En Venezuela, todas las hostilidades diplomáticas, económicas y psicológicas tienen el objetivo de fracturar nuestra cotidianidad desde la familia hacia afuera y su impacto directo ha sido la fragmentación de familias: unos porque engañados salieron del país a buscar mejores condiciones de vida y otros que resolvieron la separación ante la impotencia de no poder satisfacer las necesidades existenciales de su grupo familiar.
Esto se refleja en la vida social y política en todos los niveles porque todo lo que respira gira en torno a la economía: producción, distribución, comercialización y consumo, impactados negativamente por la imposición ilegal de precios anclados al dólar y el contagio de la viveza criolla como forma de supervivencia de unos pocos sobre el infortunio de las mayorías.
Actualmente la gente ocupa más tiempo en pensar y actuar solo para garantizar los alimentos, bien lejos quedo el compartir con familiares y amigos, la recreación y hasta la expresión de afecto en la relación de pareja.
Pero como dije anteriormente, esto tiene su reflejo en las relaciones políticas y sociales donde se configura la pugna por el control del gobierno.
Las diversas corrientes del pensamiento se agrupan en dos bandos: por un lado la izquierda con su diversidad negada por unos y asumida por otros y la derecha que no es capaz de exponer ante la opinión publica sus verdaderos planes privatizadores para convertir bienes y servicios en lujos que solo podrán disfrutar quienes puedan pagar agravado con la reducción del tamaño del Estado.
Del dilema por el poder entre ambos bandos se crean espacios para la discusión y conformación de alianzas que normalmente no trascienden lo electoral y es en ese espacio, donde se produce "el llueve y escampa".
Del ejercicio de gobiernos locales izquierda en América Latina escribió a finales de los años 90 del siglo pasado la periodista, Marta Harnecker y algo que marco a cada uno de los gobiernos evaluados es que todos tenían contradicciones por funcionar en viejas estructuras neocoloniales y por aquello de que: "todo aquel que ayuda a ganar elecciones es porque aspira ayudar a gobernar".
En pleno siglo XXI se agregan otros elementos a las conclusiones de Marta y son las siguientes: los gobiernos locales todavía continúan funcionando en viejas estructuras neocoloniales pero esto se agrava por la concentración de poder a nivel central donde se decide Que Hacer, Como y Porque, incluso quienes deben hacerlo, la esencia de elegir un alcalde o concejal perdió vigencia cuando el pueblo que lo eligió perdió el poder de máxima autoridad que asume algún "jefe" político desde la capital de la republica porque es allá donde se decide quien es candidato o no generando la subordinación automática.
Pero en el ámbito local se desarrolla un debate y conformación de alianzas que no trascienden lo electoral y la mayoría de las veces no tiene su expresión en la conformación de una dirección colectiva de gobierno caracterizado por la diversidad electoral que lo eligió.
Algunos gobernantes son atrapados por la miopía que les impide ver que un periodo de gobierno tiene fecha de vencimiento y vendrán nuevos procesos electorales, muchas veces no les importa romper alianzas estratégicas en lugar de ampliar su base política de apoyo y lógicamente, son rodeados por aduladores que "los marean" con una gestión de gobierno ficticia.
El gobernante que cree no necesitar equipo de vanguardia política olvida que hasta Jesucristo tuvo doce apóstoles sabiendo que uno lo negaría y otro lo vendería, que la alianza siempre es necesaria conformarla para ganar pero fundamentalmente para gobernar y garantizar la estabilidad.
En este escenario se desarrolla violentamente aquello de la ruptura o fortalecimiento de la magia de los afectos humanos porque si un dirigente está bien puede transmitir bienestar a sus dirigidos, es una relación aguas abajo con quienes tienen el poder de elegir o castigar con el voto.
De lo anterior es importante reflexionar el rol que nos corresponde jugar para romper o fortalecer la magia de los afectos humanos primero con nuestra familia, equipo y más allá de nosotros con nuestro entorno inmediato.
¡HASTA LA VICTORIA SIEMPRE!