuv se volvió una empresa por acciones donde no hay un socio mayoritario. Hay dos o quizás tres, que están en igualdad de condiciones y esto nada tiene que ver con el apoyo popular porque en esa compañía nadie vota. Pero sus accionistas minoritarios en veces, sabiendo de su debilidad, se unen y toman fuerza para competir.

En esas condiciones entonces en el gobierno y el Psuv se ha consolidado una dirigencia colectiva pero no en el sentido que el pueblo elige sus representantes, sino que unos cuantos, por él ejercen el poder y si se quiere la gerencia, en representación de los puros herederos,

Estos, al partido y al gobierno pudieran haber dividido en parcelas; "estas parcelas son mías y estas tuyas", se dicen entre si los socios mayoritarios; a los menores, los dos en conjunto, "estas pequeñas son de ustedes". Pero el pueblo y quien no esté en ninguna parcela queda afuera; sólo les queda el derecho a votar, no en el partido ni en el gobierno porque ese derecho allí esta conculcado, sino cuando el CNE convoque a elecciones nacionales, regionales y municipales y por los candidatos que los herederos pongan.

Y así funciona el gobierno, los dueños de cada parcela determinan a quienes el presidente nombrará de ministros, son funcionarios de la parcela no de quien los ungió. Eso, para resumir, explica porque Maduro les pide que renuncien y ellos esa demanda ignoran porque no tiene el aval de aquélla.

Por aquello de "quien esto no le guste, coga sus macundales y se vaya", muchos soñadores nos fuimos bajando en el camino.

 

 

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