En la década del 60, por los efectos de la "Revolución cubana", se comenzó a escuchar por todos los medios esta canción, como una añoranza de quienes hubieron de salir y querían volver a la isla antillana:
"Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida, dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba
dejé enterrado mi corazón."
Todo el mundo empezó a cantarla sin importarle el sentido que en ella hubiese puesto su autor. Cada quien le daba el que se avenía con su estado de ánimo y sus querencias, como que pudiera ser Cuba, México, Venezuela y específicamente Cumaná. Menciono esta, mi ciudad madre y de una buena y larga lista de poetas que comienza con Ramos Sucre y del Mariscal de América, porque yo dejé allá todo, mis recuerdos, amores y hasta infantil sentido de justicia. Y porque me ausenté de ella, por tantos años, por supervivencia y por no poder volver me la traje conmigo y dónde sea que yo vaya o, como decimos los marineros y lo somos todos sus hijos, pues hasta Andrés Eloy la llamó ciudad "marinera y mariscala", donde tiremos el ancla, siempre estará a mi lado.
Tome en cuenta el lector que quienes cantábamos aquella canción, nunca intentamos encontranos en ella, que fuese un reflejo de nuestra vida, pues no éramos cubanos, sino que la canción se encontrase con nosotros.
Esta como perorata, y el lector puede llamarla así, es su derecho por el abuso mío, viene a cuento por un artículo que acabo de leer en Aporrea, cuya intención, al parecer, es el de explicar los motivos de las diferencias que hay en la izquierda venezolana, entre una que el autor del mismo llama, de manera nada original, "infantil" y otra que debe ser la madura o adulta. Supongo que no debe ser dificil identificar la que se cree madura.
Y es que el autor tiene nombre y apellido de un personaje que brumosamente recuerdo como alguien muy nombrado en la Cumaná de mi niñez, de un señor, si mi memoria no hace trampa, "importante" comerciante. Pero no por eso solamente me llamó mi atención, pese fue esto lo que me llevó a leerle, sino porque hablando del "infantilismo de izquierda", lo que a su parecer es como una desviación o mala conducta, en su tupido bosque de palabras y conceptos, me pareció como un joven intentando deslumbrar a las muchachas. Lleno de joyas linguisticas y conceptuales, como quien se viste con las mejores prendas para ir a la visita. Y volví a Cumaná, porque ella está ligada a mi primera juventud y en consecuencia, mis muy bellos recuerdos.
La "Jarocha", Toña la Negra, no recuerdo si cantó "Cuando me fui de Cuba", es probable no la haya cantado, quizás los años le negaron esa oportunidad, pero pudo cantarla, entra en su estilo romántico y cadencioso. Pero "Toña la Negra", llamaban a Aureliano Patiño, un excelente pelotero cumanés, tan bueno que, en su tiempo y siendo negro o casi, llegó a jugar en la triple A del beisbol gringo, justamente en el equipo Sugar King. Y con él estuvieron en ese equipo, Luis Camaleón García, Emilio Cueche y el "Carrao" Bracho, nombres que hablan de excelentes peloteros, que entonces, por latinos, tuvieron dificultades para acceder a "la gran carpa". Pero calidad y números les sobraron. Y Aureliano estuvo entre ellos, ya casi al final de su carrera, como catcher, jardinero y tercera base; algunos motivos y fundamentos tuvo. Y el apellido de Aureliano, es una buena referencia para que quien me motivó a escribir esto, conmigo se encuentre, pero por supuesto, en tono amistoso y compañeril y hasta de paso, es posible, de paisanos.
Por todo esto, con mi estilo al escribir, formado entre poetas, narradores, políticos y la escuela de docentes de historia, abordo esto del "infantilismo", que uno no sabe quien en verdad, en la Venezuela de ahora, sufre de tál síndrome. Es mi estilo y hasta maña; no me gusta eso de engolar la voz ni vestirme de prestado. Pero por ejemplo, pretender que todos sean iguales, porque así lo he decidido, orientado por una lectura puyada, agarro a los más pendejos y les pongo el mismo sueldo sin importar labor, credenciales ni tiempo, lo que no puede hacer quien esté fuera del gobierno, es "infantilismo de izquierda" donde vaya.
Explicar el problema venezolano de ahora, las formas de abordar la coyuntura, sólo desde el ángulo económico y hasta de las clases en confilcto, es un verdadero infantilismo, pese que quien eso pretenda, se desborde como una librería y saque a relucir autores, haga citas y hasta referencias al pasado y a otras latitudes, en ese viejo empeño, peor si lo portan los jóvenes, de creer que lo nuestro se explica en la vieja Europa, sobre todo en Rusia y Alemania, porque para ser justos, la "Revolución francesa" y la heroica Paris de la Comuna, se quedaron en las generaciones anteriores. Es un poco la misma idea, según la cual, para escribir bien había que estar sentado en una mesa a la orilla del Sena parisién; cambiar esta escena por el Manzanares de Cumaná, no el de Madrid, hace del escritor un balurdo.
Y es inútil esa vieja manía y más inútil, si ella se pega de los jóvenes, de elaborar teorías o más cómodo, arrancarlas de los libros y pretender que lo que está allá afuera de donde hago mis cocidos de realidad es lo mismo.
El infantilismo de izquierda, en la Venezuela de hoy, en esa realidad que está allá fuera, que no elaboré sino que al levantarme de la cama me hallé allí, fuera de mi, no parece estar del lado de quienes en la izquerda discrepan del gobierno y siendo infantiles le exigen rompimientos con clases y grupos que pudieran llevarle a desentrabar el rollo y menos a darle salida y curso a la economía venezolana. El "desencuentro", para decirlo como Jorge Giordani, se explica en muchas otras cosas. Eso, del infantilismo de los discrepantes y la madurez de los del gobierno, en lo que respecta al abordaje económico y clasista, porque un concepto tiene sus específicos opuestos, como lo que entre infantilismo y madurez, pareciera ser puro determinismo. Y eso no es suficiente para entener lo que aquí sucede y quien así piensa peca de infantil.
Pues empecemos por decir que, pudiera alguien tener toda la razón, es posible que sea yo el equivocado, pero para sacar esa conclusión se requiere nos sentemos a dialogar, exponer y sobre todo escucharnos. Y esperar que de allí salga una razón que seguro, para mantener la unidad, no sería exactamente ninguna de las dos. Porque la "razón" no es suficiente, ni ella existe sola, para que sea razonable tiene necesidad de otros ingredientes para que surta efectos.
Tampoco puede uno explicar el carácter y causas de las diferencias que hay ahora en el seno de ese universo que convencionalmente seguiremos llamando de izquierda, la parte que gobierna y la que no, porque decirle a esta oposición es como complicar el cuadro, apelando a los recuerdos o referencias históricas de la Europa de antaño. No. Es algo más fácil de entender y explicar. Hay que coger la caja de herramientas y venirse para acá, la Venezuela de ahora y percibir, después de usar las llaves, entrar en los espacios y en estos otear con cautela, para percatarse sobre qué cosas se funda la discrepancia.
No es sólo ese, como muy complicado, asunto de las clases y los planes económicos, para lo que se requiere la ayuda muy especializada, sino también tambien los como menos "exquisitos", de con quiénes te reúnes y acuerdas, no en términos clasistas, sino de la pura gente. Y también el tipo de partido, el carácter de las relaciones con los aliados.
¿Qué partido quiéres? ¿Uno donde al jefe se le tome como un faraón egipcio, un oráculo o dio griego, un emperador romano o un simple y humanamente hombre que está en donde está en repesentación de todos y como tal debe obediencia? ¿Uno donde la militancia sea de hombres y mujeres que pudieran estar atrás, en la vanguardia o en la cumbre, pero en igualdad de condiciones hasta donde eso sea posible y cada quien tenga el derecho de ser oído y la obligación de obedecer?
La relación o alianza no puede ser de sometimiento y obediencia ciega de nadie frente a otro y menos por un asunto de número. La verdad está allá afuera, hasta lo que crea la idea de número. La alianza la genera lo que es común entre nosotros y en esta lucha nadie sobra y quienes no tienen números pueden tener sustancia. Como decíamos en Cumaná a la hora de hacer un sancocho en la playa, "aquí cada quien tiene derechos y obligaciones, si nada trajo para echarle al sancocho ni tampoco la olla o la leña, pues ponga el aire de los pulmones".
De modo que el asunto no es sólo un proyecto económico que pudiera ser valedero, hasta tener de su lado la verdad y la realidad avale, pies es necesario atender las demandas de los aliados que, pese parezcan pocos, pudieran ser más de lo que uno imagina y hasta haber entre ellos, aunque sean pocos votos, quienes pudieran tener muchos ojos y pulmones.
En concreto, la realidad no está en los libros ni en la historia pasada, allá solo hay herramientas y hasta experiencias que pudieran ser útiles, pero que nunca explican lo que fente a mi está. Y es de verdad infantilismo, pese se haya pasado por una academia prestigiosa, creer que en los cuentos de hadas, esos que en buena parte se hayan en los libros, está la explicación de lo que ahora, en el mundo real, sucede y que con ellos se puede aprehender la realidad.
¡Ay Cumaná quien te viera!