La llamada “cultura del voto”

Miércoles, 12/08/2020 02:22 PM

La "cultura del voto" no es otra cosa que el ritual de un pueblo impotente. El discursito insulso de los viejos adecos se quedó corto con el entusiasmo electorero del neo adeco de Kiko Bautista y lo que queda del MAS, junto a Capriles Radonsky, Copei y todos los demás partidos, "segmentos" (como los nombran ahora) de la derecha…, y segmentos del Polo Patriótico, llamando a votar al rebaño adormilado –así sea nulo – para reafirmar la "cultura del voto".

"Una tradición que une a la familia", dicen unos; "es la unidad democrática en contra de la violencia", dicen otros. "¡debemos estar unidos!" ¿En torno a qué?, no lo dicen, pero se supone que es contra del gobierno de Maduro, primero, y en contra de Chávez y el chavismo después. Acusan a Chávez de haber dividido la familia venezolana: entre socialistas del siglo XXI y los que apoyan a la democracia; hasta ahí penetran con su inteligencia estos tontos (Si hay una razón por la cual debemos hacer una revolución socialista verdadera es para más nunca oír hablar en televisión –o donde sea que lo hagan – a estos personajes tan superficiales; la vacuidad de ideas y pensamientos reales es repugnante, son repugnantes; en sus mañanas no aguantan una mirada en el espejo por mucho tiempo).

Hay una incapacidad de auto crítica, de reflexión, tanto en los representantes de la derecha venezolana como en el madurismo (que también llama a votar) que obliga a la gente a pensar que el fenómeno Chávez solo fue un sueño, no existió la rebelión ni hubo 12 años de revolución. Es el descaro de cómo mienten sobre lo que fue el pasado, los disparates que cometen unos ahora y que cometieron los otros…: por eso, si descontamos la realidad y la verdad, que nunca aparece en sus discursos, solo queda de ellos un modelo para armar oraciones y frases hueras, que suenan como si, pero que no significan nada.

En el 2002 esos mismos nuevo adecos al lado o dentro de aquellos que intentaron un golpe de Estado, hicieron un gobierno apuraditos, donde estaban representados casi todos los ricos de siempre. Aquellos que quedaron por fuera se apuraron a saludar a Chávez a Miraflores después de su regreso. Ese mismo año los dueños del negocio cerraron sus empresas, sabotearon la industria petrolera y tomaron la plaza Altamira, como comanches, para sus danzas de guerra.

Por el otro lado, el gobierno acaba de esquilmarle a PDVSA, al Estado, 4 súper tanqueros que fueron de su propiedad, con nombres de batallas (Junín, Boyacá, Carabobo), pasaron a manos de los chinos, y nadie dice nada, ni siquiera el fiscal, que ha puesto preso a casi toda la antigua gerencia de la empresa petrolera. Los patios de almacenamientos de crudo se desbordan y derraman en Monagas, y nadie dice nada; parece que la abandonaron, que no hay nadie dentro que se ocupe.

Sin embargo ellos insisten en cumplir con la meta fundamental del ritual electoral, donde todo se olvida, se reformatea, y comienzan de nuevo las mentiras, o mejor dicho, el teatro: víctimas y sabios; nadie sabe lo que pasó ni cómo pasó, pero todos conocen la solución, todos son culpables y todos son inocentes; comienza la "batalla electoral" de los Tartufos, obligando a la gente a elegir entre los más viciosos, habilidosos y payasos, ¡Que todo sea por la democracia y no perder la "cultura del voto"! A ese ritual denigrante y vergonzoso ellos llaman "cultura".

Para la incertidumbre que supone el gobierno y lo que será del país de aquí a diciembre, la contienda electoral está demasiado animada, tiene mucho espacio en televisión y en prensa; se trata del consenso electoral, la unidad politiquera en torno a las elecciones: todo lo que esté fuera de ella es condenado como violencia y antidemocrático, venga de la derecha servil o del chavismo.

El asunto es que lleguemos a las elecciones en estas circunstancias, sin petróleo, sin dinero, sin salud, sin futuro, sin líderes creíbles o funcionales.

Para nosotros la única unidad viable, sin complejos y vergüenza, es en torno al consenso socialista, a la patria socialista, como lo quiso Chávez. No existe una patria si no es de todos y para todos, con igualdad. El país no puede estar unido por un sistema excluyente, de privilegios, gobernado por el dinero y el poder de la ignorancia; no se puede unir por el deseo de manipuladores, de tramposos, tiene aspirar a más, a un destino superior; es ridículo y miserable repetir el pasado porque el presente sea ahora terrible, y resignarse por falta de coraje, de inteligencia y de imaginación.

Lo único que nos garantiza un futuro y una patria verdadera es continuar con el proyecto de Chávez, con el socialismo, insistir con el socialismo; desenmascarar a Maduro y a la derecha, retrógrados de sí; llamar a restaurar el Plan de la Patria original a los seguidores del pensamiento y el ejemplo de Chávez, pueblo, soldados, intelectuales, profesionales. La unidad es de los que queremos tener patria, una nación, un pueblo con historia, con memoria, no es para todo el mundo, en ella con caben los privilegios y el egoísmo mezquino burgués y pequeñoburgués, los cazadores furtivos; unidad para defendernos del capitalismo y del imperio y construir una sociedad más avanzada, más civilizada. Aquel que defiende el capitalismo y los privilegios, en la versión que sea, no quiere la unidad, lo que busca es prolongar la sumisión de los tontos a la voluntad de los ricos y de los oportunistas, así de simple, de los desvalidos a los que ahora todo lo pueden. Es igual con aquellos que defienden las elecciones per se, como si fuera una meta humana y no como un instrumento para arbitrar diferencias, sin pensar en el cambio del sistema, en avanzar hacia un mundo y una sociedad nuevos.

Las elecciones burguesas, sobrevaloradas por la llamada izquierda, son un terreno fangoso, apestoso, lleno de trampas y tramposos. Nos negamos a votar, a servir de tontos frente a un sistema que se ríe de nosotros en la cara.

¡Patria socialista o muerte! ¡Volvamos a retomar el camino perdido! ¡Contra el capitalismo, viva Chávez!

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