"El capitalismo siempre ha necesitado de catástrofes para avanzar. Sin duda las crisis y las situaciones del desastre eran cada vez mayores y más traumáticas. En verdad, estos audaces experimentos en el campo de la gestión y aprovechamiento de las situaciones de crisis eran el punto culminante de cuatro décadas de firme seguimiento de la doctrina del imperialismo.
"A la luz de esta doctrina, los cuarenta y cinco años adquieren un aspecto singular y muy distinto del que nos han contado. Las violaciones de derechos humanos más despreciables de este siglo, que hasta ahora se consideraban actos de sadismo fruto de regímenes antidemocráticos, fueron de hecho un intento deliberado de aterrorizar al pueblo, y se articularon activamente para preparar el terreno e introducir las "reformas" radicales que habrían de traer ese ansiado libre mercado.
"Cuando los republicanos se hicieron con el Congreso, Donald Trump, era uno de los neoconservadores que pedía una revolución económica de terapia de shock para el país. Así es como creo que debería hacerse: en lugar de recortes residuales, un poco por aquí, otro poco por allá, Yo eliminaría trescientos programas en un día, todos los cuales cuestan cada uno mil millones de dólares. Quizá no sean reducciones muy sustanciales, pero vaya si queda claro que las cosas van a cambiar.
"Muchos de estos países eran democráticos, pero las transformaciones radicales que crearon el ‘libre mercado’ no se instauraron democráticamente. Más bien al contrario, la atmósfera de crisis a gran escala ofrecía los pretextos necesarios para desestimar los deseos expresados por los votantes y entregar las riendas del país a los ‘tecnócratas’ económicos. Los políticos han presentado propuestas de línea dura, y han ganado las elecciones, siendo la presidencia de Ronald Trump, el mejor ejemplo, no obstante, los cruzados del capitalismo se enfrentaron a la presión del pueblo, y tuvieron que suavizar y modificar sus planes radicales, viéndose obligados a aceptar cambios graduales en lugar de una conversión total"
A veces el pueblo triunfa; pero es un triunfo efímero. El verdadero resultado de sus luchas no es el éxito inmediato, sino la unión cada vez más extensa del pueblo. Esta unión es favorecida por el acrecentamiento de los medios de comunicación creado por la burguesía y que permiten al pueblo trabajador de localidades diferentes ponerse en relación. Y basta ese contacto para que las numerosas luchas locales, que en todas partes revisten el mismo carácter, se centralicen en lucha nacional, en lucha de clases. Más toda lucha de clases es una lucha política.
Esta organización del pueblo trabajador en clase y, por tanto, en partido político, es sin cesar socavada por la competencia que se hacen los obreros entre sí. Pero surge de nuevo, y siempre más fuerte, más firme, más potente. Aprovecha las disensiones intestinas de los burgueses para obligarles a reconocer por la ley algunos intereses de la clase obrera.
Además, como acabamos de ver, capas enteras de la clase dominante son, por el progreso del libre comercio, precipitadas a las filas del pueblo trabajador o al menos amenazaba en sus condiciones de existencia. También ellas aportan al pueblo trabajador numerosos elementos de progreso. De tal manera la burguesía proporciona al pueblo trabajador los elementos de su propia educación política, es decir, armas contra ella misma.
Finalmente, en los períodos en que la lucha de clases se acerca a su desenlace, el proceso de disolución de la clase dominante, de toda la vieja sociedad, adquiere un carácter tan violento, tan agudo, que una pequeña fracción de esa clase reniega de ella y se adhiere a la clase revolucionaria, a la clase que lleva en sí el porvenir. Por tanto, lo mismo que en otro tiempo una parte de la nobleza se pasó a la burguesía, en nuestros días una parte de la burguesía se pasa al pueblo trabajador, precisamente esa parte de los ideólogos burgueses que se ha elevado hasta la comprensión teórica del conjunto del movimiento histórico.
¡La Lucha sigue!