“Calma y cordura”, Maduro expropió a López Contreras. ¡Mayor arrechera hubiera cogido Walter Martínez!

Viernes, 15/05/2020 02:57 PM

La bola corría con suma discreción. De boca a oreja, iba de un lado a otro de Caracas. Llegó a los Andes como un susurro, estalló en gritería en Margarita y de esos sitios rebotó mansamente, silenciosamente. Nadie quería creerlo; era como imaginar que hubiesen desaparecido el Ávila, los páramos andinos o las Tetas de María Guevara. Desde 1908 a 1935 son veintisiete años y, cuando un gobierno llega a esa edad, uno termina por creer que no se acabará nunca. Los venezolanos, como más tarde los españoles con Franco, llegaron a pensar que Gómez era inmortal o que aún muerto seguiría gobernando, que eso no se acabaría nunca. Por eso, cuando se anunció oficialmente la muerte del caudillo de La Mulera, aquel 17 de diciembre de 1935, el venezolano urbano no sabía cómo pensar esa muerte.

Con escepticismo se recibió la noticia. Fue necesario que la urna saliese a la calle para que, como dijese Domingo Alberto Rangel, la parálisis colectiva se desentumeciera. Y cuando hubo voluntad y las piernas dejaron de temblar, se continuó hablando con frases cortas, pronunciadas en susurro, mientras la mirada iba de un lado a otro con suma desconfianza.

Sin proletariado, hablando en términos significativos, pues el modelo fue ajeno a la promoción industrial, con poco uso de mano de obra en el sector petrolero, la inconformidad apenas se manifestaba a través de pequeños grupos, sobre todo entre intelectuales y artesanos arruinados. Esa balbuciente inconformidad era ahogada con una cruel represión.

De allí que a la muerte del dictador en 1935, el país político parecía paralizado, pese a los conflictos que caracterizaron el período 1928-35, estimulados por la espantosa depresión del sistema capitalista mundial.

Eleazar López Contreras de aquel grupo de Jóvenes andinos que acompañaron al general Cipriano Castro en la Invasión de los 60 sobre Caracas; a los 16 años ya estaba entre quienes participaron en la llamada "Revolución Restauradora" y, más tarde, en 1935, sustituyó a Gómez en la presidencia de "los Estados Unidos de Venezuela", nombre derivado de la constitución de 1864, primero como encargado o "interino" y luego como presidente constitucional, escogido por el congreso, tal como lo disponía la Carta Magna.

Si bien en los primeros momentos el cuadro fue aquel de mansedumbre descrito al inicio, tuvo que enfrentar brotes de inconformidad, particularmente desde los grupos de la intimidad del dictador fallecido y luego los emanados de una colectividad nacional que comenzaba a organizarse y a manifestar sus desacuerdos. Circunstancias estas por las que en su discurso de toma de posesión del cargo pronunciase una frase que pasó a la posteridad venezolana y se convirtió de uso común de los nacionales de su tiempo y todavía durante muchos, "Calma y cordura". Y cuando era eso era preciso, solíamos decir, "Clama y cordura, como dijo López Contreras", reconociéndole la autoría de la frase.

Una de las razones que la oposición más ha alegado para darle al período gubernamental iniciado en 1998 el mote de comunista, es el relativo a las expropiaciones. Según ese discurso, expropiar algo, una empresa, un lote de tierras, pese esas decisiones estén bien fundamentas en leyes de vieja data como la relativa a de expropiación por interés público, es de hecho un acto comunista. Como era comunismo nombrar un supervisor itinerante en el sistema escolar en la primera década del siglo XXI, pese que la figura ha sido habitual en el sistema educativo mundial y lo fue en la Venezuela anterior. Por intentar introducir de nuevo esa figura se dijo aquello de "Con mis hijos no te metas", un pronunciamiento alocado, ideologizado que nada tenía que ver con aquella figura necesaria.

Y Chávez, hasta inocentemente, expropió unas cuantas empresas, como Conferry y una larga lista de productoras de alimentos, cerradas o por cerrar, por estar en desfase, con maquinarias inservibles e improductivas y sus dueños sin disposición a invertir, más sí a venderlas a un buen precio a cualquier comprador. Y el estado eso hizo, contando los dueños de aquellas empresas con agentes dentro del gobierno que bien pudieron también gozar de los mismos beneficios, pero aún así, factores políticos aliados a esos beneficiados "empresarios", quienes en su mayoría de los casos tomaron sus buenas cantidades de dólares que pagó el Estado con prontitud y se fueron a vivir al exterior, acusaron al gobierno del crimen comunista de "expropiar". Y los beneficiados por complicidad callaron, cuando los políticos hicieron aquellas injustas acusaciones.

De aquello, pues, el gobierno ganó la fama de comunista y sobre todo expropiador. No obstante, Maduro poco ha expropiado, y decimos esto porque en verdad poco o nunca lo ha hecho, salvo manifestar su respaldo a trabajadores para que asuman el control de una fábrica, cuando sus dueños la cierran por cualquier circunstancia derivada de la conflictividad en la que está envuelta Venezuela. Y para nada, porque tales "tomas" o aperturas, duran poco; hasta que se acaba la materia prima que los dueños dejaron en depósito o las máquinas de tecnología estadounidense, por falta de mantenimiento o incapacidad para hacerlo, dejan de funcionar. Lo que generalmente pues dura, como decimos, menos que un suspiro en una mara.

Aquello que se suele decir el presidente, "fábrica cerrada por sus dueños, las abriremos con los trabajadores", que es casi como quien canta aguinaldo en navidad, no pasa de eso y lo que ya dijimos, hasta que la materia prima dure; él, aprovechando que el salario nada vale, se encargará de pagar la nómina de esa fábrica cerrada. Y de paso, inocentemente, dirá que eso es socialismo para entusiasmar a sus fanáticos.

En verdad, para ser justo, a Maduro no se le puede acusar de expropiador. Y no lo digo porque le crea ajeno a ese proceder, pues más bien por su origen e influencias auditivas, podría ser lo contrario, sino porque con él la masa no ha estado para bollos; la conflictividad en la cual ha estado envuelto, en el ámbito político y económico, con un Estado que casi raspa la olla, no le permite ese tipo de ejercicios, exhibiciones y expresiones culturales pese muy internalizadas y aunque quiera.

Pero esta tarde, de martes 12 de mayo, le escuché decir lo que comentaré, que en verdad casi hizo me desternillase de la risa. En su habitual gritería, aunque le hable a una sola persona que se le pare al frente, hablando de la pandemia, lo que se ha tomado con la gula que a un niño desata un helado, aunque debo admitir que eso por lo menos bien lo ha hecho, menos mal, expresó, "como acostumbro a decir ante esto, calma y cordura".

Uno creció oyendo a nuestros viejos decir, en determinadas circunstancias, sobre todo cuando tendía a cundir el desespero, "calma y cordura", pero se agregaba de inmediato, por respeto al autor, "como decía el general López Contreras". Nadie intentaba apropiarse de aquella frase y menos ignorar a su autor. Quizás era un gesto propio de gente que sentía respeto por lo ajeno. Incluso Francisco Arias Cárdenas, en artículo inserto en la edición de panorama de hoy viernes 15/5 cita la frase y a su autor.

Maduro dijo, por unos nuevos e inesperados brotes de coronavirus o casos como dice el léxico oficial, "como acostumbro a decir en estos casos, calma y cordura". Para nada hizo alusión a López Contreras, autor verdadero de la expresión según lo testifica Venezuela toda desde 1935 para acá. ¡Hay qué ver cómo le molesta a Walter Martínez que hagan uso de su frase "acontecimientos en pleno desarrollo" sin reconocer su autoría, sobre cuando eso se hace en Telesur! ¡Mayor arrechera hubiera cogido el conductor de Dossier, si Maduro se hubiese apropiado de su slogan! Y no es que Maduro no mencionó a López Contreras, sino que al expresar "como acostumbro a decir", se atribuyó la frase; es decir expropió a López Contreras, porque ella es una propiedad intelectual por demás reconocida.

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