Anoche tuve un sueño. Estaba yo adentrado un tanto en el mar, acompañado por una especie de ser angelical. De pronto empezó a oscurecerse el cielo y una espesa bruma se formó sobre las aguas. Una tormenta eléctrica perturbó entonces el escenario y me di cuenta que no podía distinguir hacia dónde estaba la playa. Con temor, le pedí al acompañante mágico, quien mostraba una para mí absurda alegría, que me guiara en la oscuridad. Me tomó de la mano y me condujo suavemente a la orilla, y desperté estando a salvo. Rara vez tengo sueños angustiosos y este me hizo reflexionar un buen rato ¿Qué significan estas brumas del mar, según quiero creer?
Después de que mis declaraciones a Vladimir Villegas se hicieron tendencia, me he visto asediado por multitud de correos, tuits, Wathsapp, llamadas, en distintos tonos, la mayoría de ellos respetuosos, gracias a Dios, aun aquellos que me plantean controversia. He decidido tomar algunas medidas para aliviar la carga que me ha caído encima por haber cometido el pecado de expresar una opinión política. Lo primero es que no he leído ni leeré por algún tiempo ningún artículo en cuyo título esté mi nombre, porque me incomoda bastante ser el centro de esta polémica que debería ocuparse de cosas mucho más importantes que mi propia persona. Alguien me refirió de uno que desliza que estoy molesto porque al acabar la Constituyente me quedaré sin trabajo. Ese pelmazo ignora que al asumir mi actual posición pongo mi seguridad económica en peligro por otras razones, pues en este momento tengo trabajo después de la Constituyente, soy Director Adjunto de Estrategia en el MINCI, solo que se me dio un permiso no remunerado mientras se prolongara la ANC. Ahora es muy poco probable que siga allí, por razones obvias. En fin, salgamos de estas vilezas de pequeños seres.
Creo que las brumas del mar en mi sueño tienen dos significados. Por una parte, para mí es doloroso tener que distanciarme, al menos parcialmente, de mucha gente que quiero y respeto en el PSUV y en el chavismo militante en general. Con algunos de ellos he compartido luchas y experiencias desde hace décadas, a otros he tenido el privilegio de haberlos conocido no hace mucho, gente honesta, decente, inteligente, amable, como los hay en otros espacios. Por supuesto, no habrá de mi parte para ellos jamás una palabra de odio ni de desprecio, por más diferencias que tengamos. Por ellos tengo un temblor afectivo, un sentimiento de pérdida, un despecho, pues.
Por otro lado, también me acecha la oscuridad cuando trato de percibir el destino de mi país, y el mío propio en él. En mi más reciente artículo publicado en Aporrea.org, titulado "Elecciones y alianza de izquierda" escribí: "No sé a dónde va este país". Esa es la verdad, y privilegio la duda más que la certeza, lo he dicho varias veces, y también que no tengo verdades sino opiniones. No soy de quienes se creen dueños absolutos de la Verdad, esos marxistas dogmáticos demodés o los chavistas prepotentes que se creen herederos universales de Chávez, o quienes medran políticamente alrededor de falsos líderes de última hora, encumbrados forzosamente por grupúsculos encerrados en burbujas mediáticas. No se sorprenda nadie si mañana proclamo que estaba equivocado, pues no descarto nunca esa posibilidad. De hecho, no estoy pontificando sobre el futuro como gustan algunos hacer. En el mismo artículo citado lo que hablo es de "dar presencia a una representación de un pensamiento renovador que apunte a un proceso de apertura nacional, que una a los venezolanos en lo político, lo económico y lo social, como resultado de un debate amplio, no sectario, fraterno, positivo, libre de descalificaciones y estigmatizaciones, así como de dogmas y sectarismo". Buscar en colectivo, encontrar en colectivo, esa es mi única propuesta.
No se crea que el único partido en Venezuela dominado por élites que toman las decisiones mayormente en cenáculos es el PSUV. Todos suelen hacer lo mismo. No se puede negar que con Chávez hubo avances en la conformación de formas participativas y protagónicas de decisión y acción, así como también es innegable que ha habido retrocesos en ese sentido. Una muestra de ello es lo que ocurre con el TSJ y los partidos políticos. Los conflictos internos de varios partidos en estos tiempos se resuelven por medio de la politización de la justicia, el último caso es el del partido Tupamaros y pareciera que el PPT está en salsa. Es evidente que en esas decisiones no juegan ningún papel las razones jurídicas, todo se resuelve según los intereses del partido de Gobierno de cara a las elecciones ¿En un esquema de democracia participativa no deberían ser los militantes de los partidos quienes decidan quiénes son sus dirigentes y cuál su línea política? ¿No podría ordenar el TSJ, por ejemplo, elecciones internas bajo supervisión del CNE? Solo en última instancia, de fracasar los mecanismos participativos, se justificaría una orden superior interventora. Pero así estamos.
Pienso que en Venezuela haría falta establecer una estructura colectivista transversal a toda la sociedad (fíjese el lector que hablo de "colectivismo" y no de "socialismo", porque este último término está demasiado manoseado, instrumentado oportunistamente y por lo tanto bastante desprestigiado, lamentablemente). Pero qué se yo, aun no se disipan las brumas de mi mar y no termino de atisbar la playa, mientras sobre mí truena y relampaguea.