Trincheras de Ideas

Requiém por Douglas Bravo, un amigo que se fue

Sábado, 20/02/2021 01:10 PM

Leo en internet la noticia de la muerte del camarada Douglas Bravo por culpa del maldito coronavirus que lo contaminó, y me quedo estupefacto, en las primeras de cambio no le doy crédito a tan inesperada noticia. Creo, como a cientos o miles de camaradas de los años 60’ y 70’, la noticia nos pegó hondo, pues además de un período de amistad nacida en la cárcel (digepol de Los Chaguaramos), en el marco de la militancia comunista (él, en el PCV; yo, en la JVC), las luchas anti betancouristas y anti adeca de esos terribles y violentos años, de torturas y asesinatos, de persecuciones, fugas carcelarias y exilios de cientos de camaradas, de fundación común del Frente Guerrillero ‘José Leonardo Chirinos", en las montañas del Estado Falcón. Un roble como Douglas, combatiente de mil batallas, ser vencido por un virus que tuvo más fuerza que las balas enemigas o que los propios sectores dominantes.

Evoco el pasado de hace muchos años en la iniciada lucha armada, 1962 para ser más precisos. Después de las bárbaras torturas a las que fui sometido por los esbirros y torturadores de la Digepol, tomé la decisión de fugarme de aquel antro del crimen para proseguir la lucha revolucionaria. Se lo comuniqué a Douglas que estaba preso conmigo en aquella prisión; él era miembro de la Dirección del PCV, entendió mi planteamiento y solicitó apoyo a la Dirección del partido en el exterior. Él sabía que yo era un cuadro político pese a mi juventud.

Aquellos meses de febrero y marzo de 1962 fueron violentos, duros. La dirección del PCV planificó una huelga general contra el gobierno con miras a debilitarlo y derrocarlo, huelga que comenzó por San Cristóbal con un paro del transporte, y en días esa huelga se extendió por todo el país, en Caracas fue impactante. El gobierno, ante aquella peligrosa amenaza a su poder, movió todas las fuerzas represivas del Estado: policía política, grupos paramilitares de AD (la criminal Sotopol, la banda La Cobra Negra), policía municipal, GN y Ejército, con miras a detener la huelga y el proceso insurreccional a sangre y fuego.

Fueron días de enfrentamientos muy fuertes y violentos de los grupos guerrilleros de las nacientes UTC y del pueblo a las fuerzas del régimen. Finalmente el gobierno logró controlar militarmente la situación a través de una brutal y asesina represión, y la incapacidad de la dirección revolucionaria de sostener tamaña decisión de convocar una huelga general y una frustrada insurrección sin estar dadas todas las condiciones. Redadas, cientos de allanamientos a sedes partidistas y hogares de militantes. El gobierno adeco rebasó la capacidad de presos en la Digepol y tuvo que habilitar el Retén de El Junquito, en Catia, la Cárcel Modelo, el Fuerte de La Guaira, etc., e improvisó cárceles en todo el país para encerrar a los revolucionarios y sencillas gente del pueblo que sin ser militantes se sumaba a la insurrección

De aquella represión cayeron presos miles de cuadros políticos, comenzando con un alto porcentaje de las direcciones del PCV y el MIR, muchos diputados de izquierda. A la Digepol, donde yo estaba recluido, encerrado en una celda mínima que los policías llamaban despectivamente "tigritos", llegaron, entre los dirigentes que recuerdo, a Héctor Mujica, Pedro Esteban Mejías, Moisés Moleiro, Américo Martín, Gonzalo Gonzales Navas, Douglas Bravo, Radamés Larrazábal y muchos más. Por lo visto para el sátrapa Betancourt, la Digepol reunía características especiales, no sólo como centro de tortura y reclusión rápida, sino sitio donde recluyeron y concentraron muchos dirigentes del PCV y del MIR.

Aquella ofensiva represiva no detuvo ni al PCV ni al MIR, que preparaban a sus cuadros para crear las condiciones de una lucha armada larga, prolongada, para ello la lucha guerrillera en las montañas era lo ideal, así se comenzaron a construirse núcleos guerrilleros en Lara, Falcón (montañas de Irakara), Portuguesa (El Charal), Mérida (La Azulita), Sucre, Miranda; en buena medida siguiendo el ejemplo de los revolucionarios cubanos que dirigió triunfalmente el Comandante Fidel Castro desde la Sierra Maestra. El triunfo de las guerrillas cubanas fue el mayor estímulo para la juventud revolucionaria venezolana. Entre la juventud comunista tres eran los libros de cabecera en los Comités de Base y en los aparatos armados, las novelas soviéticas: "El Comité Regional clandestino actúa", "La joven guardia", y "150 preguntas a un guerrillero, del Che Guevara.

Ese era en cuadro que se vivía entonces. Yo caí preso en La Pastora por una delación y llevado a la Digepol, donde me torturaron, como señalé antes. Esos días y semanas me permitieron estrechar vínculos de amistad con muchos de aquellos líderes. Tenía, sin embargo, la idea fija, de evadirme y comencé a preparar un plan de fuga, como señalé, se lo comuniqué al camarada Douglas Bravo. Sólo había que esperar que se crearan las condiciones objetivas para llevar a cabo el plan de fuga.

Los acontecimientos políticos eran sumamente dinámicos, cambiantes, la crisis social, política y económica del país era muy profunda. Éstas condiciones se presentaron cuando la dirección revolucionaria, ante el incremento de la represión contra los miles de presos políticos, las torturas y la represión generalizada del régimen en barrios y comunidades, decretó una huelga de hambre de todos los presos políticos que estaban en las diversas cárceles del país, con despliegue de movilizaciones militantes y de masas en las calles de las principales ciudades venezolanas, para denunciar la represión y la criminalidad del régimen y hacer retroceder las políticas represivas del gobierno tiránico.

DE LA LLEGADA AL PUESTO DE SOORRO A LA FUGA

Todo el abigarrado grupo de presos políticos que estábamos en la Digepol y los de otras prisiones acatamos la orden de la dirección y asumimos con valor y responsabilidad aquella peligrosa decisión de ponernos en huelga de hambre. Al cuarto o quinto día de estar en huelga de hambre, casi me desmayo. Mi constitución física no era precisamente la de un hombre fuerte. Se armó un tremendo alboroto y tuvieron que sacarme en un vehículo policial hacia una institución hospitalaria. Yo tenía mi plan de fuga y para ello para debía ser llevado al Puesto de Socorro Salas, ubicado en el centro. Pero los policías me llevaron primero para el Hospital de Lídice, donde no me aceptaron, se dirigieron luego al Hospital de Coche, allí tampoco me recibieron, finalmente se dirigieron al Puesto de Socorro de Salas, en el centro de Caracas, donde me recibieron, precisamente un médico camarada –al que yo le dije bajito, para que no lo oyera el policía, que me hospitalizaran allí, que mi objetivo, con el apoyo de la Dirección política, era fugarme– y, después de auscultarme, ordena mi hospitalización inmediata por el delicado estado de salud en el que me encontró. Además de la debilidad producida por cinco días de ayuno, la secuela de las torturas, tenía fiebre y un principio de neumonía.

La idea y la orden policial era que me recuperaran rápidamente con suero y un tratamiento rápido y me retornaran a la cárcel política. Pero ya el plan de fuga estaba en marcha. Además del médico, en la administración del Hospital trabajaba una hermana del también camarada Alí José Paredes, asesinado un año después, en 1963, por una banda terrorista de la Digepol en su propia casa de la urbanización El Conde, delante de su madre.

La primera visita que recibí en el Puesto de Socorro fue la de mi madre. No supe cómo se enteró tan rápido, fue la gente del partido comunista que la contactó e instruyó. Aquello para mí fue emocionante, impactante; no veía a mamá desde antes de mi caída, sólo me había visitado en la cárcel, papá. Ella me llevó algún dinero. Recuerdo le dije que me iba a tratar de fugar de la cárcel. No se sorprendió, ya se lo había imaginado, recuerdo que me dijo: "Yo te parí y sé de lo que eres capaz y supuse que algo te traías entre manos", y agregó: "Ten cuidado, no cometas errores". Y me dio un dinero y dijo: "para esos gastos". Me echó la bendición y se fue Le dije que necesitaba ropa. "Tranquilo, yo te la mando con tu prima". Al día siguiente llegó a visitarme una prima y me dejó, con mucho cuidado para que el policía que me vigilaba no se percatara, un pantalón y una camisa, doblados dentro de una bolsa.

Al tercer día ya estaba listo para irme del hospital. Temprano le pedí al policía custodio –a quien me había ganado– que me hiciera el favor de comprarme algo para el desayuno y se comprara uno para él. Recuerdo que le di dos "fuertes", el "fuerte" era una moneda grande que equivalía a cinco bolívares. Al irse el policía, de inmediato fui al baño, me puse la ropa que me mandó mi madre, me puse una bata de médico y un estetoscopio que también me habían enviado, y salí. Estaba en el segundo piso del edificio hospitalario, lo recorrí rápido, de pronto, del pabellón de las mujeres, sale una señora algo mayor y me detiene. "Doctor –me dice– quiero que me revise toda". "Bueno, le digo yo, váyase y espéreme en su cama, que ya voy". La mujer se va, antes me dice: "¿De verdad usted es médico?, lo veo tan jovencito", y se fue para su cuarto. Continué caminando di otra vuelta y abrí una puerta que, bajando unas escaleras, llevaba a lo que era un depósito donde ponían los cadáveres.

Con un inocultable nerviosismo me empecé a quitar la pillama, no atinaba a abrirme los botones, entonces me la arranqué. Casi de inmediato se abrió una puerta y entró un trabajador y se sorprendió al verme y me preguntó con altanería: "¿Qué haces tú aquí?". Yo estaba igualmente sorprendido con aquella inesperada presencia. Con aplomo y serenidad le dije: "Me enviaron para ayudar a cargar un cadáver", "Ah, bueno. Agarra a este señor, tú por los pies, que yo lo agarro, por aquí". En efecto, sobre una camilla, cubierto con una sábana blanca estaba el cadáver al que se refirió el trabajador. Levantamos el pesado cuerpo y lo ayudé a meter en una camioneta que estaba estacionada a un lado del hospital. Hecho esto, el hombre partió con su carga mortuoria y yo, al ver que el vehículo estaba lejos, apresuré el paso, llagué a la esquina de Caja de Agua, paré un taxi y me fui para la urbanización Las Palmas, a la casa de un querido camarada, amigo entrañable, que militaba conmigo en las FALN, recién fallecido hace poco, Heriberto González Méndez, hijo del prestigioso arquitecto Heriberto González Méndez, viejo luchador anti gomecista.

Estuve en esa casa unos dos o tres días escondido y luego me trasladaron para un apartamento cerca de la plaza Las tres gracias. Allí me repuse, leía como un bárbaro y terminé de reponerme. Recuerdo que me visitó un médico que mandó el Partido, de Apellido Marcano Coello, y me dejó antibióticos y reconstituyentes. Creo que estuve en ese apartamento o "concha" como un mes o un poco más.

DE LA "CONCHA" A LAS MONTAÑAS DE FALCÓN

Llegué a Coro, Estado Falcón, a la casa de Nelson López, un dirigente nacional del PCV. De allí partimos de madrugada en un jeep y nos dirigimos a un poblado en el piedemonte de la Sierra de Irakara. Estaban varios camaradas con los que partiríamos para la montaña. Mi sorpresa fue mayor cuando uno de los integrantes del grupo era nada menos que Douglas Bravo. Nos dimos un abrazo. "¡Coño Douglas, que bueno es verte de nuevo!", le dije, "¿cómo te escapaste?". "Eso lo hablamos después", me dijo y agregó: "hay tiempo. Lo importante es que estamos nuevamente juntos y vamos a iniciar la lucha victoriosa desde estas montañas; lo importante es derrocar a Betancourt y su régimen adeco entreguista y asesino".

Además de Douglas, recuerdo a otros camaradas que se integraban a la naciente guerrilla falconiana, algunos amigos íntimos y compañeros de estudios como Baltazar Ojeda, que estudió conmigo en la ETI. Estaba Teodoro Petkoff, el legendario Domingo Urbina, fugado de la Cárcel Modelo por el PCV. Otro de los futuros guerrilleros era el guía campesino, nativo de esa zona, Arcadio Pérez. Estaban compañeros como Mariñito, Gonzalo González Navas, que también se había fugado de la cárcel, el exmilitar Genaro Guaitero, y otros más cuyos nombres no recuerdo.

Ya en la montaña pude ver que arriba estaban muchos guerrilleros, un grupo bastante numeroso de combatientes. Douglas Bravo dio muestras de una gran capacidad de organizador, de sagaz político, de hombre valeroso. Convocó a la fundación del Frente Guerrillero ‘José Leonardo Chirinos’ en un acto cargado de simbolismo. Hablaron él y Teodoro sobre el carácter de la lucha revolucionaria. Al final cantamos el Himno Nacional, la Internacional Comunista y Belachao, himno de los partisanos italianos durante la II Guerra Mundial y que era un himno de la Juventud Comunista.

Hablar de Douglas Bravo en pocas líneas no es cosa fácil. Su vida política estuvo cargada de aciertos en la defensa de sus convicciones. Era no sólo un político sino un ideólogo y un gran organizador. Su trayectoria estuvo marcada por los avatares y conflictos de la izquierda venezolana, latinoamericana y mundial. El conflicto Chino-Soviético, la división del PCV y el MIR por la vigencia o no de la lucha armada. Al final construyó su propia organización, del Tercer Camino, él, que durante un tiempo no creyó en la estructura partidista.

Douglas Bravo hoy es una leyenda revolucionaria. Una vida entregada a la causa de la Revolución Venezolana desde múltiples formas de lucha, que así como tiene sus aspectos positivos también cometió significativos errores políticos. Hacer un balance de su vida y trayectoria política no es fácil, pero debe hacerse porque ya forma parte de la historia contemporánea de Venezuela. Toca a los historiadores revolucionarios acometer el reto de biografiar de manera objetiva la vida política y revolucionaria del último guerrillero de aquel proceso armado que comenzó en los años 60’ del siglo XX, es decir, más de 70 años de la historia contemporánea venezolana se lleva el líder guerrillero a su última morada.

!Gloria eterna al camarada Comandante Douglas Bravo¡

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