El golpe electoral y mediático en EEUU, la guerra civil que llegará y la izquierda muda

Viernes, 15/01/2021 01:31 PM

Durante noche del 3 y la madrugada del 4 de noviembre de 2020, hubo un golpe electoral y mediático en EEUU. En el marco de los comicios presidenciales del país norteamericano, una sofisticada operación de adulteración de guarismos se llevó a cabo en los escrutinios de varios estados. Para empezar, en territorios como Wisconsin, Michigan, Pensilvania, Carolina del Norte y Nevada, se detuvieron los cómputos por unas tres horas, desde la una de la mañana (hora del este de EEUU), algo que nunca había acontecido antes. Hasta ese momento, las tendencias eran muy similares a las de 2016 y Donald Trump, del Partido Republicano, se proyectaba como ganador indiscutible de la jornada con márgenes bastantes holgados que oscilaban entre 14,6% (Pensilvania) y 11,1% (Michigan), verbigracia. Sin embargo, de un momento a otro en la madrugada del 04/11, los votos por Joe Biden, candidato del Partido Demócrata, empezaron a multiplicarse en proporciones anómalas. Eso ni lo leímos, ni nos lo contaron: lo atisbamos con nuestros muy acuciosos ojos en las pantallas de CNN International. Las cantidades de sufragios -en cientos de miles y en tan corto tiempo- no eran algo normal en estadística y la proporción de votos para Biden era mayor al 90%, c'est-á-dire, por cada 100 boletas computadas menos de 10 eran para la opción Trump-Pence. Algo muy inusual que revertía el patrón que habíamos observado en 2016. Justo en ese instante intuimos que algo andaba muy mal.

Más temprano, también en CNN International, a las 9:11 p.m. -hora del este de EEUU- Biden tenía en Pensilvania 706.677 votos y Trump 371.808. De la nada, minutos después (9:15 p.m.), Biden "caía" a 517.713 y Trump a 352.736 (¿?). A las 9:19 p.m. Biden "subía" (de nuevo) y alcanzaba las 880.480 papeletas (¡más de 300 mil en menos de cinco minutos!) y Trump 413.265. Como por arte de "magia" (a las 9:25 p.m.) Biden se posicionó en 495.580 voluntades y Trump "bajó" a 292.771 (¡!), o sea, 120.494 menos de las que ostentaba seis minutos antes (*). ¿Cómo se explica eso de "perder" votos? Se supone que los sufragios acreditados no se pueden "descontar" de la persona a quienes estos van dirigidos. ¿Cómo es posible tal aberración y que ésta se haya transmitido en vivo por televisión nacional? Cabe acotar que lo mostrado por CNN provenía de los meros centros de conteo a lo largo y ancho de EEUU. ¿Ya a las nueve de la noche del día de la elección presidencial yanqui se presagiaba el gigantesco timo que se aproximaba? Nosotros creemos que sí.

En la alborada del 04/11, Trump perdió la delantera en Wisconsin y Michigan, además de "acortarse" la brecha entre él y Biden en Pensilvania. En Georgia, la distancia entre el republicano y el demócrata también fue "estrechándose". El eje de la narrativa de los medios dominantes (ABC, CBS, NBC y CNN) era que los votos por correo postal "harían la diferencia". En las bocas de todos los presentadores y analistas de la noche (y de las horas subsiguientes), ello devino en una suerte de "mantra comunicacional". No era casual: el golpe electoral y mediático estaba en marcha. En "slow-motion" y durante 72 horas, el Estado Profundo gringo y sus mecanismos imperialistas de propaganda, pulverizaron el virtual triunfo de Donald Trump y entronizaron al candidato demócrata a la presidencia del país en los denominados estados pendulares. Eso sí, casi al mismo tiempo en que cerraban las votaciones el martes 3 de noviembre, comenzaron a ventilarse las primeras acusaciones de irregularidades y fraude comicial. En condados de Georgia y otros estados aparecieron cientos de testigos o víctimas de hechos ilícitos durante la elección. Por ejemplo, a los observadores republicanos no se les permitió presenciar los recuentos o se les bloqueó la visión hacia estos (con carteles o cartulinas), Días más tarde, abogados de la campaña de Trump revelaron que 40 mil personas habían votado dos veces en el estado de Nevada; por su parte, el legislador republicano, Matt Gaetz, afirmó que en Georgia "miles" depositaron papeletas más de una vez. Lo pretérito tiene mucho sentido si lo conectamos con las inverosímiles cantidades de votos adjudicadas a Biden desde la misma noche del 03/11. Un video de una cámara de seguridad de un centro de votación en el condado de Fulton, en Georgia, mostró a funcionarios electorales sacando boletas que tenían escondidas debajo de las mesas (**). Por increíble que suene esto, tan contundente testimonio visual no lo hemos atisbado en ninguno de los medios yanquis del "establishment", así como tampoco estos han reseñado alguna de las denuncias de amaño comicial que hemos enumerado con anterioridad. Desde un principio, las empresas de comunicación y redes sociales -como Facebook o Twitter- escamotearon, vilipendiaron o ridiculizaron los serios cuestionamientos al proceso electoral del 03/11, lo cual constató el papel preponderante de éstas en un inequívoco golpe de Estado.

La actitud punitiva de Twitter de colocar "etiquetas" a los mensajes de Trump donde éste platicaba de la "estafa comicial", se extendió a otros usuarios de la red que se atrevieron a poner en duda los dígitos extraoficiales del 03/11. Incluso la red del pajarraco azul se tomó la libertad de borrar los "tweet" o bloquear las cuentas de miles de personas. Es prudente evocar que en EEUU sólo hay un veredicto oficial -en las elecciones presidenciales- cuando se pronuncia el Colegio Electoral, por lo tanto, hasta el 14/12 Joe Biden fue un presidente proclamado nada más por CNN et al. Así de simple. Otro indicio del golpe de Estado a Trump ha sido la descarada interrupción de su alocución, el 05/11, la que fue cortada por ABC, CBS y NBC, las tres principales cadenas de televisión de la nación. En el campo judicial, a pesar de todas las pruebas y las decenas de declaraciones juradas existentes, los esfuerzos por esa vía han sido en vano y ello ha desnudado las insondables profundidades de la conspiración. Hasta la Corte Suprema de EEUU desestimó los alegatos de Texas en su demanda contra Pensilvania y sus cambios de última hora a las leyes correspondientes al voto por correo postal. Lo habitual es que las papeletas enviadas por esta vía sean recibidas hasta las ocho de la noche del día de la elección. Pensilvania, a través de su Corte Suprema, modificó esos parámetros en septiembre de 2020 y permitió que dichas boletas pudiesen ser aceptadas y sumadas hasta tres días después, lo que se convirtió en una puerta franca para los "backdated postmarks" o "matasellos antedatados". Explicamos: los sobres donde van las papeletas por correo postal deben tener los matasellos con la fecha de la jornada de la elección (o de una anterior a ésta) para ser admitidos en las 72 horas posteriores a los comicios, tal como lo dictaminó la Corte Suprema de Pensilvania. Antedatar es colocar un matasellos con una fecha previa en el sobre de una boleta que -digamos- fue enviada el 04/11 o en días subsiguientes. Un empleado del Servicio Postal de EEUU (USPS, en inglés) en el estado de Michigan, denunció que el 04/11 le habían ordenado recoger decenas de papeletas de los buzones y colocarles matasellos antedatados. Otro trabajador del USPS en Pensilvania, con el nombre de Richard Hopkins, aseveró en una declaración jurada que también se le habían impartido las mismas instrucciones antes descritas: recolectar y antedatar boletas. No cabe duda de que ésta ha sido una de las formas en las que se orquestó -posterior al 03/11- la avalancha adicional de papeletas fraudulentas a favor de Joe Biden a través del correo postal.

Las máquinas de votación Dominion, que son utilizadas en estados como Georgia y Pensilvania, fueron otra arista de la operación para deponer a Trump. A diferencia de países como Venezuela, donde el proceso electoral automatizado goza de innumerables auditorías antes, durante y después del evento, en EEUU no existe un organismo centralizado que comande el desarrollo de los comicios; en el marco de los dispositivos electrónicos para la emisión de los sufragios, no existe una cadena de custodia de estos, no hay ningún tipo de verificación rigurosa del software y las máquinas podrían quedar "programadas" -o ser intervenidas de manera remota- para beneficiar a algún candidato en particular, así como ocurrió el 03/11. En otros escenarios, éstas podrían vulnerarse a través de "errores" que son endémicos en este tipo de procesadores. Melissa Corrone, experta en informática contratada por Dominion, aseguró -en una entrevista al medio alternativo The Post Millennial- que estuvo en Michigan durante las elecciones y pudo constatar que los mismos votos fueron contabilizados una y otra vez, lo cual abultó de manera artificial el escrutinio a favor de Joe Biden. Según Corrone, cuando se presenta un error en estas máquinas se debe borrar todo lo adicionado y repetir la labor, pero los funcionarios no eliminaban nada y seguían escaneando las boletas, por ende, esto repercutía en el total de votos. Remató Corrone que, en las 27 horas que estuvo en el lugar, no avistó ni un solo sufragio para el candidato republicano. ¿Qué les parece?

Gracias a estados como Arizona, Georgia, Michigan, Pensilvania y Wisconsin, verbigracia, Biden se alzó con el "triunfo" en noviembre de 2020. Es curioso que sean también los sitios donde más se detectaron irregularidades durante el evento comicial. Dichos estados representan la bicoca de 73 votos electorales. El pasado 14/12, el Colegio Electoral otorgó 306 sufragios a Biden y 232 a Trump, empero, si metemos en la ecuación los votos "duplicados" que se han denunciado (por decenas o cientos de miles), las "transferencias" de cómputos de Trump a Biden con las máquinas Dominion y las papeletas con "matasellos antedatados" (en Pensilvania y Michigan), los totales de todos esos estados podrían variar drásticamente tras auditorías minuciosas. En Arizona, la separación entre los dos candidatos fue de apenas 10.457 boletas y en Georgia fue de 11.779 sufragios, por extraer sólo dos guarismos (***). Es público y notorio que se hallaron, al menos, dos memorias USB con votos para Trump que no habían sido escrutados, en el condado de Floyd, en Georgia. Un testigo republicano de Pensilvania, cuyo nombre es Greg Stenstrom, declaró que al menos había 47 memorias USB "extraviadas" en ese estado. ¿Cuántas otras tarjetas USB no habrá "olvidadas" -en Georgia, Pensilvania y otras jurisdicciones- con cientos de miles de sufragios republicanos que no entraron al sistema? Aunque lo más probable es que -a estas alturas del partido- éstas ya hayan sido destruidas por las "manos peludas". Las auditorías no sólo deben limitarse al recuento de boletas, sino que debe haber verificación de firmas de votantes y análisis forense de las máquinas Dominion, por mencionar lo más crítico. Revisar una y otra vez votos legales e ilegales, sin lograr distinguir unos de otros, es un procedimiento estéril.

LA NUEVA GUERRA CIVIL ESTADOUNIDENSE Y QUIÉNES ESTÁN DETRÁS DEL GOLPE

El monumental fraude electoral que ha tenido lugar en EEUU provocará, tarde o temprano, una inevitable confrontación bélica en ese terruño. Las espinosas contradicciones que han existido en la sociedad estadounidense desde hace décadas, se acentuaron después de la crisis económica de 2008 y el inicio de la Segunda Gran Depresión Capitalista que aún continua. La decadencia imperial no sólo ha sido económica sino política, social y moral. La desintegración del paradigma de la democracia yanqui es un hecho en nuestros días y el fraude comicial de noviembre ha venido a reafirmar lo que siempre hemos esgrimido: que EEUU es una dictadura compartida de dos partidos que son sucursales del complejo militar-industrial y su sistema electoral es un engranaje anacrónico donde la trampa es muy factible. Verbigracia, el escándalo de las papeletas de Florida, en las presidenciales de 2000, fue una señal de que EEUU no era inmune a las mafias electorales que eran tan comunes en naciones del Tercer Mundo. De hecho, George W. Bush fue un presidente impuesto por el esquema de "alternancia" de la dictadura compartida.

Las elecciones estadounidenses de noviembre de 2020 han puesto de nuevo en el tapete el "affaire" del fraude electoral, debido a la ingente cantidad de evidencias y testimonios que ratifican lo anterior. Los millones de partidarios de Trump que han votado por éste, se han visto burlados en su buena fe y han reaccionado en consecuencia: marchando y denunciando el robo en las urnas. El republicano, nos guste o no, dispone de un sólido sustento en amplias capas de la población: desde los más repulsivos del KKK hasta gente muy "pacífica y normal" con educación universitaria y un estatus "acomodado". Tratar de encasillar a todos los seguidores de Trump en el formato del "fanático-de-rifle-pro-KKK", es un craso yerro que coadyuva a presunciones distorsionadas. Desde luego, los grupos violentos supremacistas son los que generan más ruido en las filas de entusiastas del magnate y son los más peligrosos porque están armados y conformados en unidades paramilitares. Estas células, por decenios, han estado al borde de la ley y han desafiado al "establishment" con sus actividades fascistas; al arribo de Trump a la Maison Blanche, estas facciones se han sentido identificadas con el discurso incendiario del actual presidente y en la coyuntura de una delirante farsa en los comicios -como la del pasado 03/11-, son elementos que revisten una amenaza inminente. Los supremacistas están regados por todo EEUU y ellos pueden ser la chispa que encienda la pradera, ya que nunca aceptarán la imposición de Joe Biden. Desde el arranque de su carrera política, Trump despertó a masas que habían estado -hasta hace pocos años- aletargadas y resignadas a los embates de la Segunda Gran Depresión Capitalista; éstas lo atisbaban como un "patriota" y habían cifrado todas sus esperanzas en él para retomar la "grandeza" del país. Hoy esas expectativas han sido truncadas y una nueva guerra civil estadounidense está en puertas: podría estallar mañana, en seis meses o en dos o cuatro años. La inmediata consecuencia de dicha conflagración sería la fragmentación de la nación norteamericana en varias "repúblicas".

Detrás del golpe electoral y mediático en EEUU está el Estado Profundo yanqui. Tal como detallamos en nuestro artículo de noviembre pasado, el "Deep State" no perdona varias cosas a Trump y las principales son: a) que sea un "outsider",c'est-á-dire, que no sea un político de carrera y que no provenga de las filas de los dos partidos tradicionales del país; b) que sea un enemigo jurado de los medios de comunicación del "establishment"; c) que vaya en contra de la globalización y desee traer de vuelta a EEUU los puestos de trabajo de la manufactura; y d) que insista en sus planes de retirar cada vez más soldados de los frentes de guerra imperialistas en varias coordenadas del orbe. Es obvio que, a pesar de que ha obedecido casi al pie de la letra las directrices de los halcones de Washington (a lo interno y a lo externo), Trump debilita la agenda de los "globalistas" y se ha convertido en una auténtica piedra en el zapato para estos. Por lo tanto, una confabulación de magnitudes ciclópeas se ha puesto en práctica -desde el instante de su juramentación- con el objetivo de expulsarlo de la Oficina Oval. El complot -incluso- tiene ramificaciones en el mismo Partido Republicano: muchos dirigentes del GOP temen que el denominado "trumpismo" se apropie de dicha organización política y, por supuesto, desean cortar de raíz ese movimiento en sus propias entrañas. La cúpula del Partido Demócrata nunca perdonó a Donald Trump la derrota que éste le propinó en 2016 y esa factura siempre ha estado pendiente, por ende, la tolda azul se trazó -desde el minuto uno- desplazar al republicano del poder utilizando todos los recursos a su alcance: el "Russiagate" y el fracasado "impeachment" de 2020, son dos ejemplos de ello. No hay duda de que los demócratas contaron con la ayuda de factores foráneos para acometer el estridente amaño de las elecciones de noviembre y no estamos platicando de las ridículas acusaciones hacia China, Cuba o Venezuela, que han sido deslizadas por componentes internos del GOP que hacen el "mandado" a los demócratas. ¡No! Todo apunta a la Unión Europea y algunos de sus Estados miembros: Alemania, en su esfuerzo por frenar a la extrema derecha de AfD (Alternative für Deutschland), estaría muy interesada en perjudicar a Trump; Francia, donde Marine Le Pen -extrema derecha ídem- se perfila como vencedora de las presidenciales de 2022, sabe que golpeando al republicano golpearía a la abanderada de Agrupación Nacional; e Italia, donde igualmente la "diestra radical" está al acecho, daría gustosa una "zancadilla" a Trump para perjudicar al líder de La Liga, Matteo Salvini. De hecho, al momento de redactar estas líneas nos enteramos de que en Roma ha declarado -ante un tribunal federal- el ciudadano Arturo D'Elia, antiguo empleado de Leonardo SpA, la octava empresa contratista de defensa más grande del orbe, quien sostiene haber usado los sistemas de dicha compañía y satélites militares con el propósito de apoyar a Dominion en el fraude comicial a favor de Joe Biden (****). Algunos accionistas de Leonardo SpA son: el gobierno de Italia, The Vanguard Group (EEUU), BlackRock (EEUU) y Schroder Investment Management (Reino Unido).

En fin, Bruselas tenía que cobrar a Trump el respaldo de éste a la Brexit y al primer ministro británico, Boris Johnson, aunque un flanco del "establishment" del Reino Unido se habría anotado en el golpe electoral y mediático en EEUU con maniobras del MI6 (servicio de inteligencia para el exterior). Igualmente, la Reserva Federal (banco central gringo), la CIA, la NSA y el FBI han estado en la componenda contra Trump como autores intelectuales y principales ejecutores. Los medios de propaganda -a ambos lados del Atlántico- han sido los propaladores de la narrativa oficial acerca de las elecciones y los encargados de la supresión de cualquier planteamiento que se oponga a lo estipulado por los golpistas. Por su lado, las tecnológicas como Facebook y Twitter se han dedicado a perseguir a todos los que discrepemos de los números "autorizados" de la elección presidencial. Verbigracia, la red Twitter coloca la siguiente "advertencia": "This claim about election fraud is disputed" (Esta afirmación de fraude electoral es discutible [o está en tela de juicio]). Los policías cibernéticos de "la verdad". Voilá!

LA IZQUIERDA MUDA, EL ASALTO AL CAPITOLIO Y LA DECADENCIA IMPERIAL

El golpe electoral y mediático en EEUU ha agarrado "desprevenida" a la izquierda, al menos en América Latina y Europa. Paradójicamente, la "gauche" que tanto nos ha advertido de la mala influencia de los medios del "mainstream" y sus falacias, ha caído en la celada de estos. Lejos de hacer análisis que pivoten en la dialéctica revolucionaria, la izquierda -tanto en nuestras tierras como en el Viejo Continente- se ha consagrado a regurgitar la verborrea de los mecanismos capitalistas propaladores de desinformación. Ignorando de manera olímpica las evidencias de fraude comicial en EEUU y la lucha de poderes dentro del Distrito de Columbia, la mayoría de intelectuales, opinadores, canales de divulgación y líderes políticos de nuestro bando, se ha plegado a la comparsa farragosa de los medios de comunicación yanquis y sus cajas de resonancia en otros recovecos terráqueos. Al desdeñar, casi de manera furibunda, las acusaciones de amaño en las elecciones del pasado 03/11 (como si eso fuese algo imposible) y hasta ensalzar, en algunos casos, la figura de Joe Biden, la izquierda está haciéndose un raquítico servicio a sí misma y está dejando ir una oportunidad única para "sacar el jugo" a las grietas de la moribunda "democracia" estadounidense. Porque negar que haya podido haber trampa en los comicios de noviembre de 2020, es admitir de manera implícita que el sistema electoral de EEUU es infalible o indubitable y todos sabemos que no es así. Por ejemplo, en el año 2000 quedó patente que el Tío Sam no era ningún paradigma en la materia y el desenlace fue un presidente ilegítimo: George W. Bush. Por lo tanto, sorprende y decepciona que la izquierda no logre escudriñar ello y se atrinchere en el catálogo de viscerales emociones hacia Trump. Es verdad, el republicano es patán, egocéntrico, xenófobo y manipulador, por citar algunos rasgos, mas no podemos permitir -como revolucionarios- que nuestra aversión a él nos obnubile. Hay que asimilar que millones de personas votaron por Trump hace dos meses, camaradas; nuestra rabia hacia él -por las sanciones y las amenazas de invasión- no puede escamotear que al "outsider" lo respaldan más de 70 millones de ciudadanos. Si nosotros, en América Latina, exigimos respeto por nuestros gobernantes elegidos, lo coherente es que también respetemos la decisión abrumadora del pueblo estadounidense que ahora el Estado Profundo pretende desconocer. El fenómeno del "trumpismo" no puede comprenderse desde las pasiones y las predisposiciones: hay que abordarlo con "cabeza fría" con los instrumentos científicos del materialismo marxista.

El golpe de Estado en tierras gringas lo está dando el Estado Profundo de ese país con el soporte logístico de un entramado tecnológico y comunicacional foráneo sin precedentes. Tan convincente les quedó la operación que hasta la izquierda mundial, o una estridente porción de ésta, se creyó el cuento. Para muestra un botón: los medios de desinformación que secundaron el golpe electoral del 03/11 y jornadas posteriores, son los mismos que avalaron el zarpazo mediático-militar contra el Comandante Chávez, en 2002. La izquierda denunció -con pelos y señales- la conjura comunicacional de 2002 contra la Revolución Bolivariana, sin embargo, en 2020 y 2021 se ha quedado callada ante la abyecta orquestación de ABC, CBS, NBC, CNN y demás sucursales propagandísticas, y hasta ha aprobado -sin chistar- cada sintagma oficial relacionado con los comicios del 03/11. ¡Todo un papelón que yacerá para la posteridad!

Otra faceta de este golpe continuado que empezó en EEUU hace más de 60 días, fue el reciente asalto de partidarios de Trump al Capitolio. Siendo abogados del diablo, es lógico inferir que la incursión de estos simpatizantes al mentado edificio perjudicó en demasía al político republicano y podríamos estar especulando acerca de varios elementos infiltrados en la vanguardia que emprendió tal iniciativa. A todas luces, una "mise en scéne" con el objetivo de desmoralizar y disgregar al resto de los manifestantes, además de disuadir a los más de 140 legisladores que buscaban impugnar la certificación de Joe Biden en el Congreso. En efecto, el "affaire" del Capitolio ha sido el conveniente pretexto para que los demócratas abran un juicio político (impeachment) contra Trump por "instigar a la violencia" y Twitter, en ídem tenor, haya suspendido "para siempre" su cuenta en esa red. ¿Casualidad? ¡Para nada! Individuos que participaron en la movilización del 06/01 en el Distrito de Columbia, han reiterado que el lema de ésta era "rodear el Congreso", no "entrar al Congreso". Hasta donde hemos investigado, no hay indicio de que Trump haya ordenado alguna irrupción en el Parlamento yanqui. Por el contrario, cuando esto aconteció, él conminó a sus simpatizantes a desalojar el recinto y envió a fuerzas de seguridad para que continuase la crucial sesión. Para más inri, se hace harto sospechoso que haya sido tan fácil para estos "terroristas" adentrarse en uno de los inmuebles más custodiados de la esfera azul. Ahora bien, si desecháramos la teoría de los "infiltrados" y asumiésemos que todos los transgresores iban con el ánimo de "secuestrar" el Congreso, ¿de verdad podríamos estar platicando de un golpe de Estado? ¿Cuántas personas entraron al sitio? ¿Cuántas había afuera? ¿Cuántos lo hicieron con violencia y cuántos no? Las imágenes de los noticieros se centraron en los personajes más iracundos o grotescos, sin embargo, los encuadres de otros que paseaban con evidente parsimonia mientras grababan con sus teléfonos celulares dentro del Capitolio, fueron anulados. Muchos estaban armados y tenían una actitud virulenta, mas no dejaban de ser una minoría en comparación a los que se hallaban "calmados" en los pasillos y el exterior. La nuez de la cuestión sería: ¿de verdad estamos equiparando la "fuerza" de unas decenas de fanáticos ocupando el Congreso con el poder de soldados, tanques y aviones de última generación del complejo militar-industrial? ¿En serio? ¿Representará un peligro para el "Deep State" un puñado de cientos de personas en los recovecos del Capitolio? ¿No será al revés? ¿Que aquel Estado Profundo sí es una potencial amenaza para EEUU y el planeta entero? Condenamos la violencia -venga de donde venga- y lamentamos los decesos derivados del hecho en cuestión, pero hay que poner las cosas en su santo lugar: las implicaciones del golpe electoral y mediático del 03/11 son mucho más graves que las escaramuzas que presenciamos en el Congreso yanqui en días recientes. Los árboles, encore une fois, no permitieron a la izquierda contemplar el bosque. ¡Muy triste!

Como afirmamos más arriba, el "trumpismo" es una realidad y hay que lidiar con ella, puesto que es un síntoma del fracaso de la globalización y el retorno, con más fuerza, del proteccionismo, el chovinismo, la xenofobia y el supremacismo. En muchas ocasiones, la izquierda, al ser incompetente, cobarde y reformista cuando ha sido gobierno en varias naciones de Europa y América Latina, ha empujado a las masas a los brazos de la extrema derecha. Este ciclo de "derechización" podría perdurar toda la década y más, sobre todo en EEUU y Europa, hasta que los antagonismos alcancen un clímax donde la clase obrera -hastiada de atropellos- pueda torcer el rumbo, sin necesidad de partidos "socialistas" vendidos al marketing burgués. Trump puede volver a ganar en 2024 con una organización propia y seguir con su proyecto de MAGA, si es que antes el Estado Profundo no lo lleva a prisión o lo asesina. Una nación dividida en varias "repúblicas", luego de una cruenta guerra civil, sería el nefasto legado del Partido Demócrata en EEUU. Joe Biden no tendrá mucho tiempo de vida: se avista -a leguas- que está senil y bastante aquejado de salud. ¿Ley marcial? Antes o después de que Kamala Harris se haga del testigo. En conclusión, el golpe electoral y mediático en tierras del Tío Sam traerá más caos social en el sendero inexorable de EEUU al colapso económico.

ADÁN GONZÁLEZ LIENDO

@rpkampuchea

P.D. Lo irónico de todo esto es que EEUU es ahora víctima de lo que ha estado promoviendo en todo el mundo por decenios: Washington ha interferido en los eventos comiciales de otras naciones y ha financiado la desestabilización de gobiernos que no son de su agrado, sobre todo en América Latina. ¿Justicia divina? Lo cierto es que los demócratas están dispuestos a asumir el costo político de instaurar a Biden y "capear" las tempestades que traerá el estrepitoso derrumbe de Wall Street; el "Deep State" no estaba dispuesto a soportar a Trump por otros cuatro años y -de seguro- éste dispondrá de algún "plan maestro" para neutralizar a sangre y fuego la inevitable subversión interna que se avecina. Como hemos dilucidado en pretéritos ensayos, Trump era el "outsider" que pagaría los platos rotos de la Segunda Gran Depresión Capitalista, no obstante, han podido más la prepotencia del Estado Profundo y la sed de revancha de los demócratas. ¡Que asuman su barranco! Cuando platicamos de "los demócratas", nos referimos a las altas esferas del partido y no a sus militantes de base, que algunos hasta son amigos nuestros y defienden la Revolución Bolivariana, quienes no tienen la culpa de las aberraciones de sus corruptos dirigentes. Los camaradas de nuestro México son quienes están más claros acerca de los acontecimientos del 03/11 en EEUU: no hay duda de que ellos, por la cercanía, tienen una perspectiva más prolija. Saludos a todo el equipo de Política ConCiencia en tierras aztecas, en especial a Mónica, Maya y María.

(*) https://rumble.com/vbu6xh-election-night-errors-how-did-that-happen.html

(**) https://www.youtube.com/watch?v=keANzinHWUA

(***) Con estos guarismos para Biden en estados como Arizona, Georgia y Wisconsin, las encuestadoras volvieron a quedar en ridículo. Éstas endosaban al candidato demócrata una ventaja de hasta 10 puntos porcentuales sobre el inquilino de la Casa Blanca, pocas jornadas antes del 03/11. Ese "colchón", descontando el tradicional margen de error de la demoscopia, habría bastado para que la fórmula Biden-Harris arrasase, hasta en estados pendulares o bastiones republicanos como Arizona. ¡No fue así! En ídem dirección, Biden perdió Florida y Texas, dos plazas de honor para cualquiera que anhele ser presidente de EEUU. De cajón, ha quedado la sombra de la duda en las elecciones gringas y por ello 47% de los estadounidenses cree que los demócratas cometieron fraude, de acuerdo con un estudio de Rasmussen: https://www.rasmussenreports.com/public_content/politics/elections/election_2020/most_say_mail_in_voting_worked_but_47_say_fraud_likely

(****) https://centipedenation.com/first-column/more-intel-coming-in-about-italys-role-in-our-elections/?ref=twitter

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