¿Traicionaron a Chávez? Por la discusión necesaria. Por lo que pasa ahora y por Chávez (VI)

Lunes, 21/12/2020 02:31 PM

Nota: Este trabajo es el final de capítulo de un libro nuestro, hasta ahora titulado "Venezuela entrando en el siglo XXI. De lo mesiánico venezolano", sin publicar porque, como el General Aureliano Buendía, uno "no tiene quien le" publique. Al lector, que no sabe de los cinco trabajos anteriormente publicados en este medio, le pongo los enlaces respectivos, por si despierto su interés:

Parte I : https://www.aporrea.org/ideologia/a297636.html

Parte II : https://www.aporrea.org/ideologia/a298194.html

Parte III: https://www.aporrea.org/actualidad/a298298.html

Parte IV: https://www.aporrea.org/ideologia/a298367.html

Parte V : https://www.aporrea.org/ideologia/a298395.html

Agradezco a Amaranta Rojas, excelente amiga y compañera de luchas desde hace muchos años, con quien suelo compartir opiniones y hasta discrepar porque eso forma parte de la vida, hasta llegar a acuerdos, su deferencia hacia mi humilde persona, mediante su artículo "Eligio Damas: Chávez no fue Chávez y su proyecto está en pico de zamuro", el cual se puede leer siguiendo este enlace: https://www.aporrea.org/actualidad/a298408.html

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Entonces uno concluye que no sólo fue la lealtad, de mucho valor para el sector castrense, lo que decidió a Hugo Chávez proponer como su sustituto a Maduro en lugar de Cabello, su alumno y compañero de viejas luchas, de abundantes muestras de compañerismo y solidaridad o de Rafael Ramírez, también proveniente, como el primero, de uno de esos pequeños grupos de la izquierda más dados a dividir, excluir que unir y atraer, y a quien había otorgado el enorme poder de dirigir a PDVSA y la economía venezolana casi en su totalidad, en momentos que esa empresa era el pilar de la vida de los venezolanos todos y hasta del destino de la "revolución".

De un personaje muy conocido, quien formó parte de los niveles más altos del gobierno, a quien no nombro porque lo que diré me lo dijo en una conversación que sostuvimos muy privadamente, escuché que, estando Chávez aislado en una clínica cubana, de todos ellos, aparte de los familiares más cercanos al moribundo presidente, altos jerarcas del gobierno de la isla, los únicos que tenían acceso a él, eran Cabello, Maduro y Rafael Ramírez, mencionados sólo en orden alfabético y particularmente los dos últimos.

Había algo que Chávez privilegiaba, lo aprendió de sus lecturas sobre el accionar de Bolívar, por encima de la lealtad misma, y eso era la unidad necesaria del movimiento popular. Supo que, el venezolano, en buena medida, era en aquellos momentos opuesto a los partidos del viejo régimen, que se habían alimentado de la incapacidad de la dirigencia de la izquierda para unir sus fuerzas. Por eso, en el chavismo se unieron católicos, protestantes, masones, izquierdistas de diferentes orígenes, hasta ultranacionalistas, adecos, copeyanos, trotskistas y anarquistas, machistas y feministas. Incluso, muchos como se vieron obligados a ponerse uno al lado del otro, sin dejar de rezongar y unos cuantos lo hicieron calculadamente hasta llegado el momento para desatar sus habituales derrotes. Un fenómeno impensable en el proverbial sectarismo de la izquierda, incapaz de convivir entre diferentes en lo más mínimo. Tanto que, entre ocho, como en un poema de Aquiles Nazoa referido a Betancourt, optaban por dividirse en dos grupos de cuatro como mínimo.

Es conocido que en algunas regiones del país, como en Anzoátegui, militantes de "Liga Socialista", el partido original de Maduro, cuyos nombres pudiera mencionar llegado el caso, impactados por algo, como disgustados por no haber alcanzado sus metas inmediatas o sentirse insatisfechos con el accionar del gobierno, se iban al bando opositor y pasado un tiempo, atemperados los ánimos, despertados nuevos intereses, volvían y sus viejos compañeros que tenían el control en el MVR, primero y luego en el Psuv, les recibían con singular contentura y ánimo y hasta les devolvían sus antiguos galones. Sus puestos estaban siempre allí reservados para cuando volviesen arrepentidos.

Chávez unió todo aquello porque los aceptó con sus diferentes modos de proceder, hasta como antes dijimos, sin dejar sus organizaciones, las que transportaron al chavismo, primero al MVR y luego al PSUV, como quien sólo se cambia de apartamento. Nunca olvidaré aquellos compañeros del "Frente Francisco de Miranda" y la "Liga Socialista", quienes en nuestro batallón 517-C de Barcelona, planteaban grupalmente sus posiciones frente a la mayoría que allí militábamos de manera "independiente" y personal, con el único compromiso de luchar por una Venezuela nueva y un programa liberador. Bastaba que ellos se acordaran, lo que solían hacer, para lograr se decidiese lo que en sus reuniones íntimas habían decidido proponer, sin importar si aquello respondía al interés colectivo. Uno de esos grupos, ya en los tiempos del PSUV, acabando de incorporarse a este, tomaron casi absolutamente el comando del movimiento en la entidad donde vivo; la unidad interna de ellos, el sólido sentimiento de grupo, que pasaba por excluir quizás de manera muy sutil pero efectiva, les facilitaba las cosas.

Chávez aprendió que había que tolerar aquello porque era lo que podía "garantizar la unidad", aunque fuese contrario a lo que uno pensaba, siempre de manera ideal o idealizada y no es necesario hacer mucho esfuerzo para mostrar que le sobró razón. Pues aquellos grupos estructurados dentro de lo que se suele llamar chavismo, eran los únicos que podían generar la división y estando ellos contentos la unidad estaba garantizada. El grupo y los grupos que se repartían el poder por parcelas se imponían a las individualidades y al colectivo que las suma de aquellas constituían, pese el peso de las opiniones que entre ellas existiese. Si intentaba combatir aquella práctica, como pensábamos en veces nosotros, la recompensa hubiese sido el fracaso, de nuevo la división y la diáspora. Así eran las cosas en la vida y aquel no era el momento para intentar cambiar aquello. Había que tolerarlo.

Aunque a esta altura de la vida pienso que, el carácter del liderazgo de Chávez, algo formado por un aluvión, una masa que cayó sobre otra y otra sobre otra de manera tan veloz, lo hizo demasiado personalista, tanto que, como tantas veces hemos dicho, se habló de hiperliderazgo, era lo más coherente con tener que tolerar que cada grupo adentro hiciese lo que mejor le pareciese y que cada quien subsistiese como pudiese. Lo importante era la lealtad al alto mando, al líder.

Llegado a esta altura, parece pertinente plantearse en qué consiste la lealtad. Pareciera ser un valor que reclama consecuencia con las personas, como esa misma de la que se habla de los animales con sus dueños. Entre los militares pareciera confundirse con la buena disposición a servir a la jefatura en cualquier circunstancia, en las malas y en las buenas. Estos se preparan para la guerra y esta es determinantemente contingente y poco propicia para ventilar diferencias.

Se cree que la amistad entre dos personas reclama un tipo de lealtad, como estar dispuesto a respaldar o acompañar al otro en cualquier circunstancia, aunque medien razones que aquella hayan quebrantado.

La lealtad entre dos personas está sujeta a que los valores que la construyeron, como la amistad, se mantengan armónicos. Lo contrario es darle valor a la idea según la cual no se puede ser amigo de quien con uno no comparta toda la complejidad de la existencia. Una, según la cual, los amigos serían como un original y su clon. Los seres humanos, de por sí, son diferentes, ¡qué fortuna que lo sean! Lo contrario sería aquel "Mundo Feliz" de Aldous Huxley, donde los hombres modernos serían esclavos por ser producidos en serie e iguales.

Además, la lealtad no es asunto entre los individuos. Se es leal a valores como la nacionalidad, la familia, hijos, amigos, principios y se manifiesta de manera distinta y parámetros determinados. Ser leal a un amigo, por ejemplo, hablando de política, no significa votar por él si presentase su candidatura vinculado a un programa que no comparto. Por la amistad y lealtad que le profeso no estoy obligado a votar por él porque mi lealtad a mis convicciones me lo impide. Los valores morales de mi amigo no tienen por qué ser estrictamente iguales a los míos. Justamente si así fuese estuviésemos expuestos a caer en la futura dictadura que previó Huxley. Tan simple como que cristianos, musulmanes, masones y hasta ateos, pueden por encima de esas diferencias compartir amistad.

Por eso, cuando el comandante Chávez se vio obligado a tomar aquella trascendental decisión, la noche misma que volvía a La Habana a dar su último combate por la vida, no lo hizo sólo en función del valor lealtad. Si así pensásemos, le estaríamos descalificando en muchos sentidos. Por supuesto que hubo de medir la lealtad a los principios, la seguridad que sus ideas y proyectos continuasen, que el movimiento que conducía se mantuviese en armonía. Es decir, pensó en dejar su herencia en manos de quienes le garantizasen, según su percepción, la continuidad de su obra. Pero bien sabía que no era suficiente que quien dejase de heredero en lo inmediato, fuese aquel que lo dispensase la mayor lealtad personal.

Pudo haber pensado que, si se equivocaba en la escogencia, el no escogido, por sus ancestrales y habituales prácticas, por decisión de su grupo y hasta presionado por éste, podía romper lo que él había construido en tan breve tiempo y lo que sabía imprescindible, la unidad.

Quien piense lo contrario subestima a Hugo Chávez, tan simple es esto que, en ese caso hubiese dejado el poder en manos de su hermano Adán, al margen que este estuviese dispuesto o no a asumir aquella responsabilidad; un hombre también venido de la izquierda, su mentor por muchos años y quizás la persona más íntimamente ligado a él. Pero Adán no era el adecuado para aquello, como tener en torno suyo, por el trabajo de muchos años e individuos, una organización que a su vez estuviese vinculada a otras que le garantizasen aquel efecto mágico por el "por ahora" creado, que fue la unidad de las fuerzas revolucionarias.

Desde 1998, cuando Hugo Chávez asumió la presidencia de la República, Adán Chávez, pese la relación familiar con el presidente y los vínculos que entre ellos existieron, lo que es del conocimiento público, por vía oral y hasta por la literatura que ya existe, apenas ocupó posiciones discretas y se mantiene, pese lo que pudiera parecer, muy lejos de donde se toman las grandes decisiones. Para decirlo de manera más específica, no se exhibe como una figura de peso en el gobierno. Apenas era el gobernador del estado Barinas y ahora, como en un parecer bucólico, ideal, gozoso, está enclaustrado en un como monasterio, con todo lo que esto implica, que es la embajada de Venezuela en Cuba.

Pensando en todo eso, estrictamente en eso, pese lo trágico del momento, Chávez tomó su decisión.

Si le damos valor a la palabra lealtad que privilegió mi amigo, diría que la lealtad para Chávez significó, en primer término, la necesaria unidad de todos los hombres que luchan por la justicia y para alcanzar esta, por un orden nacional e internacional que a ella sea compatible. Por supuesto, como en muchas cosas, lamentablemente el comandante se equivocó.

Es esto tan cierto que Chávez puso gigantesco empeño, más tarde cuando los tiempos sean menos agitados se podrá comprender mejor esto, en una política internacional, sobre todo a nivel de Latinoamérica y el Caribe, no para ganarse aplausos y adhesiones personales, sino por haber comprendido que cualquier política generosa, liberadora y libre en nuestro espacio, requiere que predomine la unidad y el sentimiento solidario. Si en algo es bolivariano el pensamiento y accionar de Chávez, es ese empeño de sentar alrededor de la misma mesa a quienes somos hermanos por la historia, la cultura y el provenir y no nos hemos dado cuenta cabalmente. Por algo Lula y hasta Pepe Mujica, llegaron a decir en distintas oportunidades que antes de Chávez, sus países tenían más conocimiento y mejores relaciones con europeos y de otras latitudes. La unidad latinoamericana, deseo de nuestros precursores, empezando por Francisco de Miranda y continuando con el Libertador, es una idea viva y una ansiedad presente que necesita concretarse. En el siglo veinte y lo que va del veintiuno, nadie como Chávez hizo para que se incorporase con fuerza en el espíritu de nuestra gente. El empeño en unirnos como hermanos con los pueblos del Caribe, que no sólo ha sido Cuba, y contribuir como actor fundamental en el nacimiento de ALBA, UNASUR y CELAC, son muestras portentosas del valor que daba el de Sabaneta a la unidad. Cualquiera que sea el proyecto liberador y anticolonialista que predomine en América Latina y el Caribe, para sea exitoso requiere la unidad de nuestros pueblos y la integración armónica de los mercados respectivos.

Pero la unidad de la cual hablamos no es una como mecánica, puramente cuantitativa y menos calculada y medida en mercancía cambiable, una de compadres, amigos, "panas burdas" y "curruñas" para enfrentar cualquier partida y luego como "hermanos" repartirse el poder y las prebendas, sean estas de la naturaleza que sean, sino donde entren todos los venezolanos dispuestos a crear, trabajar, producir, aportar ideas y esfuerzos de toda naturaleza para construir un gran país y servir de enlace para que ese fenómeno se reproduzca en toda América Latina

Pero no obstante lo anterior, quienes le sucedieron en el mando o fueron sus herederos accidentales y hasta forzosos, retornaron a la vieja herencia izquierdista de lo grupal, del creer que el cambio de sociedad o las conquistas en beneficio de todos, son tareas que sólo competen a pequeños grupos de "héroes" o "escogidos por la providencia" y el resto son un abundoso manojo de enemigos. Y el pueblo todo, lejos de ser llamado participar y protagonizar, debe comportarse como una manada de borregos a espera que, por encima de la cerca, le lancen las sobras. Y eso, lejos de lo que ellos imaginan, lejos de llevar a la independencia, la libertad y grandeza, conduce a la esclavitud y el estancamiento.

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