Ahora con el costo del café y el salario de los trabajadores venezolanos, no sólo toma vida un viejo cuento que trae este trabajo, sino que pareciera convertirse en una enorme acusación contra quienes dicen gobernar en representación del Poder Popular. ¡"Urpia" negro!
La historia de Venezuela, desde el nacimiento de la Capitanía General (1777) hasta hoy, hablando en términos económicos, su divide en dos períodos, el del agrarismo con el café y Cacao y el del petróleo. El segundo hundió la economía agraria toda, pese quedamos siendo productores de los dos primeros, por la excelente calidad de los mismos. Y el venezolano, por razones culturales y hasta e económicas fue por años, como se dice más abajo, consumidor de ambos productos del agro, sobre todo de café. "de lo primero que uno tomaba al levantarse."
El petróleo acabó con la economía agraria, porque así lo determinó el proyecto que nos impusieron desde fuera con la complicidad de las clases dominantes a lo interno. Pero el café y el cacao, por su excelente calidad, mantuvo las preferencias y demandas del mercado externo y continuamos aquellos dos produciendo y exportando.
La etapa petrolera, durante un lapso muy largo, bajo el dominio del empresariado y el capital internacional, vio irse millones de barriles de petróleo y hasta los mismos dólares derivados de aquella actividad. Nada construyeron, nada crearon, pese desde aproximadamente 1938, casi 90 años hace ya, comenzó a hablarse de sembrar el hidrocarburo. La "revolución" tuvo meta y obligación retomar aquella bandera abandonada y no sólo la olvidó, la dejó olvidada justo en el mismo sitio donde la halló, sino que a la industria petrolera destruyó. Y ahora nos quedamos sin petróleo, dólares y café.
El gobierno, "ayudado" por las sanciones de Trump, ya en la segunda etapa del plan, en el de la "muerte", acabó con el negocio petrolero y con el café también. Pues el café, con todo lo que ha significado en la cultura venezolana, por las "habilidades" de aquél, terminó volviéndose tan caro, como tantas cosas, que ya es un sueño y una historia. Tomarse un café y brindar de él a las visitas, dejó ser una exquisita y fina costumbre popular para volverse estrictamente burguesa.
Durante uno de los gobiernos copeyanos de la IV República, el oficialismo derechista llevó a la Cámara de Diputados - recordemos que el congreso lo formaban dos salas, diputados y senadores- un proyecto de ley de naturaleza fiscal que preveía un fuerte impuesto al café.
Un diputado de apellido Rodríguez Iturbe, quien por cierto sonó mucho en el golpe de abril del 2002 y luego como integrante del gabinete del fugaz gobierno de Pedro Carmona Estanga o "Pipino El Breve", muy ligado, sus apellidos le denuncian, a la extrema derecha venezolana, al solicitar aquel fuerte pechaje al producto, alegó cómo razón que se trataba de un producto, no de primera necesidad, sino casi como un lujo.
Venezuela, uno nunca se cansará de decirlo, aunque en veces nos de pena por correr el riesgo se nos tilde de arrogantes, es un espacio que pareciera haber sido una bucólica y particular creación de Dios. Entre sus virtudes, está la de haber sido, junto a Brasil y Colombia, de los más grandes productores de café. Privilegio que perdimos por la riqueza petrolera y el modelo que nos fue impuesto desde fuera, en nuestras relaciones con la economía capitalista a partir de la segunda mitad del siglo veinte. Aunque es bueno advertir, que uno de los grandes esfuerzos del gobierno actual, consiste en volvernos a colocar en puesto aquel de productor y exportador cafetalero y cacaotero. * Pero, además, y seguimos en lo de elogiar lo nuestro, con la mejor buena fe, amor y respeto, los granos nuestros son de una excelente calidad; por eso se cotizan bien en el mercado y la gente nuestra bastante sabe del asunto.
Aparecimos en el mercado mundial, en los primeros años de nuestra historia republicana, como productores y exportadores de café y cacao de excelente calidad y exquisita y abundante demanda. Esos dos granos, en gran medida, definieron la cultura venezolana desde sus inicios. Por eso sabemos de café y cacao. Y también, como es natural, somos grandes consumidores de ambos productos.
Para el venezolano común, sobre todo aquel que tiene los pies en la tierra y ancestral cultura, el café, le es lo mismo que para el boliviano la hoja de coca. Lo primero que consumimos al levantarnos de la cama, antes de iniciar la diaria faena, es por lo menos "una ñinguita de café". De modo que para nosotros la infusión es algo de primera necesidad.
Por lo anterior, cuando el copeyano Rodríguez Iturbe, de quien uno no sabe hasta dónde tiene hundidos los pies en la madre tierra soberana, dijo aquello para pedir se pechase fuerte al producto, un diputado se levantó de su silla o curul, como impulsado por una fuerte palanca, para replicarle.
El ya viejo profesor Domingo Felipe Maza Zabala, economista brillante y pensador profundo, ligado a las luchas de la izquierda y del movimiento popular, dijo entre otras cosas, palabras más o menos, lo siguiente:
"Es natural que el diputado copeyano califique así al café. Las clases altas no saben lo de tener que mitigar el hambre con café. Tampoco que un pan de a locha** y una taza de café, suelen ser el desayuno de los pobres de Venezuela. Por eso piensa en el café como un lujo que, de tarde en tarde, entre los grupos oligarcas, se toman para amenizar las reuniones."
Por supuesto, la mayoría de diputados fue sensible a aquella prédica y la propuesta fue rechazada. Pero es útil la historia para ilustrar como las clases dominantes ignoran, desconocen y hasta rechazan lo que el pueblo bien valora y ansía, sea por amor, deseo, necesidad o simple sentido cultural.
*Lo resaltado en negrita, dicho en el 2012, es un recordatorio de todo lo frustrante que han resultado todos los años posteriores a ese.
** "Locha", fue una moneda que entonces representaba un octavo de la unidad monetaria, el bolívar. Es decir, era de poco valor.