Ligeras Apreciaciones

Venezuela y las tres hojas de la serpiente

Miércoles, 06/01/2021 12:23 PM

"Había una vez un pobre hombre que no podía alimentar a su único hijo. Entonces el hijo habló así – Querido padre, os vas tan miserablemente que yo soy una carga para vos. Lo mejor será que me vaya a ver cómo puedo ganarme el pan- A continuación, el padre le dio su bendición y se despidió con gran pena de él". El retazo de esta fábula corresponde a la selección de cuentos de Esteban Llorach Ramos, pág. 39. Esta historieta trata de un muchacho que su padre lo despidió. Luego, se topó con un rey que lo mandó a la guerra a combatir el enemigo. Como el mozo venció, el rey le cedió a su hermosa hija. Antes de la boda, la prometida le advirtió a su connubio que tenía lanzarse a la tumba con élla, en caso de morir la princesa primero; evento que resultó así. Como he de suponer, el marido se encontró turbado y desconcertado. En el ínterin, cerca del cadáver de su difunta, reptaba una serpiente que pretendía roerlo. El hombre con su espada, la partió en tres pedazos. Sin embargo, como traía tres hojas verdes, se las emparchó a la víbora y esta recobró vida; y serpenteando huyó. El joven pensó que colocándosela a su difunta, tendría el mismo resultado, como en efecto sucedió. La consorte se despertó asombrada. Al final, la mujer incumplió su agradecimiento; y más tarde alevosamente le quitó la vida a su amado ¡Qué mal agradecida!

Esta fábula hace recordar que muchas veces las buenas acciones se olvidan; se comete asesinato con el pasado (memoricidio histórico), como que si el presente fuera un hecho espontáneo, creado en la lámpara de Aladino. Quizá esta apología sirva para argumentar que Venezuela, nuestra querida patria, no puede existir un pueblo que viva aislado de su tradición, de su epopeya, de sus valores que significaron un aporte valioso en la consolidación de una república, de la cual, hoy se forma parte como ciudadanos y ciudadanas. Como la princesa del relato no hay que desmembrar el agradecimiento colectivo que hay que sentir hacia este rico terruño. Soy del pensar, que si no se conoce el pretérito, no puede haber amor por el presente, por lo que sustancialmente nos rodea. Agradecer a nuestro país, no es un sentimiento írrito de expresión compulsiva, al menos este bípedo escribidor lo medita así. Es ilógico pensar que, no existen los conflictos, sobre todo, en los que defienden y pretenden conservar lo pasado, mantenerse conservadores; y los que nada quieren recibir del pasado, los que piensan que todo lo forastero y lo innovador es importante, no asumiendo un verdadero equilibrio entre los dos tiempos, si puede llamarse así. En mi modesta apreciación, el agradecimiento colectivo no significa ser conformista en el medio donde cualquier sujeto se desenvuelva.

En este orden de ideas, no significa ser conformista como un "viva la pepa", aceptar melindrosamente algún beneficio, no preocuparse por el deber ciudadano y el progreso del país, en cada ámbito de responsabilidad. Creo que no se trata de realizar una contención entre lo viejo y lo nuevo, entre la tradición y el avance. Más bien, pienso, que deberá existir una empatía colectiva que quede abierta a todo buen entendimiento de la sociedad, como personas civilizadas que se desarrollan en un mismo ambiente territorial. Agrego aquí además, bajo mi responsabilidad, que todas estas virtudes deben tener un punto de partida: La familia. Término que se define como la base fundamental de la sociedad. Recordar que Venezuela, como cualquiera nación del orbe, es el conjunto de muchas familias que se rigen por normas internas, y que se extienden a la conformación de un estado. En el mismo sentido, opino, si se desconoce el sacrificio de los padres y demás ascendientes de una familia, es poco probable que las nuevas generaciones obtengan un conocimiento auténtico de lo que aquéllos realizaron en el tiempo y en la hora que les correspondió vivir. Por ello, estimo que resulta beneficioso que las nuevas proles estudien un poco el pasado, aun de sus filiaciones. Creí conveniente traer esto a colación, no con el afán de creerme el dueño de la razón. ¿Usted qué opina?

En suma, considero que sería trágico no tener un poco de agradecimiento por nuestro país. No debe confundirse esto con la administración de los gobiernos de turno; eso es harina de otro costal; podría disertarse este tema en otra ocasión. Bastante tela que cortar. Los gobiernos pasan, el hombre con sus inquietudes queda. Agradecer a nuestra Venezuela, no es más que hacer los que nos corresponde en nuestras actuaciones en la familia, en el trabajo diario, en la comunidad, en la universidad, en la industria y en el fomento de la conservación de nuestra cultura autóctona. Eso no implica tener oponencia por el progreso ni por lo extranjero, sin embargo, siempre hay que tener ojo visor por lo que pueda ser perjudicial. Que no emerja el monstruo de un venezolano sin memoria. Que la tragedia de la ingratitud no se haga presente, por el contrario, sentirnos orgullosos del país que tenemos, agradecer todos los días por haber nacido en esta Tierra de Gracia, con su historia, sus costumbres, su idiosincrasia, tradiciones que son unas de las hermosas de Latinoamérica, respetando las regiones hermanas, que llevan nuestro mismo grupo sanguíneo; y nacidos de una historia y gesta emancipadora común. Pienso que no hay que dormirse para agradecer; y que no haya que colocarle a nuestra amada Venezuela, las tres hojas de la serpiente.

¡Gracias al Supremo! por tener la oportunidad de leernos nuevamente.

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