Guaidó, Henry Falcón y el colaboracionismo. ¿Quién es quién?

Miércoles, 08/07/2020 03:47 PM

En el ejercicio de la política se suele satanizar palabras para luego usarlas como proyectiles o mejor armas mortales para aniquilar a quien discrepe. Quien no comparta la opinión o el hacer de un sector será fulminado con ellas y no es que le disparan una vez sino con una ametralladora y cada vez que en algún sitio se asome. Cada opinión que aquellos emitan, al margen de su valor o pertinencia, se le responderá con ese proyectil y repetición, no habrá chance para dilucidar razones o verdades. No importa lo que diga, quienes le condenaron sólo tendrá como respuesta a lo que sea, la palabra condenatoria.

A las palabras se les desviste de su exacto significado y se le da otro, aquel que sea más ofensivo y denigrante.

Es un proceder propio de la prensa ideologizante y de políticos de bajo nivel cultural, poco respeto por sí mismo y por las personas, no solo por aquellas a quienes apuntan y disparan sus baratos proyectiles, sino por quienes quieren influir, pues las subestiman y califican no dignas de recibir explicación convincente alguna, sujetas de aprendizaje, sino que basta indisponerlas contra quien ellos apuntan como enemigos.

El término fue introducido durante la República de Vichy (1940-1944) en la Francia ocupada, por el propio Mariscal Petain, quien en un discurso radiofónico pronunciado el 30 de octubre 1940, llamó a los franceses a colaborar con el invasor nazis. Posteriormente la palabra pasó a designar la actitud de gobiernos de países europeos que apoyaron la ocupación nazi durante la Segunda Guerra Mundial. Se le llamó República de Vichy porque el gobierno de Petain operó temporalmente en una pequeña ciudad de ese nombre.

De donde uno concluye que el terminó tiene hasta un rasgo anti nazi, pues se aplicó en primer término a quienes llamaron a "colaborar" con las fuerzas de Hitler. Pero las palabras, cuando son exitosas y útiles para describir algo, aunque sea deformando o como proyectiles para dañar agredir y sobre todo descalificar a quien pudiera tener la razón o causar molestia, buena parte de la gente las asume sin importar su origen. ¡Y hay qué ver cuánto son del gusto de los políticos, sobre todo de aquellos que usualmente nada tienen que decir!

En Venezuela la palabra, con el mismo fin es de viejo uso. Ha sido habitual que, en determinadas circunstancias, a quien discrepe de una forma de lucha frente al gobierno de turno o emita opiniones críticas a los enfoques de un sector, a falta de argumentación y hasta por temor abrirse a la crítica se opta por "fusilarle" o descalificarle llamándole simplemente colaboracionista del contrario. Algo así como llamar comunista a todo aquel que se manifiesta contrario al capitalismo y clama por una más justa organización social o se exprese la peligrosidad del imperialismo, que no es más como que una relación donde los grandes países de mucha disposición de capital ahogan el desarrollo de los pequeños. Ahora mismo en EEUU, como en la época de MacCarthy, se le tilda comunista a quien proteste contra el racismo y simplemente se manifieste contrario a Trump.

En el diario zuliano Panorama, edición de hoy 08-07-2020, Henry Falcón resalta que Guaidó en "esos 18 meses transcurridos" desde que se auto proclamó presidente interino, no ha alcanzado ningún resultado positivo y agregó que la única opción viable y válida es la del voto.

En esas mismas declaraciones se defiende de las acusaciones de "colaboracionista" que le endilgan Guaidó y los suyos, diciendo que eso es "todo aquel que llama a la abstención". Y agregó que eso es "quienes no han hablado con la verdad al pueblo y no han conectado con los pesares que vive la gente en el país y llaman a no votar".

Pero en su defensa Falcón dijo cosas más contundentes como que "por razones de dignidad y soberanía y respeto a la historia de Venezuela jamás compartiría con nadie la posibilidad de una invasión extranjera". Y enfatizó "Yo dificulto que exista otro país en el que un sector esté pidiéndole a un ejército extranjero que venga a intervenir teniendo una mayoría inmensa en el pueblo venezolano votante".

Falcón, al margen de lo que en lo personal, cualquier dirigente del gobierno pueda pensar de él, en razón a los hechos pasados y derivados de la cohabitación, expresa sentimiento y concepción muy extendidos en la oposición que en veces el sector oficial pareciera obviar y, por sectarismo, hasta poner en duda, lo que le lleva a actuar y hasta hablar de manera poco sensata desconociendo esa incuestionable realidad y no dándole la importancia merecida.

Y aquí justamente, como suelen decir en Cumaná, es cuando "todos los nudos llegan al peine". Pues es el momento y circunstancia para pensar con sensatez acerca del significado exacto dado al término colaboracionismo y la gravedad de lo que eso significa.

Si volvemos a la República de Vichy, cuando se habló de colaboracionismo para aplicárselo a quienes invitaban a Hitler a invadir Francia, podemos comprender que nunca estaría mejor aplicado a quienes como dice Falcón, estarían "pidiéndole a un ejército extranjero que venga a intervenir teniendo una mayoría inmensa en el pueblo venezolano votante". Pues Guaidó, quien clama porque EEUU invada a Venezuela, sería aunque una mala copia, pero copia al fin, del Mariscal Petain, quien solicitó a Hitler invadiese su país, Francia.

Venezuela demanda un cambio. Un simple análisis, por demás imparcial, revela que el gobierno está entrampado. Al margen que sea pertinente o no considerar al gobierno con ideas claras y buena disposición para sacar al país de la crisis que lo agobia, pareciera no desatinado pensar que, por factores de la política mundial y continental, está demasiado acorralado. En estas circunstancias, es necesario un mensaje, el más claro posible, para desatar nudos y romper barreras, borrar estigmatizaciones y generar confianza en el mercado mundial de las finanzas y para nuestros productos negociables en el mismo. Esto no implica necesariamente salir del gobierno, porque aparte que lo constitucional establece claramente el por hacer, el existente, al margen de la evaluación que cada quien haga acerca de su operatividad, tiene fundamento legal.

Pero este proceso electoral, administrado por un CNE formado por gente nueva, no merecedora de calificativos denigrantes como ese de "colaboracionistas", aplicado por quienes no están interesados en votar ni participar con candidatos porque no gozan del respaldo que quisieran para llegar al poder ya y de manera apabullante, realizado en completa normalidad, con la debida asistencia y supervisión de organismos internacionales y al final con el reconocimiento de los resultados, por parte de los participantes con humildad y realismo, pudiera ser ese mensaje, señal necesaria que parte del mundo reclama para acorralar a quienes urden planes inconfesables para Venezuela.

La solicitud de invasión no es un hecho azaroso derivado de la debilidad y hasta incompetencia de un sector político nacional. Ni siquiera ese deseo a este pertenece. Es el proyecto que nace de esa aspiración y hasta sentimiento que lleva a Trump a creer que Venezuela es territorio estadounidense y llegado el momento de anexarlo. Por eso, si a alguien bien cabe el calificativo de colaboracionista es a quienes por pequeños, mezquinos intereses, ambiciones desmedidas e irresponsables se prestan a servir a Trump, al capital estadounidense, para pretender anexarse Venezuela.

Las elecciones parlamentarias están en la constitución y ellas son la oportunidad para formar un cuadro nuevo que obligue al gobierno a adoptar conductas y procedimientos que buena parte del país reclama y una manera de presentar ante los factores mundiales una nueva relación, estando de por medio el reclamo del país todo.

El verdadero "colaboracionismo", porque está en el origen mismo del calificativo cuando se aplicó a las relaciones internacionales, es aquel que privilegia sobre la contienda electoral, una invasión extranjera que generaría un estado de cosas, como el nuevo gobierno mismo de ella surgido, que para poder subsistir tendría que hacerlo sobre los cadáveres de miles de venezolanos. Y además, sería cumplir el deseo del capital internacional para apoderarse de nuestros recursos, empezando por el Esequibo y todo lo que encierra el vientre de nuestra tierra.

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