El eterno retorno de la búsqueda desesperada

Viernes, 19/02/2021 01:07 PM

Me resulta muy sugestiva la imagen del Eterno Retorno, recogida por Nietzsche de muy antiguas creencias. Tan cautivante es, que se cuela hasta en los ensayos de análisis político. Hablar de "ciclos" y movimientos pendulares es casi un lugar común. En la época de la Guerra Fría, en América Latina se decía que el péndulo político oscilaba entre gobiernos democráticos-representativos, conquistados por movimientos populares, y dictaduras militares, promovidos por el gobierno norteamericano. Claro que hubo un salto imprevisto a estos ciclos: la revolución cubana. Con el siglo XXI, se generalizó la expresión de "ciclo progresista" que se completó y cerró con el auge pendular de una derecha que, hoy, a su vez, parece ser desplazada en algunos países, a juzgar por las victorias electorales del progresismo del peronismo en Argentina, o AMLO en México, Luís Arce, un camarada de Evo Morales, en Bolivia y la ventaja en la primera vuelta de las elecciones ecuatorianas de Arráuz, por parte del llamado "correísmo". Por supuesto, el ritmo del péndulo parece irregular: en Venezuela el péndulo parece haberse instalado en el "progresismo" chavista-madurista ¿Otro salto imprevisto de los ciclos?

Pero hay otro retorno que hoy me llama la atención. Me refiero a una nueva situación de desconcierto y búsqueda de propuestas que, para no dramatizar, evitaré calificar de desesperada. Se produce cada cierto tiempo este desasosiego. Estamos en otro ciclo. Uno, nuevo, de búsqueda y de riesgos, tal vez. Estamos en otro de esos momentos en que hay la sensación o hasta la conciencia clara de que las cosas no pueden ni deben seguir igual. Que se ha llegado al agotamiento de los antiguos métodos de afrontar los problemas, en que estos se nos escapan de las manos, en que sentimos que ni siquiera tenemos los términos adecuados para formularlo.

Las ciencias naturales cuando se dan esas regularidades hacen pensar en leyes. Pero, no, no es tanto una ley con el férreo determinismo de la gravedad, por ejemplo, aunque ella se ve contrarrestada en la realidad por otras fuerzas, por lo que nunca se cumple como en la pureza de la representación matemática. Digamos que es una tendencia: nos hallamos de nuevo en una situación de agotamiento de formas de entender lo que pasa. Es más, como diría Ortega y Gasset, no entender lo que pasa es parte de lo que pasa. Seguro algún lector musitará en respuesta la frase "Crisis de paradigmas".

Kuhn tuvo la fortuna de pegarla con el término "paradigma". Es una de esas palabras que significan lo que cada quien quiere que signifique. Tanto así, que el propio autor se sintió obligado a hacer un postfacio de su famoso libro sobre las revoluciones científicas, para explicar la treintena de acepciones que tenía su manoseada denominación ¿Logró aclararlo? No mucho. Algunas palabras o textos se les escapan de las manos a sus autores y hacen su vida a su manera, como una hija alocada. Lo que sí es notable es que empezó a usarse a discreción, descontextualizada. Porque hablar de paradigma sin referirnos a otros conceptos como "ciencia normal", "revolución científica", "anomalía", etc., es convertirla en un comodín para querer decir casi cualquier cosa.

La narración de Kuhn va más o menos así. Hay períodos en la historia de las ciencias (pongamos por caso, la química) en que los científicos e interesados hacen sus averiguaciones de la manera acostumbrada, con sus métodos, lenguaje, creencias, que los hace profesionales en su rama determinada, que los hace zapateros, o química, o médicos, etc. Incluso, en esos momentos, puede haber discusiones entre los colegas, pero ellos usan el mismo lenguaje y se refieren a más o menos las mismas cosas. Eso lo denominó "ciencia normal". Lo que confunde un poco es que, durante las épocas de ciencia normal, existe un paradigma: un conjunto de conceptos, creencias, procedimientos, protocolos, etc., que comparte esa comunidad científica o profesional.

Pero puede ocurrir que, o bien hay nuevos hechos, nuevas interpretaciones de hechos o debates que se salen del cauce, o tal vez una sensación menos definida. Por ejemplo, cierto fastidio o desgano de seguir pensando igual, con los mismos términos y esquemas. Entonces, Kuhn describe que se produce una proliferación de propuestas, desde las más disparatadas, hasta las más serias o contundentes. No hay ninguna garantía de que entre las nuevas propuestas haya algo que sirva, que pueda aportar nuevas soluciones o hasta formas alternativas de plantear el problema o de formular otro y disuelva el anterior.

Bueno, algo así está ocurriendo ahora. Lo peor es que los agotamientos o las crisis (salvo por el manoseo de esta palabra, es bastante precisa: el enfermo se cura o sobrevive), se amontonan: crisis del chavismo-madurismo, del rentismo petrolero, compleja (o sea, económica, social, política, cultural, educativa, sanitaria, y pare usted de contar), pandemia COVID 19. Y, a eso, hay que agregarle la crisis del marxismo (nada nuevo: el marxismo ha tenido ya decenas de crisis desde que Engels le brindó unas cervezas a Marx), la de la democracia (incluso, la que constituía el modelo de la derecha mundial, la norteamericana, con todo lo que hizo aflorar Trump), la del comunismo (bueno, o sea, en China hay otra cosa), la del cristianismo (no crean, el Papa ha puesto a pensar a muchos creyentes), de la civilización misma, y pare usted de contar que aturde.

Por eso, aunque a veces sorprenda, no es nada raro, hoy en día, que un tipo que uno conoció como serio, de pronto se declara lector asiduo de "Los Protocolos de los Sabios de Sión" y lo considera un texto que explica todo lo que está pasando, o ahora resulta que hay que revisar toda la morfología y la gramática del castellano porque, si no, estás maltratando a las mujeres, o que Maduro, a nombre del socialismo, privatiza las empresas que estatizó Chávez, le quita impuestos al capital transnacional, elimina los derechos laborales, o el candidato de los indígenas organizados de Ecuador se enfrente al progresismo y ponga a dudar a la izquierda mundial.

Exacto: abundan los conspiranoicos. Atribuirlo todo, desde las guerras hasta el COVID 19, a un grupito de conspiradores poderosos, sigue siendo la manera más fácil de explicar algo tan complejo como la lucha de intereses y fuerzas que resulta en este pandemonio de mundo. Además, no es la primera vez que surgen fuerzas sociales y políticos que los marxistas no entienden y rechazan, para después ir detrás explicándolo todo por el principio omniexplicativo de la lucha de clases. Nunca el indigenismo les gustó mucho a los funcionarios de la Tercera Internacional. Ahí está Mariátegui para atestiguarlo.

Lo que quiero destacar es que estamos en tiempos de agotamiento de TODOS los paradigmas, que ya nada es normal y las propuestas florecen y hasta agobian en su proliferación.

Es tiempo de salir de la caverna y dar una vuelta alrededor del sol como el águila, teniendo como collar una serpiente, como lo observa Zaratustra.

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