Coyuntura electoral; La correlación de fuerzas

Lunes, 10/08/2020 02:11 PM

Una nueva descarga de arrechera fascista se avizora en nuestro horizonte político. Esta vez se nos amenaza con un proceso de desestabilización injerencista que será desencadenado en el momento mismo en que se hagan públicos los resultados electorales de noviembre, pero que viene gestándose desde el fracaso de la operación Gedeón; según informes de la A.I.E.

Este escenario de conflicto tiene en el último "Informe Bachelet" un hito importante; en él se generan las condiciones legales y geopolíticas para el desconocimiento de los resultados electorales al deslegitimar al árbitro electoral. "Coincidencialmente", esa misma semana, se produce una reunión de emergencia del Comando Sur a la que fueron convocados altos mandos de Colombia y Brasil para discutir sobre el desarrollo de la democracia en el hemisferio; e inmediatamente, el gobierno de Bolsonaro planteó una cambio en la doctrina militar brasileña para intervenir en conflictos continentales que pongan en peligro la paz y la estabilidad democrática en la región, en ese documento, se señala al Gobierno de Nicolás Maduro como "el principal foco de conflictos en la zona" (¿Casualidad?).

En esa misma estrategia; distintos voceros del gobierno imperial han llamado a no participar en el evento electoral y a no reconocer la institucionalidad resultante de ese proceso. Consecuentemente, las plataformas de propaganda imperial arrancaron su ataque al ente responsable de las elecciones y a las distintas fuerzas que estarán participando en ellas. Ese es el "making off" geopolítico que determina las dinámicas previas a las elecciones de noviembre y que hacen necesario un análisis previo sobre las fuerzas que se presentan en el escenario electoral y el posible desenvolvimiento que tendrán en ese contexto.

El fascismo continental ha invertido demasiados recursos en cultivar este caos económico que nos determina, el chavismo ha generado estrategias para sortearla, el oportunismo pretende recoger todo lo que caiga de la mesa, la vieja izquierda espera una oportunidad para aplicar sus manuales y el pueblo exige una respuesta urgente que perdure en el tiempo. El electorado, ejercerá su derecho histórico atrapado entre una especulación cruel e irracional, una línea de inflación casi vertical, la depauperación de los salarios, la escalofriante dolarización de la economía, el colapso de los servicios públicos y la inoperancia institucional.

En ese contexto, el fascismo criollo quiere contarnos un chiste repetido. Ya en 2005 decidieron lanzarse por el barranco del abstencionismo y perdieron todos los espacios conquistados hasta ese momento y con ello el capital político que habían acumulado. Pero también es cierto que, participando o no, contarán con los recursos financieros que fluyen desde washington porque, para ellos, la política representa el mejor negocio de sus vidas.

Es natural que el fascismo no esté interesado en participar; con esas fuerzas demasiado disminuidas, con sus bases desmovilizadas y sus liderazgos empantanados (Se recomienda: "Balance de la derrota opositora" https://www.aporrea.org/oposicion/a290717.html ). Por eso, la abstención histórica que arrojan este tipo de convocatorias electorales y la abstención natural producida por una crisis intensa y metastásica, serán los componentes que nutrirán y legtimarán el discurso fascista y, a su vez, serán la excusa para llamar a nuevos escenarios de violencia social y de injerencia extranjera.


En este evento también participará una izquierda que todavía no sabemos si se mantiene en el campo chavista: La Alianza Popular Revolucionaria de Venezuela (APRV); con el PPT, PCV, Tupamaros, Izquierda Unida, Ulises Castro y otros. Son los tasquiles del polo patriótico, Las fuerzas distintas al PSUV que se presentan como una alternativa ante la soberbia de la dirigencia del partido gobernante y contra la torpeza de sus liderazgos regionales

Por eso se celebra la decisión de los partidos que se le abrieron al polo patriótico. En sí misma, esa iniciativa no representa ni una jugada divisionista, ni un acto traición, ni claudicación alguna, al contrario esa decisión debe ser asumida como un ejercicio de pluralidad democrática que puede robustecer las instituciones y refrescar las alianzas estratégicas de clase más allá de la dinámica electoral. Señalar negativamente esa iniciativa, expresa una afirmación de la soberbia y del OmbligoCentrismo que tanto se ha criticado.

Es un error estratégico decretar una "unidad perfecta" sólo si los componentes de la unidad cierran filas en torno a las propuestas del hegemón. A veces, para que la unidad sea tal, el hegemón debe articular su fortaleza a las propuestas e iniciativas de los factores que componen la alianza; "mandar obedeciendo" fue un slogan zapatista que solía usar Chávez y que urge poner en práctica.

Pero, la APRV se muestra como un bloque que nace resquebrajado; se monta sobre viejos prejuicios de la izquierda esclerotizada, sectaria y autoreferencial; esa izquierda que jamas pudo construir espacios reales de poder en la cuarta republica, que mantiene vivos los mismos rencores compartidos y que posiblemente tampoco se convierta en un opcion real de poder en la quinta república. El discurso de la APRV no escapa de ser plano, pero la accion de ese colectivo politico es interesante porque permite prever un parlamento plural, en sentido popular y nacionalista.

Por eso, los sectores zigzagueantes, claudicantes y oportunistas entran a la dinámica electoral sin mucho fuelle y arrancan ésta carrera con un plomo en el ala; ya que su cálculo político está montado sobre la capitalización del descontento de los votantes hastiados de la confrontación, decepcionados de sus dirigencias y, fundamentalmente, en "pellizcarle al chavismo" algunos votos. Una apuesta correcta si las condiciones fueran "Ceteris paribus"

Esa apuesta, plantéa un idealismo terrible y a una falta de conexión con el mundo político digna de ser resaltada. Les guste a o no, en ambos lados del abanico político venezolano existe una emocionalidad cristalizada, unas posturas ideológicas inamovibles que hacen muy difícil la conversión de un voto histórico en uno contingente, incluso en una situación como esa (que siempre es posible) se presentaría como primera opción el voto nulo, o la abstención.

El chavismo descontento tiene en esta ocasión una opción de izquierda multitonal, de diversas tendencias. El chavista inconforme buscará castigar al PSUV con su voto, optando por las otras opciones revolucionarias, sin comprometer su ideario, ni sus tradiciones de lucha. En concreto, al chavismo arrecho le resulta más fácil votar por la APRV, que por el partido de los adecos que se fueron de AD, por muy originarios que se presenten sus candidatos.

Siguiendo en esa lectura, resulta ingenuo obviar que el voto fascista es un voto resentido, inmediatista, odiante, lleno de un revanchismo y capaz de legitimar cualquier acto de barbarie; ese voto apostará al llamado abstencionista del narco imperialista que brota de las voces de Maria Corina y de Guaidó. Ese detallazo debería estar en los cálculos del sector oportunista.

Del mismo modo; el voto revolucionario, por mucho desencanto que lo revista, es un voto militante, montado sobre emocionalidades llenas de pasiones alegres y que, de seguro, será dirigido hacia propuestas distintas al PSUV, pero siempre en el campo socialista. El voto castigo del chavismo está exigiendo la profundización socialista del modelo democrático venezolano, por eso será difícil captarlo para una aventura centrista basada en el resentimiento. El cálculo de los zigzageantes falla al no tener en cuenta la realidad de ésta paleta emocional; al no hacerlo tienden a ser percibidos más como una estafa electoral, que como una opción de poder.

Así llegamos al partido a derrotar, al hegemón; para estos comicios el PSUV cuenta con una maquinaria aceitada, movilizada y organizada, tiene una masa de votos militantes que no baja de tres millones y controla toda la orgánica comunal desplegada en cada intersticio del territorio nacional; superar esa fortaleza (contando sólo con un descontento realengo) resulta una tarea titánica para el resto de los factores que aspiran participar en el nuevo parlamento.

Además el PSUV cuenta con una fuerza que debe estar presente en todos los análisis concretos y que llamaremos "El factor Diosdado"; un motor capaz de agitar, organizar, y movilizar a la militancia, combatiendo al fascismo en todos los frentes; además representa un liderazgo carismático (En sentido Weberiano) capaz de convertir las pasiones en votos y eso implica una fortaleza del Chávismo institucional difícil de igualar.

Pero, el PSUV tiene en contra el descontento general inspirado por el eterno "juego de sillitas" que no permite el ascenso de nuevos rostros, de otras ideas y de prácticas legitimadas en la dinámica popular. Marcado por prácticas sectarias el PSUV arrastra distintas taras que generan rechazo en el votante promedio. Además, sus estrategias para el manejo de la crisis son vistas como insuficientes y, a veces, como cómplices por los sectores menos formados políticamente. A los ojos del electorado promedio, El PSUV lleva consigo la sombra del estancamiento del proceso revolucionario y la impresión de haber neoliberalizado la economía nacional.

Como vemos, la nueva asamblea nacional tendrá una composición bastante interesante, pero de nada nos serviría un parlamento multicolores si no se impone su dinámica desde las entrañas del movimiento popular, si la conquista de salarios justos y el retorno de la contratación colectiva no se impulsa desde las bases. Si no se avanza en el castigo a la corrupción, a la ineficiencia y al burocratismo, será de nuevo un parlamento reducido (nuevamente) al plano declarativo. La asamblea nacional venidera tiene muchas tareas pendientes y la lucha contra la impunidad debe ser un punto de honor en su agenda.

Por todo ello, y dadas las determinaciones geopolíticas que envuelven este proceso electoral, es obvio que el fascismo seguirá atentando contra los servicios públicos para producir malestar y generar la movilización interna que necesitan las fuerzas injerencistas. Y, también es obvio, que el oportunismo aprovechará esa jugada fascista para llamar a revocatorio presidencial y así enturbiar, aún más, el escenario. Por eso, las fuerzas populares debemos alistarnos para dar una pelea en todos los frentes (incluso a lo interno de nuestras organizaciones) para avanzar en la neutralización de las acciones fascistas, para anular los planes del colaboracionismo oportunista y para dar la pelea interna en favor de la necesaria profundización socialista del proceso bolivariano.

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