El Che, Allende, Chávez, sangre vertida sobre el camino de la esperanza

Martes, 13/10/2020 08:59 AM

Luego de la gran conmoción espiritual que significó la Revolución Cubana el continente entró en rebeldía, por todos los rincones brotaron las flores de la insurgencia, el rayo de la esperanza en un nuevo mundo iluminó desde la Patagonia argentina hasta la frontera gringa. Sólo en la época de la Independencia se vivieron días como estos, del humano encontrándose con su humanidad, con su justificación histórica.

El capitalismo rápidamente movió su maquinaria de antivida, comenzó a defenderse del fulgor que amenazaba sus tinieblas de explotación. La batalla fue feroz, y como dice "El Pica": no se dio ni se pidió cuartel. La insurgencia sufrió duros golpes con el asesinato del Che Guevara, de Allende y entró en un periodo de infausta latencia, las aguas se retiraron desconcertadas a cauces de reposo, había pasado la turbulencia… Y cuando se creía que todo estaba perdido, un trueno en la madrugada del martes 4 de febrero de 1992 anunciaba al mundo que la rebeldía americana no se había rendido. Chávez trajo de nuevo la esperanza al combate por la vida.

Lamentablemente, triste es decirlo, la sangre de los líderes, el Che, Allende, Chávez anunciaba la derrota de los intentos liberadores del humano, el capitalismo había tenido éxito, mientras las masas dormían. Es necesario estudiar las razones de la derrota, y desde allí sacar fuerzas para retomar el rumbo de la rebeldía esta vez triunfante.

¿Qué pasó?, ¿por qué nos derrotaron? La respuesta no es sencilla, intentemos una aproximación, aportar cierta reflexión a la búsqueda del camino perdido. Primero pensemos en lo que se tenía: había líderes, había vanguardia, la masa estaba movilizada. Entonces, ¿qué falló? Pensamos que no hubo comprensión del verdadero teatro de la batalla, no se acertó en la esencia de la disputa. Veamos.

Un sistema político se sostiene en la idealidad que acepta ese sistema, ya decía el Libertador: nos han dominado más por la ignorancia que por la fuerza; es decir, ignorar la esclavitud, ignorar que existe otra forma de organizar a la sociedad. Así como la ignorancia es una fuerza de dominación, el conocimiento es una fuerza de liberación del humano. Vivimos, nos relacionamos, de acuerdo al capitalismo, a su conveniencia, a su perpetuación, esa idealidad es la principal fuerza de dominación, es allí la batalla principal. Y aquí está la primera equivocación, pensar que las condiciones materiales garantizan la idealidad revolucionaria y después de tomado el poder creer que de las condiciones materiales mejoradas brotan directa, automáticamente, las condiciones subjetivas, la idealidad que apoyaría a la Revolución.

Es así, el principal escenario de batalla es la conciencia, la idealidad. Es allí que se pierde o se gana una Revolución. El capitalismo se enraíza en el egoísmo, lo estimula, una sociedad egoísta, una dirección egoísta nunca hará una Revolución; al contrario, una sociedad fraterna, una dirección con alta conciencia de sentido social jamás se dejará arrebatar una Revolución sin pelear.

El Che aprendió esta verdad en la Revolución Cubana, que escribió páginas brillantes sobre cómo elevar la conciencia de la masa, desde los primeros días de la Sierra Maestra. Allende no tuvo tiempo de cambiar la conciencia egoísta del capitalismo por la conciencia amorosa, fraterna, del Socialismo. Chávez fue asesinado y los sucesores se encargaron de desmontar lo que se había avanzado en la batalla contra el egoísmo capitalista, la organización social fue sustituida por la carnetización de los egoísmos, las cajas clap individualizaron a la masa; la recompensa sin conciencia social, sin trabajo colectivo voluntario, fragmentaron a la sociedad.

Los usurpadores sabían lo que hacían, conocían la esencia de la batalla, derrotar cualquier vestigio de conciencia del deber social. Hecho eso, ya no habría respuesta estratégica, la capacidad de respuesta se limitaba a los males individuales.

Las mejoras materiales deben hacerse creando conciencia del deber social, de pertenencia a la sociedad, el bien social debe ser sagrado. Esa es una enseñanza. La práctica revolucionaria vista desde esa atalaya producirá nuevos conocimientos y evitará nuevos fracasos.

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