La actual pandemia por COVID-19, en cuyo origen sin duda alguna está metida la mano del hombre (élites globales), ha generado terribles consecuencias para la casi totalidad de la humanidad. Gracias a las medidas draconianas cortesía de las élites y los Gobiernos, sobre todo en los ámbitos social y económico, quebraron numerosas empresas medianas y pequeñas, fueron muy afectados los aparatos productivos estatales y el PIB, aumentó drásticamente el desempleo, creció la informalidad, se elevó terriblemente el costo de la vida y con ello la pobreza y la miseria, descendieron los salarios y se eliminaron beneficios laborales, se redujo en forma notable la inversión social, se deterioró aún más la prestación de los servicios básicos, entre otras consecuencias perjudiciales. Irónicamente fueron desembolsados por los Estados abundantes fondos para rescatar a las grandes corporaciones, en vez de ayudarse al pequeño y mediano sector productivo, y al ciudadano común asalariado y desempleado, cada vez más pobre, miserable y hambriento. La lógica capitalista en plena acción.
Como se aprecia en el párrafo anterior, los Gobiernos y las élites mundiales han aprovechado la actual crisis sanitaria para imponer de nueva cuenta medidas neoliberales. El neoliberalismo, como bien se sabe, es un capitalismo más agresivo y más inhumano que el liberalismo (que ya es mucho decir), en el que el Estado interviene sólo para ayudar a garantizar el éxito de los negocios de las grandes empresas, por medio de un amplio marco jurídico-administrativo-político, y para generar un ambiente propicio-estable-seguro para dichas empresas mediante la intervención preventiva o ‘ejecutoria’ de las fuerzas armadas. De manera que en esta época tan difícil, en la que la solidaridad debería salir a flote más que nunca, es cuando se nota el egoísmo más brutal de parte del gran capital, cuyo objetivo no deja de ser la obtención de la mayor ganancia posible, a costa incluso del sufrimiento, la pobreza y el hambre de millones de seres humanos.
Estamos, sin duda alguna, asistiendo a la formación de un nuevo orden mundial, en el que no sólo China y Rusia estarán a la cabeza de la geopolítica y economía globales, sino que el neoliberalismo se intentará consolidar y conllevar a una corporocracia totalitaria, caracterizada principalmente por el poder casi ilimitado y supranacional del gran capital, que buscará prevalecer perversamente sobre cualquier ámbito de las sociedades. Si bien los Gobiernos de todo el planeta, incluso los que manejan discursos aparentemente izquierdistas, están de rodillas ante las corporaciones transnacionales, arrastrados por unas migajas (en comparación con las ganancias de los capitalistas), buena parte de los pueblos en medio mundo, en gran parte nuevos desempleados y pobres, han salido a protestar en plena pandemia, dejando claro que no será fácil para el neoliberalismo imponerse en dicho contexto sanitario. En este sentido no se hicieron esperar las protestas por el confinamiento, por la semiparalización económica, por los recortes salariales-laborales, por la reducción de la inversión social, por el aumento del costo de la vida, por el nefasto auxilio estatal al gran sector privado y en general por la falta de interés de los Gobiernos por el ciudadano común.
El neoliberalismo es lo peor de lo peor, y sólo deja una negra estela de pobreza, miseria, hambre y muerte, y en consecuencia deberemos luchar los ciudadanos de a pie del planeta entero, de diversas formas para evitar su consolidación global y el triunfo definitivo del criminal orden mundial en ciernes.