Los socialistas burgueses quieren perpetuar las condiciones de vida de la sociedad moderna, pero sin las luchas y los peligros que surgen fatalmente de ellas. Quieren perpetuar la sociedad actual, pero sin los elementos que la revolución y descomponen. La burguesía, como es natural, se presenta el mundo en que ella domina como el mejor de los mundos. El socialismo burgués elabora en un sistema consoladora. Cuando requiere al pueblo para realizar su sistema, no hace otra cosa, en el fondo, que inducirle a continuar en la sociedad actual, pero despojándose de la concepción odiosa que se ha formado de ella.
Otra forma del socialismo, menos sistemático, pero más práctica, intenta apartar al pueblo de todo movimiento revolucionario, demostrándoles que no es tal o cual cambio político el que podrá beneficiarles, sino solamente una transformación de las condiciones de la vida material, de las relaciones económicas. Pero nótese que por transformación de las condiciones de la vida material, este socialismo no entiende, en modo alguno, la abolición de las relaciones de producción burguesas, lo que no es posible más que por vía revolucionaria, sino únicamente reformas administrativas realizadas sobre la base misma de las relaciones entre el capital y el trabajo asalariado, que no harían, en el mejor de los casos, sino disminuir los gastos que requiere su dominio y simplificar el trabajo administrativo del gobierno burgués.
Mas estas obras socialistas encierran también elementos críticos. Atacan todas las bases de la sociedad actual. Han proporcionado en su tiempo, por consecuencia, materiales de un gran valor para instruir al pueblo. Sus tesis positivas referentes a la sociedad futura, tales como la desaparición del contraste entre la ciudad y el campo, la abolición de la familia, de la ganancia privada y del trabajo asalariado, el proclamar la armonía social y la transformación del Estado en una simple administración de la producción; todas estas tesis no hacen sino enunciar la desaparición del antagonismo que comienza solamente a perfilarse y del que los inventores de sistemas no conocen todavía sino las primeras formas indistintas y confusas.
Si la crítica de un capitalismo opresor les condujo a impugnar las libertades formales que éste dispensaba a unos cuantos millares de privilegiados, no es menos cierto que lo que pretendían, en su conjunto, eras una sociedad de la iniciativa. Estos objetivos son perfectamente actuales. El presentimiento de una sociedad abierta de hombres y mujeres móviles, y constantemente regenerados por lo que en la actualidad llamamos educación permanente, queda espléndidamente confirmados.
—No es por sectarismo, por amor al pasado o por manía de clasificación "izquierda", con todo lo que evoca; sino porque sería absurdo pasar a pérdidas y ganancias el elemento capital, intelectual, efectivo e histórico que constituye la izquierda, precisamente en el momento en que parece que este capital puede servir a la causa del desarrollo. La izquierda de que se trata tendría por ambición principal el poner fin a los conflictos que desgarran y a las divisiones que retrasan al pueblo, y cuya solución constituiría una aportación de primera importancia al resurgimiento de Nuestra América.
—Si la izquierda, al margen de sus reflejos actuales de temor y de crispación ante la aceleración del progreso, vuelve a descubrir los valore tradicionales a los que debió su vocación, una energía nueva tan considerable que los factores del drama se verán totalmente modificados. De este despertar puede venir la salvación.
¡La Lucha sigue!