Sueños, atributo de lo humano

Sábado, 10/10/2020 01:44 PM

A todos ellos.

A esa generación de militantes que conformó

la esperanza venezolana, latinoamericana.

Que emergieron en

tiempos de la década de los setenta.

Que combatieron y combaten en

las empresas y los barrios, los campos y las minas.

Que dialogaron entre

cristianos y marxistas, anarquistas y socialitas.

Que forjaron una

nueva actualidad política-ideológica.

Entidad que se hizo pueblo.

como expresión de esa esperanza

Que que no se dejo vencer.

Que circula por "estas calles"

Que "No dejare mis sueños atrás".

A Santiago Arconada Rodríguez.

A todos ellos.

Compañeros todos.

L.E.V.N.


I. "No dejare mis sueños atrás", una novela, una coyuntura histórica.

Un sueño pertenece al ámbito de lo sublime del hecho existencial. Un sueño exige de aquel, al cual pertenece, fidelidad y coherencia entre pensamiento y acción. Los sueños conforman las utopías que motorizan el devenir humano.

"Tengo un sueño" fue la frase de Luther King Jr durante la marcha a Washington que quedo grabada en la historia de lucha de los afro americanos por los derechos civiles. En la novela, "No dejare mis sueños atrás", Santiago Arconada Rodríguez no enuncia un sueño, ¡lo defiende!

La narración es la «confesión de fe» de un militante forjado en la lucha obrera y popular de los últimos cincuenta años de historia venezolana. No estamos hablando de una declaración de prensa o de una declaración más frente a un hecho político de una coyuntura dada. Hablamos de rupturas en procesos históricos, políticos, ideológicos, donde esta en juego la vida y la esperanza de muchos.

La novela esta escrita en un único plano narrativo: El soliloquio de un viejo militante, mientras hace un viaje en Metro de un extremo a otro de la ciudad, después de haberse reconciliado definitivamente con su hija, tras las contradicciones de su militancia política ante el silencio de hechos que señalan cambios de rumbo del proceso político con el cual esta comprometido. Durante un accidentado y agotador viaje de ocho horas, pasa revista a su vida y a los hechos que involucraron su vida militante frente al imperativo de toma de posición política frente al proyecto que identificó con sus sueños libertarios.

La narración se despliega en 197 páginas, agrupadas en cuatro capítulos. Es una narración donde convergen varias perspectivas de lectura que podemos caracterizar de diversa maneras: autobiográfica, histórica, mono-dialógica, política,…

II. Itinerario narrativo.

Roseliano es un viejo comunista (no sólo los del PCV son comunistas), que cruzó las cinco ultimas décadas de su vida formando parte de la llamada izquierda política. Desde Douglas Bravo hasta Maduro, su militancia conoció y estuvo involucrada en los diferentes momentos y circunstancias de la política venezolana.

La narración transcurre en un espacio de ocho horas, de un día en que le toco acompañar a su hija Paula Josefina al terminal de pasajeros, ya que se marchaba al Ecuador a buscar la vida que su país le negaba. Se convertía en emigrante. Ese día, después de un año de incomodidades e incomprensiones, por el proyecto de emigrar que su hija le anunciara, terminaba acompañando a tomar el autobús que le llevaría a la frontera y al mismo tiempo a reconsiderar los hechos a fin de limar las asperezas de esa relación padre-hija.

Dos visiones, dos actitudes frente a los hechos y una misma plataforma ético- moral, donde se formaron padre e hija; son las condiciones de los protagonistas del dialogo. El tema no es otro que el país en bancarrota como consecuencia de las deformaciones de los políticos y la corrupción.

Paula Josefina representa el futuro, la claridad del horizonte de quién no teme al devenir porque no tiene tradición que le pese, que le detenga, que ponga una trama en su mirada. Roseliano es la personificación de un pasado militante que frente a lo moral y los principios, que "prefiere quemar las naves", más no ceder, pudiendo incluso, sacrificarlo todo.

Este es el centro sobre la cual orbita la narración "No dejaré mis sueños atrás". El acto de conciliación nos muestra dos posturas frente a la vida; por un lado, la sinceridad de la hija junto al amor por su padre que no le impide hacer el cuestionamiento a sus posiciones. No comprende que el padre mantenga silencio como medida de precaución-justificación ante hechos cuestionables del proceso político, en razón de proteger el proyecto al cual se adhirió . Postura que lo convierte en cómplice de una realidad política insostenible e injustificable.

Por otra parte, la posición del padre, que entre tácticas y estrategias comprende que se ha agotado las posibilidades y ya no hay vuelta atrás, que la situación desborda toda posibilidad real y el cuestionamiento de la hija le hace intensificar sus calladas contradicciones, que siente que ponen en tela de juicio su perspectiva libertaria y ética, que ya no aborda la realidad con el coraje de otros tiempos.

La despedida fue amorosa y cordial, pudieron comprender y comenzar a saldar las diferencias. La intensidad del vivir, el cariño y el amor solidifican a una familia. El regreso a casa fue tortuoso, ocho horas atravesando la ciudad para llegar al barrio, a su

casa, en un "peregrinaje con su cruz a cuestas", haciendo balance de sus cincuenta años de militancia, las circunstancias de cada período y gobierno a los cuales se había enfrentado y la comparación con el gobierno que apoyaba y sus contradicciones, donde la desviación llego a un nivel injustificable.

III. El autor y la obra en una de tantas posibles lecturas…

La aparición de la novela "No dejaré de mis sueños atrás" no es un caso fortuito; al contrario, esta lleno de intencionalidad. La novela aparece no como estrategia editorial, o que responda al ámbito de la dinámica del arte por el arte. La novela es un alerta a un de los momentos más significativos en nuestra historia político-social. Un momento donde se gestan los componentes del devenir venezolano. Momento que se registra desde el ángulo de una estética literaria a través de una novela.

Algunas pinceladas sobre el autor. Santiago Arconda Rodríguez es un «hombre de fe», y en tanto que tal asumió el compromiso político desde la perspectiva de los pobres, parra decirlo tal y como se expresaba el discurso predominante de los años setenta. El compromiso era (y sigue siendo) desde la gente, desde los espacios donde se desarrolla la vida de la gente, desde donde conviven en un mismo plano la vida en la pobreza y la esperanza de un mundo mejor. Los sueños no se alimentaron desde ese mundo que conoce lo obrero y lo popular desde una trama ideológica, sin carne, sudor, ni sangre, ni esperanza. Donde lo político y la circunstancia social es oportunidad de negocio, como se diría en el lenguaje de hoy.

Lo conocimos hace cincuenta años, en ese periodo que caracterizaron como el de las huelgas salvajes. Eran los años setenta, en la "Yaguara Obrera", como la nombraba un periódico obrero de la época. Su casa estaba en Carapita, donde hoy continúa viviendo. Su presencia en las luchas del barrio y la empresa no fue una pasantía, un sarampión revolucionario de muchacho que después se instalaría socialmente, como ocurrió con muchos. Santiago ha sido un hombre, como solíamos decir, consecuente, tanto consigo mismo como con su clase. ¿Un soñador?, ¿Un idealista?, indiscutiblemente, un hombre excepcional. Forma parte de esos seres anónimos cuyo horizonte revolucionario "circulan por estas calles" con sus aportes al proceso de la revolución venezolana y que la historia tiene una deuda con todos ellos."

Consideremos la siguiente anécdota donde podemos identificar a Santiago. Es un hecho de esas tantas lecciones que aprendimos en este transitar de la acción militante. Después de varios años me encontré con "Ernestico" Herrera, como solíamos llamarlo. Era en tiempos en que se había implementado la "pacificación de Caldera". Con mutua alegría nos saludamos emergiendo los comentarios, algunos impregnados de nostalgia. De pronto Ernesto saco la cartera extrajo un pequeño recorte de prensa. - ¿Qué te parece? - Me dijo, entregándomelo. Era una entrevista a Regis Debray, a propósito de la novela, "La nieve quema", que acababa de escribir. Fustigaba el periodista al revolucionario que acompaño al Che en Bolivia, con su pregunta mordiente: "¿Significa que abandona la lucha por la literatura? Debray le respondió: -Hay momentos en que uno asume la vida como si fuera una novela, y hay otros donde uno escribe la novela". –Interesante, ¿no te parece? – me decía Ernesto, con una sonrisa que iluminaba su rostro.

Pues bien, en Santiago no hay dicotomía cartesiana europea. Santiago asume la vida como una novela, al mismo tiempo que es militante de este mundo latinoamericano. Es decir, nuestra vida esta inserta en esa forma de vivir que es parte del "realismo mágico" de esta tierra. Este hecho recuerda a André Bretón, en su viaje a México y su encuentro con León Trotski, donde firmaron junto con Diego Rivera el Manifiesto por un arte revolucionario, frente al nazismo y el stalinismo. Dicen que cuando Bretón Bajo del avión en tierras mexicanas dijo asombrado: "¡Pero si esto es el surrealismo!".

Sobre la novela y su significación. Podemos decir, desde nuestra perspectiva de lectura personal, que dado que la narración esta incrustada en un momento estelar de la historia venezolana, y que por su particular forma de construcción narrativa, será de obligada referencia para los que necesiten entender este momento histórico venezolano.

Digamos algunas palabras en torno a la novela y la literatura, con el atrevimiento del que es simple lector de novelas y no especialista en literatura. La vinculación del que-hacer político y la literatura es una constante en la historia venezolana y sudamericana. La primera novela hispanoamericana, "El Periquillo Sarniento", considerada así por los críticos, de José Joaquín Fernández de Lizardi, editada en México en 1816, surge de la necesidad del autor de burlar la censura a la que estaba sometido por la inquisición. Lizardi era editores de periódico, cuyos artículos cuestionaban el régimen colonial.

En la experiencia venezolana podemos citar a José Rafael Pocaterra y su novela "La bella y la fiera", cuya escritura para combatir la dictadura de J. V. Gómez, pagó el costo de la estética literaria, al describir en su novela los cuadros de la represión y la barbarie con un realismo descarnado sacrificando la perspectiva estética literaria. El autor era consciente de ello y así lo hizo saber en el prólogo del libro.

Otro caso de autores venezolanos donde se conjuga la perspectiva periodística, la descripción del dato reporteril "objetivo" en la descripción de los hechos de la realidad, es la novela Mene de Ramón Díaz Sánchez. En su novela el personaje central está representado por la realidad generada por el petróleo. Los personajes que aparecen en su desarrollo son la expresión y la representación de esa realidad petrolera. En el formato, la realidad rompe el sentido cásico de los desarrollos narrativos. Es una literatura, según la opinión de algunos críticos, donde el autor logra mostrar la realidad en su expresión más cruda, sin sacrificar el sentido estético literario de la narración. Además, alguno de esos críticos dice: "Ramón Díaz Sánchez es un autor que sabe escribir".

La perspectiva literaria de Santiago Arconada es la de un militante que se expresa a partir de la vida de la gente. Sus personajes podemos reconocerlos en muchos de la gente que tenemos a nuestro alrededor, son expresión de nuestra cotidianidad. Su narrativa también es panfleto subversivo, herramienta para el combate. Es la escritura donde convergen diversos planos: político, ideológicos, existenciales, sentir de pueblo. ¡Es la escritura de un poeta!

IV. El síndrome stalinista

La realidad política venezolana vive el síndrome stalinista dada las contradicciones en nuestra visión y en las posturas que asumimos, cuando nos encontramos con hechos inaceptables y que se justifican en nombre del desarrollo del chavismo y la revolución.

Entendemos, en esta reflexión, por síndrome stalinista, el proceso de no aceptación de una realidad política-social que afecto a grandes sectores de la izquierda mundial, frente a los hechos de represión y barbarie que caracterizó un período de la revolución Rusa conducido por José Stalin, que la filosofa alemana Hannah Arendt caracterizaría de totalitarismo.

Santiago Arconada busca develar la verdad que el sistema niega, esconde, disfraza… No estamos en un proceso tan complejo y basto como el que representó el stalinismo en la Rusia Sovietica, pero si identificamos sus manifestaciones en los procesos social-históricos que emergen en determinadas situaciones de los procesos políticos en general.

Alexander Solzhenitsyn, escritor renombrado de Rusia, narró en su novelística la vida dentro del sistema en deformación. Debió vivir en el exilio y sólo años después regresaría. Las novelas de Milan Kundera desnudaban la realidad soviética stalinista.

-"No escribo para denunciar un sistema", -declaro desde su exilio en Francia, -"escribo desde la realidad de la gente". Fueron muchos los que se negaron a creer que la realidad era tal y como más tarde se develaría completamente.

La cuestión stalinista la hemos vivido también en Venezuela y en toda Sudamérica. Nuestra más cercana historia da cuenta de ello. Por nombrar sólo alguno de nuestros políticos, recordemos los libros de Teodoro Petkoff, "Checoslovaquia" y "Socialismo para Venezuela", del primero condenando la invasión rusa a Checoslovaquia y el segundo una reflexión sobre la posibilidad del socialismo a la venezolana. Su autor fue condenado por un Congreso Comunista en Rusia. Fueron hechos que, entre otros, marcaron pauta en la confrontación ideológica venezolana.. Pero las aguas corren y no se detienen al cruzar bajo los puentes. Años más tarde sería conocido por las nuevas generaciones como el ministro de Caldera que robo las prestaciones sociales a los trabajadores venezolanos.

Las aguas continuarían su curso, muchos años después, dentro del chavismo, que utilizaba esa misma imagen para denunciar la derecha venezolana, aconteció que Maduro, no sólo robo nuevamente las prestaciones de los trabajadores, si no que fue más lejos: desmontó todos el entramado social obrero conseguido a lo largo de toda la historia de lucha reivindicativa del Movimiento Obrero venezolano.

Pero no nos desviemos, retomemos el punto para no abrir otro capítulo en esta historia. Para la época que nos ocupa, la reflexión, el debate, como dirían algunos, de corte político-filosófico fue un imperativo de la militancia revolucionaria, como vía para superar la ambigüedad ideológica que impregnaban las posturas en torno al stalinismo. Recordamos las reflexiones del filósofo francés Roger Garaudy, miembro de la dirección del partido comunista, expulsado por sus posiciones expuestas en diversos medios y libros. "Ya no es posible callar" fue uno de los más polémicos. Nuevos horizontes políticos ideológicos era imperativo conquistar, tras la realidad develada en la revolución de los obreros rusos.

Guardando las distancias, el síndrome stalinista está entre nosotros. Es necesario retomar la mirada de nuestro propio proceso, del horizonte que nos servirá de norte. "No dejare mis sueños atrás", la novela del compañero Santiago Arconada Rodríguez es el alerta, el desafío de esta época; que al igual que aquella en que Roger Garaudy planteaba respecto al Stalinismo, "Ya no es posible callar".

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