Quinientos

Viernes, 11/09/2020 01:39 PM

Quien lea el epígrafe de este artículo se extrañará, pareciera no tener relación con los publicados anteriormente. En verdad, este corresponde al número 500 desde el año (2011) cuando comencé a reflexionar por escrito sobre la situación de Venezuela y del mundo. Es muy difícil para un articulista expresar en 1500 páginas y aproximadamente 3.500.000 caracteres todo lo que en se mantiene represado en la pensadora, en el intento de unificar los criterios para explicar los acontecimientos del momento. De seguro, algunas veces me habré equivocado en mi apreciación o que alguno que otro un duende digital ha contribuido a ciertas inexactitudes. En todo caso, le doy las gracias, por una parte a los lectores y también, a Aporrea que sin ninguna restricción me proporciona su plataforma para expresar mis ideas.

Desde aquel año hasta ahora ha pasado mucha agua debajo del puente, en algunos casos el caudal lo ha derribado y luego se ha reconstruido de nuevo. En estas casi dos décadas los acontecimientos no han sido nada favorable a los pueblos pero si a los capitalistas. Los primeros continúan acopiando angustias, miserias y necesidades, los segundos, siguen atesorando dinero y causándoles desgracias a miles de millones de personas mediante una maquinaria que solo sirve para arruinar al prójimo.

Han trascurrido casi dos lustros y el mundo parece tener congelado el futuro, si es que lo tiene. El capitalismo se opone a que las naciones avancen sobre la base de otro modelo que no sea el que ellos imponen, que es modelo neoliberal. La experiencia nos presenta evidencias sobre lo que son capaces quienes se creen los dueños del planeta. Asesinaron a Chávez, se empeñaron en destruir a Evo, Correa, Lula y Cristina, derribaron el gobierno de Zelaya y el de Lugo, no por ser comunistas, simplemente por oponerse a los designios del Departamento de Estado de EEUU.

Parece ser que muchos terrícolas no les importa lo que sucede en la Tierra, otras rencillas minúsculas los entretienen y están demasiados ocupados mirando el fútbol, el beisbol, el básquet, el volibol, entre tantos juegos para inquietarse por las miserias del prójimo. Viven las angustias de las entregas de premios de los artista del cine, la tv y de la música. La del Oscar les quita el sueño, el Globo de Oro les crea cierto estrés, el Cannes los mantiene martirizados casi un año antes de definirse los ganadores y así pasa con otros galardones. Conocí una fanática que no pudo dormir antes del premio Emmy. Otros miran todos los programas para enterarse si sus estrellas favoritas del rock y del regatón están de primero en el Music Awards y en Latin American Music. Son comprensibles estas motivaciones cuando se colige que la estupidez se multiplica en progresión geométrica, sin posibilidad de detener la epidemia.

Siempre pensé que las guerras religiosas habían acabado. Es extraño, que a pesar que todas las religiones monoteístas creen en un solo dios y es el mismo, la diatriba no para. Observo con asombro las pugnas entre los cristianos dentro de las diferentes sectas: la católica, los coptos, los ortodoxos, la protestante en todas sus modalidades; los islamistas se matan entre los chiitas, los sunitas y los jarijitas. Las discusiones entre los judíos no se quedan atrás, allí están los asquenazis y los sefardíes que ponen en evidencia la separación de los hijos de David. Si le agregamos las peleas entre las religiones diferentes comprendemos el por qué en mundo marcha hacia la destrucción.

La gente posmoderna creyó que el racismo era cuestión del pasado, pero ahora se observan por la televisión marchas en los pueblos cultos de Europa protestando por la presencia de refugiados africanos en su tierra. Contrariamente, en aquellas mismas calles nunca se vieron, a principio del siglo XX, las protestas cuando los españoles, portugueses, franceses, alemanes, daneses, italianos y estadounidenses penetraron sin pasaporte ni visa en tierras africanas y asiáticas. Así mismo, invadieron aquellas tierras originando los robos más descarados y las violaciones más elementales de los derechos humanos. Sin dejar atrás en sus incursiones, los crímenes de lesa humanidad con un saldo de más de cincuenta millones de muertos. Sin embargo el racismo coge cuerpo otra vez con la presidencia del rubicundo y orbicular Donald, quien propicia y se desentiende de las agresiones de la policía blanca contra los afrodescendientes, contra los latinos y contra los árabes. Pero no solo la discriminación del blanco contra el negro, también es notoria la segregación del blanco contra el mestizo latino, también del mestizo contra los herederos de los pueblos originarios, como se aprecia en México, Guatemala, Brasil, Ecuador, Colombia, Bolivia y otros países. Imposible dejar de lado el discriminación entre los mismos negros como el caso de los tutsis y los hutis en el Congo. Pareciera que los terrícolas tienen entre sus genes el virus del racismo el cual no ha sido posible exterminar y tampoco existe la vacuna que los inmunice de este degradante sentimiento.

El futuro de los terrícolas está congelado porque es notorio el gasto en armas, en tecnología, en viajes interplanetarios, estudio de genoma humano, entre otros consumos faustuosos y sin embargo, el problema más elemental de la Tierra se mantiene como es el hambre en las poblaciones de numerosos pueblos de África, Asia y América.

En quinientos artículos me he referido a los hechos lamentables, sin embargo todavía los agentes de los gobiernos capitalistas y las empresas globalizadas se mantienen ajenos al problema, a pesar de ser causantes de la mayoría de las desgracias de nuestro errabundo planeta azul. Continuamente se ve en la tv y en las redes sociales los abusos policiales contra la población civil, simplemente por salir a la calle a reclamar lo que en derecho les corresponde, amparados por sus constituciones.

Durante nueve años en alguno de mis quinientos artículos he denunciado la violación de los derechos internacionales por parte de EEUU y la OTAN y hasta ahora a ninguno de los responsables se le ha hecho un juicio por crímenes de lesa humanidad. Todavía están frescos en la memoria de muchos hombres y mujeres los crímenes contra los libios, iraquíes, palestinos, yemenitas, afganos y otros tantos, sin embargo los culpables están descansando en sus casas de campo, en la playa o dando conferencia en escenario internacionales, dictando cátedra de como asesinar al prójimo y salir indemne de cualquier acusación.

En alguno de mis quinientos artículos he señalado nombres de criminales como Obama, Asnar, Bush, Tony Blair, Donald Trump, Uribe, Netanyahu entre tantos, fieles representantes y defensores del neoliberalismo, que a pesar de sus responsabilidades comprobadas en crímenes de lesa humanidad la gente se olvida de tales injusticias. Esto sucede porque los deportes, el cine, la televisión, las redes sociales, el culo de las Kardashian, los cuernos entres los artistas de Hollywood, los trapos con lo que se viste la reina Leticia, las rapacerías del rey emérito Juan Carlos, entre tantos "asuntos importantes", los mantiene ocupados y no tienen tiempo para leer algo sobre la gravedad de lo que está pasando en el planeta.

Tampoco he dejado de denunciar en las 1.500 páginas las sanciones criminales del amargado Donald Trump contra un pueblo indefenso como el de Venezuela. Por esta razón, mientras pueda escribir nunca dejaré de denunciar la responsabilidad del coco seco de Juan Guaidó de su vil traición a la patria y de las secuelas que su perfidia en alianza con otros asesinos de VP. No puede haber perdón para estos monstruos que avanzan sobre los cadáveres de cientos venezolanos víctimas de las sanciones criminales solicitadas por ellos al gobierno a EEUU y a la UE.

Considero que no tengo enemigos y si los tuviera no tendría armas para enfrentarlos, solo tengo un recurso para resistir: la palabra. Por eso alguien, que desconozco su nombre expresó: "La escritura es un arma y es más poderosa de lo que jamás llegará a ser un puño". Lee que algo queda.

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