Europa levanta polvareda por injerencias religiosas y armas. El Vaticano y Alemania

Sábado, 27/02/2021 12:29 PM

El filósofo británico Bertrand Russell, como miembro de una delegación del Partido Laborista, estuvo cinco semanas de 1920 en la Rusia bolchevique con las que comprendió, que todo lo valorable de la vida humana se estaba destruyendo para implantar una filosofía simplista e intolerante que impondría una miseria inaudita a muchos millones de seres humanos, como afirmó en su obra Teoría y práctica del bolchevismo. Para entender este hecho Russell estudió los guardianes de Platón, los puritanos de Cromwell, el Directorio francés y la analogía de Alexis de Tocqueville sobre los seguidores de Mahoma; hasta que dio con el Sermón de la Montaña. "Las esperanzas que inspira el comunismo son en general tan admirables como las infundidas por el Sermón de la Montaña, pero se sostienen con el mismo fanatismo y es probable que hagan el mismo daño […] La guerra ha dejado en toda Europa un estado de ánimo de desilusión y desesperanza que pide a gritos una nueva religión como única fuerza capaz de dar a los hombres la energía necesaria para vivir vigorosamente. El bolchevismo ha aportado la nueva religión. Promete cosas gloriosas".

El filósofo religioso ruso Semyon Frank, judío de nacimiento que tras abandonar su marxismo juvenil se convirtió al cristianismo ortodoxo, consideraba al dios judío tan alejado del mundo como las imaginaciones utópicas del socialismo; y no dudó en denunciar el encaprichamiento de la intelectualidad rusa con la idea socialista de forma clarividente: "al sacrificase por esa idea, no vacilan en sacrificar también por ella a otras personas. Sólo ven entre sus contemporáneos a las víctimas del mal del mundo que sueñan con erradicar a los perturbadores de ese mal […] Este sentimiento de odio a los enemigos del pueblo constituye el cimiento psicológico concreto y activo de su existencia. Así, el gran amor a la humanidad del futuro da origen a un gran odio al pueblo. La pasión por entronizar un paraíso terrestre se convierte en pasión por la destrucción". Frank comprendió que los revolucionarios eran realmente monjes militantes de la religión nihilista de la satisfacción terrenal que rehuían la realidad de este mundo, mediante una fe idolátrica basada en la incredulidad religiosa y en una satisfacción de sus necesidades materiales mediante la fuerza y la guerra. Como es lógico, Semyon Frank no tardó en verse, camino del Gulag en 1922 por denunciar el milenarismo igualitarista de las sectas religiosas europeas del siglo XVII que siempre estuvieron insertadas en la nueva religión bolchevique, que como en la Ilustración francesa, deseaba convertir al hombre en Dios.

Dos concepciones diferenciadas que nos dan un criterio de una sola realidad y hoy Rusia es otra verdad interesante gracias al giro que le dio Putin y con una mira desarrollista enrumba a esta nación igual que el presidente de Cora del Norte hacia un Estado unificado sin pretexto religioso y un aceleramiento de su economía, donde los colectivos de ambos países se fortalecen en un mejor vivir y recreación con un sistema de transporte óptimo.

Hoy Europa se desintegra por el asunto religioso y los intereses católicos, musulmanes y protestante. El principal provocador de esta nueva era de masas es su propio régimen parlamentario que se crea tensiones con Hispanoamérica y el mundo latino, La Unión Europea quiere cimentar distorsiones genéricas hacia las burbujas económicas fomentando sanciones a los países democráticos. En una oportunidad, los votantes los votantes italianos del Partido Popular se pasaron al Partido Fascista y el Partido del Centro alemán dio su apoyo para que Hitler alcanzase el poder. Esto confirmó la relación de los movimientos Totalitarios con las Iglesias, como ya había ocurrido con los bolcheviques en Rusia, el primero de los hermanos ilegítimos de la religión que al tomar el poder dejó bien patente los horrores de la racionalidad aplicada

Ahora bien, el ambiente anterior a la I Guerra Mundial hizo, que las masas católicas se dividiesen entre cristianos demócratas socialistas, conservadores y nacionalistas, llevando al Vaticano hacia una posición de neutralidad, porque Benedicto XV temía que un conflicto tan terrible desarrollase una vasta Revolución social. Y en este contexto de apoyo católico a la Guerra, la Iglesia se vio abocada a participar directamente en política mediante, la creación del nuevo Partido Popolare italiano –PPI- creado en 1919 bajo la dirección del sacerdote siciliano Luigi Sturzo, que obtendría el 20 por ciento de los votos en ese mismo año –un quinto de los escaños- que le permitió entrar en la coalición de Gobierno, que estableció el Partido Socialista de 1919 a 1922, al negarse este a colaborar con los partidos burgueses. Pero la quiebra moral del Estado italiano no podía impedir que grandes zonas de Italia fuesen dominadas por las bandas fascistas. Además, el PPI tenía un ala derecha bajo la figura de Stefano Cavazzoni, el padre Gemelli y el Conde Groscoli que no tardaron en introducirse en el Partido Fascista. En esta sitiuación Luigi Sturzo se vio obligado a emigrar a Londres, De Gasperi tuvo que tomar el mando de lo que quedó del PPI que fueron los que boicotearon la Cámara parlamentaria controlada por los fascistas como protesta por el asesinato de Matteotti, dirigente socialista, hasta que fueron expulsados y De Gasperi tuvo que pasar al exilio interno. Así, la Iglesia no tuvo más camino, que firmar los Tratados de Letrán y el Concordato de 1929 con Mussolini; y con estos acuerdos se reintrodujeron los crucifijos en las aulas, se permitió la Semana Santa, se devolvieron las propiedades confiscadas a la Iglesia, se ilegalizó la masonería, se prohibido el aborto y los concursos de belleza, se permitió el trabajo de Acción Católica y se concedió la soberanía de la ciudad del Vaticano sobre un territorio de 44 hectáreas.

Por otro lado, no podemos dejar de reseñar que el Vaticano utilizó sus míticas riquezas durante la I Guerra Mundial, para repatriar a los prisioneros de guerra y socorrer a los refugiados civiles por orden de Benedicto XV, mientras que Pío XI no dudó en agotar las arcas vaticanas para ayudar a las masas arruinadas por la inflación en la Alemania de Weimar, tanto como a las masas hambrientas de la Unión Soviética. Y como afirma el profesor Burleigh "sólo la generosidad y el talento financiero de católicos norteamericanos, que aportaron más de la mitad de los ingresos del papado en la década de 1920, impidieron la ruina económica"

En 1936, un académico orientalista de la Academia de Ciencias Soviéticas llamado Krachkovski afirmó "que el presidente será Stalin, que se convertiría de ese modo en José Primero, el nuevo emperador de todos los rusos… El comunismo se está convirtiendo en la religión nacional de Rusia, lo mismo que el fascismo se está convirtiendo en la religión nacional de Alemania y de Italia y el kemalismo en la religión nacional de Turquía. En todos estos movimientos es característico el odio a las religiones preexistentes (ortodoxia, catolicismo, luteranismo, islam), por una parte, y el culto al vozhd, por otra. Porque cuando se llama públicamente a Stalin padre y vozhd de los pueblos, entonces queda eliminada la última línea que les separa del Führer Hitler" De esta forma, debemos volver a incidir en que los partidos totalitarios se reproducían como una evolución sectaria y maniquea de la Iglesia oficial, dividiendo al mundo en bien y mal, nuevo y viejo, luz y oscuridad, para poder demonizar a sus enemigos, especialmente a los <> dentro de su propio partido

Son apreciaciones personalistas, pero, en la vieja Rusia, después de la experiencia de Trotsky, Stalin y Lenin, de Gramsci en Italia sin olvidar a Benito Mussolini y de Mao Zedong en China, había que ir a nuevas reformas políticas y económicas, dejando al Vaticano de lado por sus objeciones y oscurantismos en el campo de las brujas y herejías y su desvío de los asuntos bíblicos.

En este sentido, René Fülop-Miller afirmó que el bolchevismo es, por tanto, el resultado de la transferencia de las máximas jesuitas a las tácticas revolucionarias; su espíritu es el mismo que el de la ecclesia militans de Ignacio de Loyola […] el hombre, por tanto, para que sea feliz en el sentido bolchevique, debe obedecer no la verdad interior de la conciencia, sino las órdenes de una serie de autoridades que, por ser más inteligentes, se proclaman capaces de sopesar sobriamente qué es lo mejor y lo más útil para la comunidad. Acordémonos, que uno de los primeros en destacar las características sectarias de la intelectualidad revolucionaria rusa, fue Semyon Frank; pues estos monjes-revolucionarios practicaban la autodisciplina ascética y proclamaban las doctrinas infalibles de la salvación mientras perseguían con odio, saña e intolerancia a todos los incrédulos. Que Max Weber destacó que un estrato de intelectuales rusos desclasados estaba profesando una veneración casi supersticiosa de la ciencia como creadora o profeta de la revolución social, pacífica o violenta, para la salvación del dominio de clase. Y que Lenin pensando que la clase trabajadora sólo podía tener conciencia sindical, necesitaba someterse bajo la tutela de un partido misionero-marxista.

La secta practicaba hacia el mundo exterior la conspiración, la amoralidad y el engaño mientras que para sí misma exigía la transparencia de una prisión panóptica, con todos los miembros expuestos al escrutinio colectivo de su alma revolucionaria mediante prácticas de confesión, purificación y purga.

El papel de la Iglesia católica ante la época de los dictadores debe entenderse desde una amplia perspectiva, por ser una institución global en un periodo histórico realmente anómalo, como hizo el novelista católico Graham Greene cuando escribió sobre la persecución religiosa que se desarrolló en México, poco después de la <> de España, y que tituló El poder y la gloria. El conflicto entre la Iglesia y el Estado en México se originó con la Constitución de Querétaro, que habiendo tomado como modelo la separación de Iglesia y Estado de la Francia de 1905 con leyes abiertamente anticlericales. Pero con la sustitución en la presidencia de México de Álvaro Obregón por Plutarco Elías Calle, de origen libanés, cuyo anticlericalismo visceral se considera producto de su condición de hijo ilegítimo, el enfrentamiento entre Iglesia y Estado se profundizó con el cierre de 73 conventos, 129 colegios religiosos y 92 iglesias a las pocas semanas de llegar al poder; mientras comenzaron a desarrollarse museos del ateísmo, como el que Graham Greene visitó en Chiapas; se prohibió utilizar el adiós, se prohibió llevar crucifijos, se retiraron las cruces de las tumbas y se hicieron hogueras con santos en presencia de las Camisas Rojas juveniles de Caníbal. La presión estatal llevó a los católicos hacia una rebelión abierta en los Estados del centro-oeste –Jalisco, Zacatecas, Colima, Michoacán y Guanajuato- bajo el grito de "Viva Cristo Rey" y la dirección del General Enrique Gorostieta, curiosamente un agnóstico, masón y liberal, que eso sí no era su caudillo. Estos cristeros mantuvieron durante tres años una guerra de guerrillas, con la que acorralaron a las modernizadas tropas gubernamentales en sus enclaves urbanos, derrotándolas incluso en campo abierto, en la que murieron unas 70.000 personas y noventa sacerdotes fueron asesinados por su cargo

Un claro indicio de la verdadera concepción revolucionaria marxista, de las izquierdas españolas en la II República, puede observarse en que cuando la CEDA ganó las elecciones de 1933, lo consideraron un Golpe de estado del <> y promocionaron levantamientos independentistas y obreros en Asturias y Cataluña.

El Papa Pío XI tuvo que navegar entre el ejemplo austriaco, portugués e irlandés, la furia anticlerical de Rusia, España y México y el ateísmo neopagano de fascistas y nacional-socialistas. Recordemos que Mussolini llegó a suprimir a Acción Católica, por considerarla el mayor reto subversivo contra el Estado Totalitario fascista y que el Vaticano tuvo graves enfrentamientos con los que denominó <> por conducir a las masas a la condenación eterna, a la par que el católico partido germano de centro se deslizaba hacia las fauces del nacional-socialismo, basado en las anticristianas políticas eugenésicas y antisemitas, que violan las doctrinas del derecho natural, tan decisivas en el desarrollo de la autonomía y la integridad de la familia de la que se empapaba la Iglesia católica.

Los nacional-socialistas no tardaron en contestar a estas intromisiones católicas controlando la red de beneficencia de Cáritas, cerrando los asilos y las instituciones católicas, encargando a la Gestapo el soborno de niños para alentar una campaña contra los abusos sexuales de la Iglesia católica, incluyendo a las organizaciones católicas juveniles en las Juventudes Hitlerianas, clausurando las publicaciones y periódicos católicos –en 1935 ya no existía ninguno de los cuatrocientos diarios católicos-, se humilló a la famosa <> de Czestochowa, se identificó a los jesuitas con los judíos, se tildó al futuro Pío XI, secretario de Estado Pacelli, de comunista y se presionó a los padres alemanes para que apoyasen la laicización de las escuelas. Eso sí, todas estas medidas más la violencia de grupos nacional-socialistas contra las reuniones de grupos o procesiones católicas, terminó provocando una campaña de desobediencia civil que hizo que el Partido Nacional Socialista de los Trabajadores Alemanes –NSDAP-, diese marcha atrás en esta campaña anticlerical; mientras que el Santo Oficio –la antigua Inquisición- condenaba a las ideologías marxistas y nacional-socialista de <> que alumbró el camino de la encíclica de Pío XI,

Así que invito a La Cancillería leer sobre la actuación del nazismo en España y Europa y la reacción de los cuerpos diplomáticos ante la actitud de algunos mal llamados izquierdistas que quisieron levantar a la comunidad europea en una cacería de brujas y, lo que hicieron es radicalizar las presiones del Vaticano , Rusia y el norte de África aislando a Alemania hasta derrotarla y neutralizar a Benito Mussolini.

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