No es posible huir de uno mismo; en el contincinio, cuando en la noche todo es silencio, salen del fondo de nuestros abismos los duendes malos y los duendes buenos; es la hora de presentarse frente al tribunal de nuestra conciencia, nadie consigue escapar completamente a esa justicia, nadie puede engañarse a sí mismo.
Chávez se les aparece a muchos, a quienes lo quisieron y a quienes le simularon amor: surge del fondo de las almas. A los primeros les reconforta la visita; los otros, los traidores, se aterran. Evitan las visitas del Comandante, le huyen a las noches tranquilas, al sueño profundo, lo evitan con licor, pastillas, en las mañanas se les reconoce ojerosos, amodorrados, de mal humor, como huyendo de algo imposible, condenados.
Es así, Chávez está activo. Unas noches visita a aquellos que fueron su círculo más cercano y los interpela, les felicita por sus acciones o los recrimina. A unos (no decimos nombres, suficiente castigo tienen con su conciencias) les acusa de no haber defendido su legado, les culpa de no haber preservado al Plan de la Patria; a otros de haberlo falsificado. A unos les recrimina haber cambiado de bando, por pasarse al capitalismo, el haberlo engañado; a otros, por perseguir a sus más leales Ministros, a unos de haber cerrado los ojos ante tanta canallada, a otros de haberse paralizado, aceptado, desde algún puesto menor, la entrega de su legado, la deformación de su pensamiento.
Pero es en el alto Miraflores donde se escuchan las peores acusaciones y los más terribles temblores, allá no pueden explicar lo que creen hacer en silencio pero que al Comandante no se le escapa, de él no se pueden ocultar: la entrega de su PDVSA roja rojita, el desastre del Arco, los millones de su pueblo huyendo por todo el planeta, la pulverización de la conciencia del deber social, el hambre, el desamparo de las mayorías.
A los verdaderos chavistas, a los que siguen leales a su legado, se les aparece y les da animo, los reconforta con su presencia, les pone las manos en los hombros y los apoya, les llama a seguir adelante en medio de las incomprensiones y dificultades, les asegura que siempre él estará a su lado en todas las batallas.
El Comandante Chávez está aquí, no lo vemos, sólo lo sentimos. La masa humilde, traicionada una vez más, lo subió a sus altares, lo sembró en su corazón, nadie puede sacarlo de lo profundo del alma popular, allí permanece junto a Bolívar, al Negro Primero, a José Gregorio. Un día, quizá una madrugada, en el conticinio, volverá hecho verbo y hecho carne, traerá en su mano izquierda la bandera de la Esperanza, la luz de un nuevo despertar. Ese día, esa madrugada, la masa irredenta identificará esa gesta valiente, sabrá que ha regresado Bolívar, que ha regresado Chávez, y apoyará a los muchachos que los encarnan.
Y ese día, esa madrugada, se acabarán las excusas, pagarán su culpa los traidores, y las calles y avenidas se llenarán de gente nuevamente apoyando al Chavismo de Chávez que regresa a reconstruir la Patria.
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¡Chávez Vive!