¿Cómo entender que en revolución discrepar sea delito? ¿No es reaccionario condenar la discrepancia?

Sábado, 10/10/2020 02:53 PM

La lucha de contrarios es la esencia, el motor del cambio. El movimiento tiene su combustible en lo diferente y hasta contrario. Es, para decirlo de manera que llamaré coloquial, para despejarme de antemano el camino de los distintos, "una bendición de Dios" que la naturaleza, el universo, los hombres sean distintos y perciban de manera diferente.

La naturaleza, la sociedad humana, serían un solemne fastidio y además improductivas y carentes de toda significación si todo y todos fuésemos iguales, tanto como pensar, percibir de la misma manera. La sociedad terminará siendo como un pozo de agua putrefacta, sin movimiento, vida. El hombre perdería el derecho y la oportunidad de escoger y por supuesto de crear y para esto ejercer la facultad de ser él. Lo bello de la intimidad está en que anexándose o mejor combinándose dialécticamente a lo colectivo introduce la fuerza del cambio, el movimiento y el impulso para ser cada día mejor la vida toda y la condición humana.

El "Proyecto de Ley Antibloqueo", como cualquier otra, surge de la percepción que, un grupo de hombres tiene de la coyuntura venezolana. Quienes lo elaboraron son, estrictamente hablando, lo que les corresponde ser dentro de una sociedad capitalista, que de hecho es diversa, desde la perspectiva estructural y clasista. Es, desde cualquier punto de vista, demasiado presumido, que quienes lo elaboraron se conciban a sí mismos, como la estricta representación de los intereses y aspiraciones de la sociedad venezolana toda y particularmente de los más afectados por esta crísis. Es retaliativo suponer que los demás no tienen derecho a opinar, discrepar y hasta proponer algo distinto.

Ellos son lo que son, como cada individualidad es lo que es, al márgen de lo que cada quien crea y de la forma como se auto defina.

"La inconformidad", que viene justamente de eso, de ser uno mismo, distintos a los demás, "es el camino a la poesía", dice Gustavo Pereira y lo es hacia la verdad y sobre todo al equilibrio, por que el impulso para que cada quien exprese su opinión, reclame sus derechos, que cuando se suma a la "imconformidad" de todos, el derecho de todos, abre la oportunidad para lograr la síntesis necesaria que, no sólo recogería la esencia de lo que el todo quiere, sino de lo que está dispuesto y formado para construir y aceptar.

Para que un cambio se concrete, se haga válido, requiere de la aceptación del todo, en la medida que esto es posible y ese todo o todos, terminen por asumirlo, hacerlo suyo. Por eso, el cambio social no es una tarea que debe encargarse a la vanguardia, como esta misma entienda que está en aquel puesto de liderazgo y conducción para hacer todo a su gusto y hacer las veces de capataz y hasta divina persona que ordena y organiza a su gusto, saber y entender, como si la obra que crea o construye fuese exclusivamente para el uso y aceptación suyas. Como quien se hace un vestido atendiendo sólo a particulares deseos y rasgos anatómicos. Lo impuesto nunca florece, porque no es del gusto, aceptación ni de la medida de quienes a aquello le fue impuesto.

Es decir, para que el cambio, llámesele "Revolución" o "Revolucionario", alcance validez tiene que ser una tarea del colectivo, al gusto y nivel de éste. El modelo sustitutivo de producción, las nuevas relaciones, nunca serán producto de un Decreto, Ley o decisión de un grupo; será del resultado del trabajo, creación y hasta aceptación de todos y sólo será, con posterioridad, cuando Ley, para que haya equilibrio y permanencia, podrá entrar a darle forma legal a aquello que el colectivo construye y demanda. Es inadecuado pensar que primero va la ley por delante, demandándole a la gente conducta y procederes absolutamente ajenos a su idiosincracia y ancestral comportamiento todavía vigentes y sin una elaboración colectiva previa sustituta y válida.

Todo eso explica por qué el constituyentista venezolano de 1999, quien no recogió nada ajeno a nuestras demandas, cultura y relaciones propias en todo esto, introdujo aquello como mágico, al parecer ideal, tanto que todavía no acabamos de entender su exacto significado, de "Participativo y Protagónico". Tanto no lo entendemos, que quienes formaron la vanguardia de aquel reclamo y demanda, terminaron secuestrando todo eso en su propio partido y se esmeran por hacerlo en la sociedad toda. Y es más grave, y lo decimos así con la sana intención de despertar conciencias, que el líder de todo aquel movimiento, solía enredarse entre tener que aplicar esos principios o atender a las demandas y exigencias de quienes en la íntimidad le rodeaban para que se mantuviesen conformes y "leales" al proceso revolucionario.

Cuando mi viejo amigo, hermano en muchas vicisitudes y sueños, Moisés Moleiro andaba en aquella tarea de ganar voluntades para con el MIR irse a integrar el MAS y orginar aquello que por un tiempo se llamó MAS-MIR, en lo que no le acompañé y con sinceridad le expresé mis razones, lo que tampoco afectó nuestra relaciones, estando él de visita en mi casa aquí en Barcelona le pregunté:

-"¿Hermano, cómo va a hacer usted, yéndose al MAS,

un partido que nace como una renuncia al estalinismo

y las ideas estereotipadas del manualismo soviético,

acompañado de gente como la que en Anzoátegui le

rodea, que acaban de amenazarme con expulsión

porque en reunión del Buró de Educadores del partido

hemos elevado nuestro desacuerdo con la línea que

nos acaban de bajar sobre tema que nos compete hasta

específicamente, relacionado con los educadores y sus

luchas, alegando que estamos obligados a acatar lo

que ellos decidan por una simple razón de disciplina?

¿Qué voy a hacer, si eso es lo que tengo? Debo sujetarme a la realidad que me embarga. Con ellos debo irme.

Lo anterior no fue exactamente lo que me respondió Moleiro, pero fue casi lo mismo. Esa era su realidad y si no quería quedarse sólo y sólo irse al MAS, estaba obligado a aceptar a aquella gente cómo era, hacerle sus concesiones, pues eran la mayoría y no aliarse conmigo y los tres o cuatro del buró de educadores del partido, quienes de paso no estábamos de acuerdo con irnos al MAS.

Exactamente, dentro de esa misma contradicción pudo moverse Chávez, entre opinión y visión que representaba, la de promover lo participativo, protagónico y la de aquellos que privilegiaban y privilegian la vanguardia.

En síntesis, una sociedad o estado de cosas, donde el poder constituído, se sobreponga sobre lo participativo y protagónico, no es la solución ni la expresión dialéctica a lo que demanda el proceso de cambio y en consecuencia la unidad. Pero la historia, las tradiciones que han sobrevalorado el rol del individuo y los grupos, el de la clase dominante, sobre el todo, pesan demasiado y se resisten a abrirle espacio a una nueva forma de ver y asumir el liderazgo y sobre todo a aceptar el derecho de las multitudes y de los otros.

En medio de la crisis venezolana, que incluye los estragos de la pandemia, asunto que hasta pareciera favorecer el individualismo y lo grupal, por aquello de la cuarentena y el "distanciamiento social", circunstancia esta ya impuesta en buena medida por la miseria que nos embarga, lo contrario a lo participativo y protagónico fue deliberadamente fortalecido. En el Psuv, la visión opuesta a lo gregario, a los principios constitucionales mencionados y reclamados, la cooptación tomó más fuerza que antes. Los dirigentes de ese partido aprovecharon estos avatares para continuar aplicándola en mayor medida y en contra de la demanda colectiva de elecciones por la base, un proceder menos complicado que el necesario para las elecciones legislativas y con eso romper definitivamente el GPP.

Y ahora, lo acontecido alrededor de la discusión acerca del Proyecto de Ley Antibloqueo, pone de bulto, una vez más, como a quienes gobiernan, no les agrada para nada la idea de tener que obedecer a lo participativo y protagónico y, al contrario, demandan del colectivo acatamiento y disciplina. Y esto lo ponen como contradictorio a la lucha contra el imperialismo. Si no aceptas lo dispuesto por la vanguardia y optar por discrepar, estaríamos poniéndote al lado del enemigo principal. Cuando es más bien válido decir lo contrario, desconocer la opinión del colectivo, su derecho a participar y protagonizar favorece al enemigo verdadero.

Antes de la aparición del proyecto de ley en cuestión, personas bien conocedores de estos asuntos, especialmente un intelectual de mucha audiencia entre quienes gobiernan y la izquierda toda, como Luis Britto García, había advertido sobre los peligros envueltos en una Ley de Inversiones Extranjeras aprobada en la ANC y de la existencia de un informe de carácter casi oficial, relacionado con una serie de propuestas que se han venido haciendo acerca del negocio petrolero. Pero también ha abundado información dada por reputados técnicos petroleros como Mendoza Potellá y Einsten Millán Arcia, por sólo nombrar estos dos, acerca de la decadencia a la que ha llegado nuestra industria petrolera, asunto en el cual quienes ahora gobiernan no son ajenos.

Por todos esos antecedentes, lo abrupto de la aparición del proyecto de Ley Antibloqueo, sus contenidos, denunciados oportunamente por Luis Britto García, se desató una abundante protesta del colectivo que incluyó reclamos sobre el contenido de aquél y lo inapropiado del proceder, estando como se dice, en "Revolución", donde lo participativo y protagónicos son asuntos sustantivos. Pero también alguna gente, conocedora más de los asuntos legales que lo económico, dejó saber su parecer. Y esta protesta alcanzó a la multitud.

A margen de cómo haya terminado siendo la Ley, la que debemos analizar con detenimiento para fijar posiciones, fundamentar reclamos y su justa aplicación en concordancia con los intereses nacionales, es valedero dejar constancia que en todo momento se ha intentado hacer del derecho a opinar y discrepar, un delito y esto, no sólo contradice la legalidad y el derecho de los compalñeros de lucha a opinar y participar, sino viola la intimidad del cambio verdadero.

La discrepancia entonces, lejos de ser reacionaria, contria al cambio, es un aliciente y aporte extraordinario, porque es la fuerza de lo distinto. Por el contrario, los predispuestos a la lisonja y al apoyo incondicional y condicionante, son formas contrarias a toda revolución.

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