Desde la villa nativa empezamos a imaginar el curso de la mortal existencia del Comandante. Y lo ponemos a andar a través de las hazañas portentosas en la obra creadora del país. Expresa la angustia de un pueblo que se hecho al mundo. Mezcla de cruzado y de argonauta en que se resume la fiera del llanero. El anhelo de crecer y dominar que fué parte de la siquis de Nuestramerica. Para dar vida a nuestro héroe, nosotros no hemos sino pintar la azarosa inquietud de su tipo. Relatar el proceso donde se diluye, en la comunidad de la acción dominadora, el hecho personal de nuestro héroe glorioso. Hacerlo como polo de un movimiento común.
El héroe que domina los reclamos materiales para erguirse por ejemplo de generaciones. Por eso al rotular el relato de la existencia de nuestro Comandante, no lo llama vida sino hazaña. Hemos llamarlo con mayor propiedad agonía o muerte de un héroe. Porque la vida de Chávez es su muerte. Al morir, salvó su alma para la inmortalidad viva de la historia. No hubiera salido, tomado del espíritu del Quijote, al sacrificio estupendo, y las páginas de la historia lo mencionarían como número apenas entre los valientes soldados que conquistaron la tierra y empezaron la forja de la Patria nueva.
Rindamos con él nueva pleitesía a quien estás llamado a dar ancho ejemplo a las generaciones por venir. Ese ejemplo tónico de que tan necesitados estamos para realizar una obra edificante en nuestro medio social. El ejemplo de la audacia imprudente. Porque no lo negaremos nosotros, biógrafo cabal de nuestro insigne prócer, que hubo más de un adarme de locura en ponerse sólo, frente a los imperialistas. Locura magnifica que ilustra toda la existencia de Alonso Quijano el Bueno y que dio fuerza permanente a la vida gloriosa de Bolívar. Locura que movió los ánimos el 19 de Abril y que avivó las voces del 5 de Julio. Locura cuerda de que están necesitados los tímidos calculadores que esconden la verdad y apagan las candelas que pudieran señalar los caminos por donde se va hasta los sótanos de los nuevos piratas.
El Comandante se cierran todos los caminos hacia el pasado; nadie que haya tocado con él la hondura del conocimiento y se haya penetrado de su análisis exhaustivo de las pasiones puede volver atrás. Ningún arte que quiera ser verdadero puede entronizar de nuevo los ídolos que él destronó: ¿Quién puede atreverse a inscribir hoy ese reino misterioso que se levanta entre las almas y que su clarividencia iluminó? A él debemos el presentimiento del hombre nuevo que llevamos dentro, esta conciencia de ser nosotros mismos frente al pasado, con una vida de sentimientos mucho más compleja, más henchida de conocimientos que las generaciones.
Allí, mezclaba el bramido de sus tempestades interiores, el hervor de sus pasiones, el relampagueo de sus ideas, el rayo que taladrada sus sienes, con las olas hirvientes, con los huracanes desatados, con la batalla de los vientos y las aguas, con lecho que de las frágiles tablas contra los escollos, con los clamores desesperados de los náufragos. A un mismo tiempo la savia que corría por todo su ser, se acumulaba en el corazón y en la cabeza.
Atormentado cual nuevo Sísifo, va rodando eternamente su piedra a las alturas del conocimiento y viendo cómo eternamente se le escapa de nuevo a la sima, sin llegar nunca. Es el eterno sediento de Cristo que jamás llega a la fuente donde pueda saciarse. Mas ¿acaso me equivoco yo? ¿No es el Comandante el gran misionero de la fe? ¿No atestiguan todos sus discursos, los políticos, unánimemente, incuestionablemente? Ese hombre, que como nadie sondea en el alma del hombre, se inclina también reverente como ninguno ante lo Inasequible que le formó: ante lo divino, ante Cristo.
Es necesario para admirarlo. Parece traducido del árabe por la riqueza de la fantasía y por atrevimiento de sus luchas por el pueblo. El caballero empeñado en la hazañosa empresa de enderezar los tuertos de la burguesía y corregirlo, confiesa no saber lo que conquista a fuerza de sus trabajos, y vuelve su mirada a la conquista del cielo, que padece fuerza. "Soy Hombre", al encontrarnos en comunicación estrecha con lo infinito, por medio de una obra, decimos: "Soy humanidad."
—Donde el pueblo se desinteresa de la política, decaen ciencias, artes y hasta industrias. Lo cual no quiere decir, claro está, que se deje absorber por entero de cierta agitación política sin contenido doctrinal. Y aun de esta agitación acabará por surgir doctrina. Lo que sí ocurre es que en los períodos de intensa fiebre políticas parece como que las artes, las ciencias, la cultura, todo sufre un eclipse o un retardo.
¡Chávez Vive, la Lucha sigue!