¡No un tango! Tampoco un bolero, pero sí esa música que no sabría definir, pero que es alegre, bulliciosa, animada, dicharrera, y nos hace mover manos y pies, hasta caderas, intentando seguir el ritmo.
Y es que ayer, viendo un acto del PSUV por televisión, estaba el Presidente Maduro, con bella camisa rosada, presentando un potpurrí de las canciones chavistas de los últimos años, cantando el esposo de Daniela Cabello y los otros cantantes que siempre los acompañan.
Entra mi hijo a la cocina, regresando dl pasear al perro, y me encuentra alocada, moviéndome, como en los mejores tiempos, yo frente al televisor, por una parte, siguiendo a Nicolás Maduro dentro de la pantalla, moviéndose a más no poder. Y yo con él.
Fue un momento de distensión, de olvido de todas las preocupaciones del día a día, de no pensar en el Covid-19, esta pandemia que asila al mundo todo, un momento en olvidar la tremenda duda, plateada además por Pérez Pirela, sobre si será correcta la decisión tomada por el Gobierno de cesar la flexibilidad a lo largo de todo un mes. Cuando en Europa sufren la segunda oleada, peor que la primera de la primavera. Y se pregunta el filósofo maracucho, el cual veo todos los días en su programa Desde Donde Sea, por you tube: ¿será que los venezolanos somos de hule? ¿Será que no nos afectará una segunda oleada? ¿Será que, por ser mezcla de indios, negros, blancos, a los venezolanos no nos tocará tan fuerte? O, ¿será que por tanto sufrimiento de estos últimos años, Dios se compadece y nos ahorra esta otra tragedia?
No lo creo, por lo que, a pesar de estar bailando con Nicolás, al ritmo de la salsa, merengue, balada, reguetón, o lo que sea, debo pedirle a nuestro Presidente que sopese muy viene esa atrevida decisión, y que siga siendo prudente, muy prudente, observando los acontecimientos cada semana.
Y a los apreciados lectores que aún me siguen, sugerirles no le den mucho oído a esa flexibilización, y se protejan, junto a familiares y amigos, para evitar los contagios.
¿Cómo es posible que, en plena pandemia, aún se hagan mítines políticos con numerosa cantidad de personas? Vi el del PSUV, con el mismísimo Diosdado, en Anzoátegui, lleno de gente, no todos con la mascarilla. Vi a Marleny Contreras en Monagas, vi el de Omar Prieto en el Zulia, y ¿entonces?
¿No era el Gobierno sabio, prudente, sensato, llamándonos a todos a protegernos? O la pregunta es si ¿el peligro de perder las elecciones ha sido el detonante para arriesgar a la población?
Seguimos bailando cuando se pueda, un instante fugaz que nos hace relajarnos, divertirnos, mover el esqueleto, como se debía en mi época, olvidando entonces la terrible situación que viven todos los venezolanos, los que llaman pueblo, con esta economía bombardeada con inflación y sanciones que no permite a muchos hacer mercado, con la escasez de gasolina que dificulta el trabajo, sobre todo en el interior, con los vuelos limitados que no hacen posible viajar, aunque sea a Margarita, pues aunque lleguemos a ir, sin vehículo, y/o sin gasolina, ¿cómo recorrer la hermosa isla? y además con la amenaza de la infección del virus que nos hace estar tensos cada minuto del día cuando salimos del hogar.
Indudablemente apreciados lectores, no es tiempo de bailar, y aunque por minutos me animé a acompañar en el baile, al son de las canciones chavistas, esas que, como precisa bien Maduro quedan en la memoria musical de nuestra revolución veinteañera, es tiempo de austeridad, de solidaridad, de mucha prudencia y de extrema responsabilidad para acompañar unas elecciones parlamentarias transcendentales donde todos y todas debemos participar.
Es tiempo de dar la cara en memoria también del grande Diego Maradona, que se jugó su reputación, su historia de campeón, de estrella deportiva, defendiendo siempre, ante el mundo entero, a la revolución Bolivariana. No seremos campeones, no seremos estrellas, pero sí venezolanos de bien que amamos nuestro país y sabremos estar del lado correcto de la historia. A pesar de los odios, seguiremos bailando a plenitud algún día.