Ni los conductores del poder lograron gobernar de acuerdo con la Constitución

Sábado, 13/06/2020 02:24 PM

En 1909, el primer año de Gómez en el poder, Rómulo Gallegos es un hombre muy joven, de veinticinco años apenas. Pero ya era escritor. En un artículo de aquel año hace una directa referencia a la nueva situación política con estas palabras: "Solemne hora, decisiva para los destinos de la patria es la que marca la actualidad. En el ambiente que ella ha creado parecen advertirse las señales que anuncian el advenimiento de aquel milagro político desde largo tiempo esperado como única solución eficaz del complejo problema de nuestra nacionalidad republicana; bajo la égida de las garantías constitucionales comienzan a orientarse hacia ideales que parecían olvidados las aspiraciones populares; aquí y allá se señalan rumbos y se encaminan las fuerzas vitales de la nación por senderos que hasta hace poco estaba vedado transitar; los que ayer se hubieran apiñado en multitudes airadas para el derrocar al régimen tiránico y oprobioso, se agrupan hoy en patriótica jornada de civismo, en torno al hombre en cuyas manos depositó la suprema voluntad de la ciudadanía la suerte del país".

Frente a la necesidad política de unificar y pacificar al país, constitucionalmente, surgen las realidades del poder, concretadas en la guerra, las revoluciones y alzamientos, el recrudecimiento del caudillismo y la dictadura.

El escritor Antonio Arráiz escribió un largo ensayo sobre el tiempo venezolano que hemos llamado Historia Moderna. Al referirse al ejercicio del poder expresa este terrible juicio: "Ni el virtuoso Vargas, ni el caballeroso Tovar, ni el apacible Gual pudieron gobernar en Venezuela. El austero Soublette tuvo que apelar a la severidad, el inteligente Rojas Paúl a la intriga y a la hipocresía. El apático Falcón permitió que el latrocinio prosperase en su torno. La actuación de otros gobernantes fue más censurable. Se llega a la conclusión de que para conquistar y conservar el poder en Venezuela era preciso saber mentir, engañar, prometer y jurar en falso; era indispensable permitir el robo y conveniente ser ladrón. El egoísmo, la jactancia no eran defectos, sino cualidades: había que exigir la adulación y el servilismo, despreciar y humillar la dignidad humana. La más grave falta era la bondad. Un mandatario venezolano no podía vacilar cuando se trataba de ordenar persecuciones, allanamientos, secuestros, confiscaciones, prisiones, destierros y torturas personales; a veces la muerte. Estos son los rasgos que, en una sociedad normal, suelen llevar al presidio o al manicomio. El hecho de que en Venezuela encumbrasen al gobierno no significas que la sociedad lo es; sino que de 1830 a 1935 casi nunca gozó de normalidad. Cuando no gemía bajo duros despotismos se hallaba desgarrada por furiosas convulsiones internas". Esa semblanza refleja la cuestión principal de la historia política, tal como llega a las puertas de la contemporaneidad. En mismo Arráiz, quien se marchó del país a raíz del golpe del 18 de octubre de 1945, enumera en ese artículo las 39 revoluciones que se sucedieron en Venezuela entre el 1 de enero de 1830 y el 31 de diciembre de 1903. En un país así conmocionado no podían gobernar sino caudillos militares, dictadores, cuya fisonomía ya señalan los tres principales: Páez, Guzmán, Gómez.

La historia política contemporánea se caracteriza por la lucha entre la democracia y la dictadura; así como hasta 1936 la dictadura había tenido una mayor vigencia, el nuevo tiempo ha logrado un triunfo de la democracia. Bastaría con observar el proceso político administrativo para que esa conclusión se haga patente.

El término popular, que se usa en 1830 se sustituye por el democrático de 1936. Ambos tienen la misma significación. Ahora bien, frente a las palabras constitucionales están los hechos históricos. El pueblo no participó, como no fuera en los azares.

Una ubicación cronológica de la administración política, de acuerdo con la realidad objetiva, sería ésta: 1936-1945, establecimiento de la democracia; 18 de octubre de 1945, golpe de Estado; del 19 de octubre de 19455 al 14 de febrero de 1948, dictadura de la junta revolucionaria de gobierno; del 14 de febrero al 24 de noviembre de 1948, gobierno democrático de Rómulo Gallegos; el 24 de noviembre de 1948 al 2 de diciembre de 1952, dictadura de la junta militar de gobierno; del 2 de diciembre de 1952 al 23 de enero de 1958, dictadura personal de Marco Pérez Jiménez; de 1958 al 2 de 1998, de la democracia representativa. Es en esta sucesión cronológica donde se observa la característica contemporánea de "democracia" contra dictadura, y el evidente predominio de la "democracia" en sus dos etapas: la primera, fundada por Eleazar López Contreras y continuada por Medina; la segunda, propiamente representativa, inaugurada por Rómulo Gallegos, pero sólo establecida de hecho a partir del gobierno de Rómulo Betancourt (1959-1964).

Una democracia espontánea dio paso a una "democracia" de partidos. Rómulo Gallegos en 1947, Rómulo Betancourt en 1958, Raúl Leoni en 1963, Rafael Caldera en 1968, Carlos Andrés Pérez en 1979, Luis Herrera 1984, Jaime Lusinchi 1989, Carlos Andrés Pérez 1993, Rafael Caldera 1999 son los presidentes electos por votación directa, bajo la fronda de partidos políticos.

Los partidos políticos habían existido ya en el país, habían tenido larga actuación. Fueron los partidos tradicionales (el Liberal y el Conservador) que tejieron la historia política hasta que la dictadura los liquidó. Cuando la democracia se implanta a plenitud desde el gobierno, el instinto de lucha y la vocación por el poder se canalizan nuevamente en los partidos. La historia específica de las organizaciones ya se escribe. Pero lo que interesa destacar aquí son estos dos puntos: 1) la influencia de los partidos en la historia política contemporánea es decisiva; 2) el pluripartidismo tiene una clara tendencia al bipartidismo.

—Platón, "la aristocracia del servicio" con la "cacocracia de la ambición". Este rasgo es muy demostrativo de esa dualidad caudillista de Betancourt, forjador de la democracia representativa, con ánimo de peleador militar, de gobernante que usó los fusiles para derrocar al régimen que estorbaba su paso al poder. Medina le iba tumbando todas las banderas a Acción Democrática; sólo le faltaba una, la reforma constitucional para instaurar el voto directo, universal y secreto en la elección de Congreso y de presidente de la república. El fusil FN-30 trajo ese progreso democrático, pero abrió la puerta a la dictadura militar, al imperio de los fusiles.

¡La Lucha sigue!

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