Maduro juega "adelantao", lanza candidato de Fedecàmaras. Diosdado, se dice, “déjalo que guaralee”

Martes, 13/04/2021 02:18 PM

"Los maniobreros" de la política, esos que en el lenguaje coloquial se les decía, "buenos para mover la muñeca", de lo que se dijo y al final no lo pareció tanto, era bueno Salvador Allende, tuvieron fama en la Venezuela "de antier".

Fue muy común que, a Jóvito Villalba, mucha gente que le conocía, dijese que "no hay como Jóvito para mover la muñeca, maniobrar y atraerse a quien se proponga y alejar a alguien de quien le adverse y estuviese poniéndole piedras en el camino."

Eso lo escuché bastante, como también al Dr. Prieto, refiriéndose a su paisano, el nativo de Pampatar, "jefe" del partido URD, que, al acordar en algo con él, había que poner a la virgen del Valle como testigo, pues según quien eso dijo y también el parecer de mucha gente, no era muy dado a respetar los acuerdos; el acordar una cosa aquí y otra por allá, para muchos, era muestra de habilidad, de ritmo y equilibrio al mover la muñeca.

Pero Jóvito, pese al respaldo popular que siempre tuvo, por ser de los muy destacados de la generación del 28, no pudo llegar a la presidencia y su partido se disolvía, dividía en grupos, en buena medida por esas contorsiones, no por hábil, sino por evasivo, por lo mismo que el maestro Prieto, dijo de él, lo que ya mencionamos. Toda su energía y habilidad para mover la muñeca, la ponía en mantener el respaldo para sí de cada grupo y para lo que tenía diferentes discursos y poses.

Salvador Allende, quien antes de ganar las elecciones que le hicieron presidente, fue candidato cuatro veces de aquel llamado FRAP, si mal no recuerdo, trabajo de memoria, lo que le dio fama de hábil, con la suficiente "capacidad de maniobrar", visto esto como una virtud, para unir a aquellos luchadores insobornables pero montaraces, poco dados a dejarse meter en un corral.

Siendo presidente, cada vez que le advertían de algún general que estaba entre quienes contra él conspiraban, según sus allegados, solía responder, "tranquilo, deja eso a la muñeca". Y se acercaba al personaje, se lo atraía y, si no por eso, sino porque el tipo sabía que le tenían "la vista puesta", se metamorfoseaba, tranquilizaba, disolvía en el grupo y ya eso era, para muchos, muestras que "la muñeca funcionaba".

El general Carlos Prats, quien fuese uno de los pocos militares del alto mando, tanto que fue su ministro de Defensa y del Interior al mismo tiempo, le advirtió al presidente que, el general Augusto Pinochet, era uno de los más conspicuos conspiradores y "si usted me ordena, ya lo meto preso", se cuenta que Allende, como era habitual, respondió, "tranquilo, déjale eso a la muñeca" e intentó atraerse al denunciado, tanto que le removió a un cargo cercano a él y, estallado el alzamiento, los aviones volando y ametrallando al Palacio de la Moneda y las exhortaciones al presidente que se entregase y, todavía, Allende desconocía quien comandaba todas aquellas operaciones.

Pero si hubo un maniobrero consumado, eficiente, visto desde la perspectiva de sus propósitos y del sector al cual sirvió, ese fue Rómulo Betancourt. Y lo era, por ser demasiado perspicaz para observar los detalles, el movimiento de la gente, sus querencias o "sus caídas". Quien lea el llamado "Libro Rojo del General López Contreras (1936)", editado por José Agustín Catalá, compuesto en su totalidad, como el mismo libro dice, "por documentos robados por espías de la policía política", abundante en cartas del "brujo de Guatire" a sus compañeros distribuidos en distintos países, el lector podrá percatarse de cómo, cual, si fuese un artesano, manejaba los pequeños detalles y las maniobras para ganarse gente y hasta indisponer unos contra otros.

La capacidad de maniobrar de Betancourt, que en mi opinión rebasa cualquier otra cualidad, lo que le llevó al triunfo siempre estando en minoría, se puso de manifiesto en las luchas internas de AD siendo él Presidente de la República, cargo que alcanzó por eso mismo,

AD estaba compuesta, visto esto de manera general, por el bloque de la izquierda, ese que formó el MIR, el llamado Grupo ARS, liderado por Raúl Ramos Jiménez, de tanta fuerza como el primero, el bloque de los dirigentes sindicales o los llamados "bueyes cansados", de mucha intimidad con el Dr. Raúl Leoni, tanto que le impusieron de candidato a la presidencia por encima de los deseos de Betancourt que prefería a Gonzalo Barrios y el movimiento o fracción campesina, manejada por el entonces muy díscolo Ramón Quijada, quien al final terminó formando parte de una alianza con Arturo Uslar. Betancourt, en la organización, no gozaba de fuerza sustancial y concreta, sólo se amparaba en su aureola y las relaciones de antigua data con la vieja dirigencia. Y, por último, estaba el Dr., Prieto, con un enorme respaldo entre las bases del partido, a las cuales solía acercarse en las asambleas parroquiales, bastante le vi en eso en Caracas y en el universo de los educadores, donde nadie le disputaba el liderazgo.

Pero pese ese cuadro, valiéndose de sus habilidades para indisponer unos contra otros, haciendo correr rumores y suministrar informaciones bajo la condición que no le dijese a nadie, táctica o marramuncia que el lector hallará con frecuencia en el libro citado, logró lo insólito, indisponer entre ellos a quienes, por lógica elemental, debían estar unidos.

Nunca olvidaré una Convención Nacional del Partido AD, reunida en un cine en los alrededores de la Parroquia San Agustín, donde entre lo que llamábamos la izquierda y el grupo ARS, reunían mucho más allá del 60 % de los delegados, Betancourt, mediante un trabajo previo desde Miraflores, logró que esas dos fuerzas, de hecho cercanas en lo sustancial, se enfrentaran entre sí y se asumiesen como enemigos irreconciliables, capaz, cada una por su cuenta, de pactar con quien fuese, para derrotar a la otra. Algo así como lo del Pachacutik, ahora en Ecuador, que prestó sus votos para que Lasso derrotara a Arauz.

Logró, Betancourt, el milagro que, las fuerzas destinadas a unirse, por lo que compartían en común que era bastante sólido, se desafiasen y al final el grupo ARS terminó pactando con las otras fuerzas distintas a la izquierda, lo que le permitió a Betancourt, unos acuerdos y un CEN y CDN, organismos directivos del partido, que satisfacían sus aspiraciones. La izquierda, la que después fundaría el MIR, quedó desplazada del cuerpo directivo, apenas con DAR en el CEN, por sus particulares méritos y la fracción juvenil donde no tenía contendores.

A la izquierda adeca, en ese entonces, le paso algo similar a lo que ahora a Andrés Arauz en el Ecuador.

Esta particularidad o mérito que suele suplir la ausencia de otras capacidades, pareciera, según quienes le conocen, adornar a Maduro. Y debe ser verdad, porque eso explicaría su ascenso, el de un personaje que, en 1998 ó 1999, estando muy cerca de Chávez, perdió unas elecciones por la presidencia del sindicato de trabajadores del Metro, con su compañero de partido, el entonces muy joven Francisco Torrealba. Pero pudo ganarse tanto el respaldo del presidente, como para que le asignase, sin suficientes credenciales para ello, funciones importantes, como la de Canciller y vicepresidente y al final le escogiese como su sucesor, lo que terminó en una inmensa diáspora, como si hubiese estallado dentro del "chavismo" una elevada y abigarrada carga de fuegos artificiales.

En estos tiempos, Maduro ha estado desplegando maniobras de todo tipo y dirigida a distintos frentes. Afuera y adentro. Sus maniobras destinadas a contener el crecimiento y la influencia de Diosdado han sido abundantes y de distinto estilo. Sólo que el de "El Furriel" pareciera estar bien asesorado y no dispuesto a caer en provocaciones inocentes, sino que responde pronta, eficazmente y sin generar estallidos; "candelita que se prende, candelita que se apaga", pareciera decir Diosdado, mientras su fuerza e influencia a lo interno crece.

Ahora, después de los resultados electorales de Ecuador, donde el empresario Guillermo Lasso ganó las elecciones, de repente, cuando nadie eso esperaba, Maduro sale incitando a que el Presidente de Fedecámaras se lance como "candidato de la derecha".

Es decir, él le pone desde ya, como si eso fuese competencia del Estado, candidato a un universo y este debe ser un empresario. Intenta por su propia cuenta y poder, como si eso fue asunto del Estado que maneja, que el universo electoral se cuadre, de un lado el candidato empresarial y los suyos y allá otro frente. Una maniobra artificial, un juego inventado como quien se cree dueño del equipo, de los guantes y hasta la pelota.

Esto no es de mi autoría, se lo escuché a otro, Maduro nos viene con una maniobra de doble filo. Una que hace suponer aspira ser candidato de nuevo y, por ende, que Diosdado "se olvide de ese asunto". Pues para enfrentar a un empresario nadie mejor que un candidato de "la clase obrera". ¿Y cuál es ese?

Y supone que siendo así de fácil, tan mecánico, como quien juega al lego, todas las fuerzas progresistas, sabiendo el pensar y los planes de ese universo empresarial, se unirían en una candidatura "lógica".

Parece elemental amigo Watson. Sólo que quienes hacen maniobras, quienes mueven la muñeca, en veces, pecan de simplistas, suelen equivocarse, porque cometen un error, subestiman al contrario. No basta esa cualidad de maniobrero. Pues depende que el contrario, como quienes formábamos la izquierda adeca, sea por demás sectario e inocente. Y viéndolo así, a esta altura, esos maniobreros, no parecen tener lo necesario para seguir al frente. Y aquí, empezando por Diosdado, nadie se chupa el diente.

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