El epicentro del fraude electoral en Venezuela

Lunes, 13/07/2020 02:06 PM

"Si un colectivo tiene la oportunidad de votar unido y con ello puede decidir el resultado de las elecciones, y no aprovecha esa ocasión, no cabe duda de que ese colectivo está políticamente enfermo." Malcolm X.

Los partidos políticos y en general, toda expresión social, organizativa y reivindicativa con propósitos políticos son actores imprescindibles para el funcionamiento de cualquier sistema democrático. Los partidos políticos, como dijera Giovanni Sartori, tienen una razón de ser dentro de cualquier sociedad, son instrumentos de la socialización política y generadores de opinión; están hechos para armonizar los intereses de la sociedad; son los espacios naturales formadores de las elites políticas; canalizan las demandas de la ciudadanía y se convierten en eco de estas ante el poder político; sirven para reforzar y estabilizar el sistema político; y en general tienen un rol fundamental que cumplir como vehículos de la población en el ejercicio de la soberanía mediante el sufragio. Y es a través del sufragio como el pueblo se decide por el cambio, por la transformación o por el continuismo. El ejercicio electoral es el ADN de las organizaciones políticas.

Venezuela asiste a unos comicios el venidero 6 de diciembre (sujetos su realización, me imagino, al comportamiento del Covid-19 en el país), para elegir la nueva Asamblea Nacional, poniéndose en el tapete de la discusión un fenómeno que algunos sectores políticos de la sociedad han puesto de manifiesto durante tres lustros, el de la abstención. Hoy con un ingrediente muy determinante para variar el comportamiento de las anteriores experiencias, la inexistencia de contrapartida alguna es un dilema que la sociedad viene evaluando muy en serio.

No es un secreto para nadie que la oposición ha experimentado un cúmulo de derrotas electorales y políticas a partir de su última victoria comicial (muy contundente por cierto) en diciembre de 2015. Se ha señalado hasta la inconveniencia, en política, de cambiar de caballo a la mitad del rio. Comportamiento que la oposición practica como hábito. Un día llama a participar en elecciones, después llama al pueblo a lanzarse a las calles a protestar como única vía para salir del gobierno anunciando que la vía electoral está cancelada, para después decir que va a participar y más adelante que se retira del acto comicial de turno. Y así, hasta transitar por "atajos" de cuyo resultado quedan doloras derrotas, pérdidas de vidas humanas y presos políticos, con la consabida decepción y frustración en la población.

Este ritmo impregnado a la danza del accionar político de esta clase opositora viene causando cansancio dentro de ella misma, de ahí que diversos sectores, combinados con los que vienen decepcionados de la gestión de gobierno en las entrañas del oficialismo, coinciden en dar pasos para impulsar una oposición de nuevo tipo, más coherente, racional y que rescate la esperanza y la fe de los venezolanos que apuestan al cambio. Decía el ex primer ministro británico David Lloyd George: "Las elecciones, a veces, son la venganza del ciudadano. La papeleta es un puñal de papel."

La única fuerza capaz de vulnerar la supremacía del gobierno reside en el acto electoral (plenamente demostrado), y es por eso que el gobierno actúa con ímpetu, tendiendo trampas y provocaciones a los sectores opositores para que no asistan a votar, aun cuando en el llamado público invitan a la oposición a integrarse a la vía electoral. ¿Algunas declaraciones salidas del oficialismo prometiendo que la oposición jamás volverá a ser gobierno, acaso no tienen ese propósito?

De manera entonces que es una infeliz aseveración acusar a quienes apuestan a la vía electoral de ser entreguistas, colaboracionistas del gobierno, traidores y cualquier otro epíteto de ese tipo. Sobre todo cuando quienes lo dicen han prometido tantos sueños no concretados y el gobierno y la revolución bolivariana gozan de un afianzamiento incontrovertible en la conducción del país, mientras el pueblo sufre las consecuencias de una de las más terribles crisis estructurales que asedia a la República y frente a lo cual la clase política que ha polarizado todo este tiempo, no da respuesta convincente alguna.

En este momento surgen nuevas realidades que colocan a la oposición en mejores condiciones que las de diciembre de 2015, para participar en los comicios electorales de diciembre de este año. Un CNE con mayoría oficialista pero con una oposición que ha ganado una buena porción de terreno; la ampliación del principio de la proporcionalidad que vulnera el sistema electoral de mayorías (aunque sigo siendo un firme impulsor de la representación proporcional de las minorías); se elegirán mas diputados que en ningún momento de la historia patria, lo cual en mi modesta opinión no es malo, esto puede conllevar a que los siete u ocho partidos más importantes del país estén representados en el parlamento. La posibilidad de un triunfo opositor, que pasa primero por estimular al mayor porcentaje de la población para que sufrague y sus partidos participar en alianza perfecta, sobre todo en la postulación de los 113 candidatos uninominales. Dijo una vez el socialista español Alfredo Pérez Rubalcaba: "Cuanto menos se tiene más importante es tu voto. Los votos construyen hospitales. Con la indiferencia no se construye nada."

Debo hacer mención rápidamente a lo que dicen las encuestas y a los efectos traigo a colación referentes de dos empresas: Para la encuestadora International Consulting Services (ICS), en voz de su representante Juan Villamizar, en un sondeo realizado entre fines de mayo y principios de junio de este año, ante la pregunta al encuestado de si estaría dispuesto a participar en elecciones para la AN, "un 44,7 por ciento dice que absolutamente sí votará y un 16,2 por ciento afirma que posiblemente votará". "Esto implica un intervalo, de acuerdo a este resultado, que estaría ubicado entre un 44,7 y un 60,9 por ciento de todo el padrón electoral".

Por su parte los sondeos de DATANALISIS puestos a la luz pública a fines de junio por su presidente José Antonio Gil Yepes, revelan datos interesantes tales como que: "El 57% de los venezolanos señala la vía electoral como la primera opción para resolver los conflictos políticos y económicos que atraviesa el país. El 74% de los consultados en las últimas encuestas, no terminan de identificarse con el gobierno ni con la oposición." El propio Gil Yepes ha explicado que la principal característica de estos "ni-ni" es que rechazan la polarización, no les interesa la conflictividad política sino sus condiciones de vida.

La abstención electoral trae consigo consecuencias. Una participación electoral baja, trae como consecuencia que las elecciones no las ganan los partidos u opciones políticas que representan a la mayoría de la sociedad, se genera una participación ventajosa para la minoría más grande, la que tiene estructura y capacidad de movilización, generando así un círculo vicioso en donde "los mismos terminan eligiendo a los mismos". De manera que quienes estimulan la abstención en función de sus intereses subalternos (me refiero a llamar a votar porque desean que las cosas sigan tal y como están; juegan a la salida violenta del gobierno a través de invasiones extranjeras, sediciones internas o cualquiera otra acción fuera del camino institucional; o sencillamente juegan a prolongar la agonía, el deterioro absoluto del país, el incremento exponencial de los niveles de hambre y miseria en la población para que se genere una revuelta popular, etc…), son los verdaderos alentadores del fraude. Son los que generan la sensación de que votar no repercute en los intereses del elector, en sus ideas o en su concepto sobre la vida pública.

Quienes promueven la abstención promueven el fraude, porque se desdibuja la verdadera fuerza popular, la del sentimiento de cambio y favorece el continuismo. Y que no sigan esgrimiendo apologías tales como la inexistencia de condiciones electorales plenas para la oposición, o que el ministro Padrino López dijo que la oposición por ninguna vía volverá al poder. En la Polonia pro soviética se instauró en 1989 la denominada "Mesa Redonda", epicentro de las negociaciones entre gobierno y oposición con el propósito de que esta última participara en las elecciones parlamentarias. Los acuerdos finales concluyeron en que el 65 % de los escaños del Sejm (la cámara de diputados), se asignaban directamente a representantes del oficialismo y sólo se elegiría popularmente el 35% de la cámara, mientras que los 100 escaños del Senado se elegirían en elecciones generales. El movimiento opositor Solidaridad aceptó el acuerdo leonino, y resulta que ganaron todos los escaños del Sejm, 161 de los 460 totales y 99 de los 100 del Senado. Ganaron a pesar de tan desventajosas condiciones, quedando demostrado ante el país y el mundo el rechazo popular al gobierno de Wojciech Jaruzelski y del Partido Obrero Unificado Polaco, de ahí en adelante el derrumbe del sistema fue cosa de meses. De manera entonces que hoy más que nunca mantengamos en alto la conseja de Rousseau: "El derecho al voto es un derecho que nada ni nadie puede quitar a los ciudadanos."

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