Darío Vivas, oriundo de los barrios de Caracas, ha pasado a la eternidad. Un ser impregnado de una sensibilidad social y humana de singulares atributos. Soy su amigo y camarada desde que éramos jóvenes. Darío abrazó la causa de los más vulnerables, desde tiempos juveniles. Emergió desde los barrios populares de nuestra capital, para convertirse en Concejal de esta ciudad en las postrimerías de la década del 70. Lo recuerdo en su pasión y activismo en favor de los pobres, que habitaban los barrios depauperados. De pronto me entero, no sin sorpresa, que Darío había decidido competir contra Teodoro Petkoff, ambos dirigentes del MAS, como candidato a la Alcaldía de Caracas. Era yo, entonces, integrante de la Comisión Ejecutiva Nacional, máxima instancia dirigente de ese partido. Desafiar a Petkoff era un acto tremendista. Y es que Darío fue siempre un irreverente. Retaba a quien aparecía como la figura más emblemática del MAS. Quien presentó la candidatura de Darío en el Parque Central de Caracas fue su amigo de siempre, Elvis Amoroso.
Pasaron los tiempos y Darío continuó en su predicamento en favor de los pobres y más vulnerables. Cuando el Comandante Supremo Hugo Chávez insurgió en el firmamento político, ahí estaba Darío a su lado. Lo veo apoyando y promoviendo los actos de masas que se organizaban para respaldar la primera candidatura presidencial de nuestro Líder Eterno. Darío y nuestro actual presidente Nicolás Maduro se hermanaban en funciones diversas para apalancar aquel gigante histórico. Ganó Chávez. Y su victoria no estuvo ajena a los aportes que Darío realizaba, pues su anclaje popular y su sencillez monacal coadyuvaban a las inmensas oleadas populares que dieron el triunfo a la Revolución.
Darío se convirtió en un movilizador, desde las bases y energías populares. Por eso fue también un factor muy importante en la victoria electoral de nuestro valiente presidente Nicolás Maduro Moros.
Recuerdo a Darío cuando visitaba Washington. Era yo embajador en la OEA. Formaban parte de la delegación venezolana los entonces diputados Nicolás Maduro, Elvis Amoroso, Calixto Ortega y Saul Ortega. Ellos procuraban el apoyo, a través del Grupo Boston (congresistas estadounidenses), a nuestro Comandante Supremo Hugo Chávez y la Revolución Bolivariana, después del Golpe de Estado fascista. Tiempos en los que buscábamos neutralizar los afanes intervencionistas en contra de la Patria de Bolívar. Lo recuerdo también, más recientemente, cuando él visitaba Ginebra donde me desempeño como embajador en la ONU, y continuaba enarbolando las banderas de la Revolución en las reuniones de la Unión Interparlamentaria, con sede en esta ciudad.
Por lo dicho, conozco a Darío desde etapas tempranas. Por eso, cuando me enteré de su estado de salud lo llamé en varias ocasiones. Hace unos diez días aproximadamente, recibí una llamada telefónica suya. Me dijo: "Compatriota, gracias por tu solidaridad." Noté su voz un poco apagada. Y la tristeza me embargó al percatarme de que la voz de un ser de tan elevados valores éticos y revolucionarios estuviera menguada.
Declaro que la Revolución Bolivariana ha perdido, al menos físicamente, una de sus figuras estelares. Paz perpetua a un alma buena consagrada a sus semejantes. Darío, tu huella será imborrable.