Por candidatos a gobernadores y alcaldes importados ¡Qué vivan los paracaidistas!

Sábado, 03/04/2021 03:53 PM

Como se advierte en algunas películas, para evitar malos entendidos, dado el caso que, en las elecciones recientes a la AN, hubo mucho candidato de esos que se suelen llamar paracaidistas o, dicho de diferente forma, traídos de otra galaxia, quizás por aquello de "Caracas es Caracas y lo demás es monte y culebra", diré lo que es verdad; este artículo fue escrito en tiempos de la IV República; hay mucho de fantasía, por lo que sí persona alguna pudiera sentirse aludida, es pura coincidencia. Al final dejé constar que fue publicado en el desaparecido "Diario de Oriente", mucho antes que Chávez dijese "por ahora".

"Le traigo a cuento", porque se aproximan otras elecciones, la de gobernadores y alcaldes y, el mecanismo perverso que llaman cooptación, que no sólo aplican en el Psuv, sino todos los partidos, ya comienza a afilar sus garras para aprehender lo que le convenga a la patota dirigente. Es más, según he leído, pese lo participativo y protagónico, la democracia interna, ya el presidente de la República, que lo es también de su partido, ha dado la orden, de donde se deduce que no están dispuestos a aprender nada de lo que sucede, se proceda a escoger los candidatos por cooptación, lo que no es otra cosa que repartirse la cochina para que "nadie quede contento", pese que Diosdado habló esta vez de llamar a elecciones internas. Y lo más triste no es eso, sino que por las redes ya circulan expresiones de regocijo por eso; pues para asombro nuestro agregan, se hace así para garantizar la unidad y dar muestras que eso existe.

Todavía no se percatan del daño que representa tal procedimiento, inherente a concepciones que, no sólo vienen del pasado, sino la fuerza destructiva que le caracteriza. Pues si bien resuelven las contradicciones, diferencias, entre los grupos dominantes, generan mucho malestar en el resto de la colectividad inherente a ese mismo universo, que usualmente es mayoría.

Y ahora la cosa es peor, pues antes el método se aplicaba para escoger diputados y senadores. Antes, el presidente, escogía a los gobernadores entre quienes allá en Caracas le rodeaban y hasta lo usaba como un castigo para sacar de su intimidad a algún fastidioso. Más tarde, cuando empezamos a elegir a estos funcionarios, no se tardó mucho en dejar que en cada espacio se escogiese sus candidatos, pues inmediatamente se impuso allí también el centralismo, lo de escogerlo en Caracas y uno que fuese caraqueño, de esos que llamaría "de hecho", cuando mucho, pues pese no hubiese nacido en la capital, allá vivía desde hacía muchos años y ese era su "pago", como dicen los pamperos, tanto que, estando en la ciudad donde gobiernan, "las paticas" les tiemblan del deseo de irse para Caracas. Y lo que sigue lo escribí entonces, pero lo pongo porque la vaina parece ahora como peor.

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Por candidatos a gobernadores y alcaldes. ¡Vivan los paracaidistas!

Columna: Ayer y hoy

Diario de Oriente. Barcelona,

Blog., 12-08-86

¿Es justo que, a esos representantes de fin de semana, en el menos grave de los casos; ¿o a esos políticos que quinquenalmente se "aparecen a descubrirnos", a constatar si aún llevamos taparrabo y, en vista de lo cual, haciendo suyas las tesis de Sepúlveda, nos declaran irracionales y asumen nuestra representatividad en el Congreso, se les llame pomposamente paracaidistas?

Hasta el buenazo de Bartolomé de las Casas, archienemigo de Sepúlveda y las burradas de éste, debe estar calientísimo en su tumba.

Meditemos un poco sobre eso y pongamos las cosas en su sitio.

¡Aquí es! ¡Aquí es! Gritábamos con entusiasmo los muchachos, como si fuese carnaval, cuando veíamos el descenso lento, desde allá donde la vista alcanza, del desperdigado cuerpo de paracaidistas. Si algún recuerdo grato conservo del gobierno de Pérez Jiménez, ese deber ser el de las mañanas de paracaidistas en las fechas patrias. Pues producían en nosotros el mismo encanto que la observación del dirigible.

Ballenas o ballenatos - vaya usted a saber bien eso a los siete años - por montones hacían cabriolas con demasiada frecuencia allí mismo, en la desembocadura del Manzanares. Aquellos mediodías de encantamientos, como pocos, llegábamos retardados a clase. El maestro, para fortuna nuestra, se entretenía también con el majadear de los mamíferos. Más luego, deliciosamente conversaría con nosotros sobre aquellos gigantescos animales.

Sólo los paracaidistas, quizás por lo poco frecuente del espectáculo, menos que el deslizarse entre nubes del dirigible y el juguetear de los cetáceos, podrían impactarnos tanto.

Todos queríamos ser paracaidistas y ya eso, que un infinito número de niños sueñen con serlo, dice muchas cosas bellas del oficio. Y más de uno, por sólo hablar de mi pequeño grupo, se rompió una pierna, dislocó un tobillo o se fracturó un codo, por querer imitarles.

Es muy difícil que los "paracaidistas" de la política den saltos muy grandes para jugarse el pellejo. Solamente lo harían para caer con absoluta seguridad en un "mundo feliz", para citar a Huxley. Y a los niños, poco le atrae tanto remilgo por la piel. Es cosa de adultos, pudiera haber dicho Curcio Malaparte. Y, además, estos exploradores de safaris quinquenales, llegan en aviones grandes y seguros; y son los niños que habitan el contorno del aeropuerto quienes se juegan el pellejo.

"Y es una vaina enorme ", decíamos nosotros, "lanzarse de tan alto".

Y en verdad, uno que apenas se asoma a un balcón ya está mareado, puede más que los niños, medir el valor, el aguante y el nivel de entrenamiento de un verdadero paracaidista.

Pero estos "paracaidistas" domingueros también sienten escozor en el estómago al mirar discretamente por la ventana del avión "por si estamos llegando" y con cada saltito en el vacío.

¿Y en la guerra, qué papel juegan los paracaidistas? Preguntábamos ansiosos en la década del cuarenta, cuando nazi-fascistas y japoneses ponían en jaque al resto de la humanidad.

Ellos, de un lado u otro, hacían las más grandes hazañas desde la época que Francisco Quijano, "Don Quijote", se lanzó a defender menesterosos. Y el riesgo era mayor; ya no se trataba de lanzarse solamente desde lo alto, sino sobre regiones desconocidas y hasta dentro del terreno enemigo. Más de uno fue fusilado sin llegar a la tierra o cayó ensartado en la punta de una bayoneta. O perdidos en la retaguardia enemiga, fueron hechos prisioneros.

¿Riesgos? ¿Quién mencionó tan cochina palabra? Un diputado goza de inmunidad parlamentaria y, el del safari, tiene respaldo del cogollo. Y, además, este "paracaidista", ni siquiera el riesgo corre de escuchar las necedades de quienes, por votar por él, se creen con derecho a importunarle.

Este paracaidista, visitante quinquenal, que ni siquiera se acuerda a quien representa, apenas tiene de aquel la enorme bolsa para atrapar el aire.

En materia de ingresos y otras oportunidades, la respuesta es obvia.

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