El mal de Hubris camina por la Asamblea Nacional

Lunes, 08/02/2021 01:28 PM

El término Hubris es un concepto griego que significa desmesura. La persona hubrística se caracteriza por tener un orgullo desmesurado, por tratar a los demás con insolencia y desprecio. Estos rasgos conducen a un comportamiento impulsivo y a menudo destructivo. Este fenómeno fue descrito por David Owen (médico y neurocientífico, exsecretario de Asuntos Exteriores británico) y Jonathan Davidson (profesor de psiquiatra y ciencias del comportamiento en la Universidad de Duke), como un cuadro derivado del exceso de poder en algunos políticos. Este síndrome es visto como una extensión natural, o al menos no inesperada, de la confianza y la ambición requeridas de cualquiera que busque el poder. El nivel de arrogancia es el precio a pagar por un gran liderazgo. El poder es una droga que embriaga y no todos los líderes tienen el carácter arraigado necesario para contrarrestar, ya que se requiere de una mixtura de sentido común, humor, decencia, escepticismo y cinismo. Para Owen el hubrista tiene un trastorno de personalidad crónico y adquirido, que se desarrolla solo después de que un líder ha mantenido el poder durante un período de tiempo. De los 14 síntomas, siete son del trastorno de personalidad narcisista, dos son del trastorno de personalidad antisocial y el trastorno de personalidad histriónico. Entre los síntomas se pueden describir el uso del poder para la autoglorificación, obsesión con la imagen personal, excesiva confianza en sí mismo, acompañada de desprecio por los consejos o críticas de los demás, pérdida de contacto con la realidad, habla como un mesías, acciones imprudentes e impulsivas; aparece una incompetencia evidente por el exceso de confianza, existe una falta de atención de los detalles; además, se siente capaz de realizar grandes trabajos, por lo tanto se siente autorizado a actuar por encima de la ética. Sin embargo, mientras mejor se conozca el fenómeno y más consciencia se tenga, será más fácil neutralizarlo.

Ejemplos sobran para definir claramente a una persona con el síndrome de Hubris. A nivel internacional figuran expresidentes y ex primeros ministros que mostraron rasgos definitorios de arrogancia, como Margaret Thatcher, Tony Blair, George Bush y Donald Trump, entre otros, que se caracterizaron por generar un ego desmedido, por tener un enfoque personal exagerado, aparición de excentricidades y desprecio hacia las opiniones de los demás. No obstante, estos personajes han sido figuras políticas que siempre demostraron este tipo de personalidad, nunca escondieron su verdadero rostro, por el contrario mostraron su indiscutible aspecto humano. A nivel nacional llama mucho la atención que algunos personajes políticos se les esté cayendo la careta, mostrando hoy su otro rostro humano porque están en el poder, especialmente los que están en la cima como es la Asamblea Nacional. No se trata precisamente de los fantasmas que pasaron por allí en el extinto Congreso Nacional que desviaron su discurso para firmar pactos de burgueses con burgueses, de oligarcas con empresarios, no. Se trata de los diputados cuyo pueblo los eligió por tener una identificación con la izquierda, con Chávez y con ese mismo pueblo, que hoy muestran una conducta soberbia, nada humilde ni semejante a la de un revolucionario. Es importante aclarar que no solo son algunos diputados de la AN con este síndrome, también hay gobernadores, protectores de gobernaciones y de alcaldías, que son impenetrables. Algunos se protegen de la gente del pueblo, no solo con tapa bocas, sino con un gran número de escoltas porque mientras más vivan lejos de la realidad, mejor viven en su mundo egocéntrico y narcisista. Hace pocos días Venezuela fue testigo de un show sin precedentes por parte del presidente de la AN, Dr. Jorge Rodríguez contra el único diputado del PCV. Ha ocupado tantos cargos Rodríguez que sus acciones lo llevan a actuar fuera de toda lógica. Con su excelente vestimenta, zapatos y verborrea puso en jaque al diputado Figuera por no estar o definirse con Dios o con el diablo; es decir, con los trasnochados o despiertos, con los que entregaron la patria o los que defienden la patria. Disculpen quise decir, con los que defienden la patria o están contra ella. Dicen algunos camaradas que durante su gestión como alcalde, por lo general tomaba decisiones por su cuenta sin consultar al pueblo. El hubrista considera que las decisiones a tomar son correctas y aunque éstas sean erróneas nunca las reconocerán.

El mal de Hubris camina por la Asamblea Nacional, quien la preside cree que todos los demás son sus subordinados. A su súper poder se le suma el apoyo del gobierno y el posicionamiento arraigado que ha marcado su apellido en las filas de la revolución. Lo más grave es que detrás de los hubristas exista una legión de incondicionales que le felicitan, que le estimulan por su capacidad de atropellar, por su valía, que le expresan "menos mal que estaba allí para que pusieras orden, o para solucionar tal problema"; entonces se entra en la ideación megalomaníaca, cuyos síntomas son la infalibilidad y creerse insustituible. Los que estamos de este lado —los de izquierda proletariada decepcionada—, afectados por la corrupción que arropa a este gobierno, los que nos negamos a la dolarización del Estado, los que defendemos la Patria, no aceptamos la polarización a la que nos quieren llevar. Si estar en contra de esta postura antirevolucionaria es estar con el diablo, estamos haciendo las cosas bien. Como dijo El Quijote "cuando los perros ladran es porque cabalgamos, porque vamos bien". Nos negamos a que se instaure un nuevo pacto puntofijsta entre oposición y gobierno, entre empresarios y la AN, entre la clase burgués con los nuevos revolucionarios diputados burgueses, porque la AN la rescatamos junto a Chávez para que el pueblo legisle en pro de las necesidades que sufre, pero especialmente para lograr la independencia de la patria y esta no se logrará por los caminos inciertos a la que la están conduciendo. Nos oponemos a que todo aquel ciudadano, camarada, que haga una crítica, que formule denuncia, que señale un acto de corrupción sea aniquilado políticamente, que sea perseguido, expulsado de las redes sociales, señalado de traidor, o de opositor, o agente de la CIA, porque estamos dejando de ser demócratas para convertirnos en un gobierno totalitario y nuestros votos —que también cuentan— fue para hacer posible el plan de la Patria. Más daño ha hecho Guaidó a este país y a los burgueses revolucionarios poco le importa. Más criminal fue dolarizar la economía del país y Rodríguez cree que eso es defender la patria. Como castigo al Hubris está la Nemesis, que vuelve a la persona a la realidad a través de un fracaso y éste pudiera ser el desenlace de los que hoy ostentan el poder, ya que puede causar un efecto dominó irreversible. La autocrítica es para revisar, para rectificar y para reimpulsar siempre la misma revolución por dentro de ella misma. Con la verdad ni temo ni ofendo. Para ser revolucionario hay que ser un ser humano y preocuparse por la gente que no tiene poder.

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