Lo trajeron las sombras y lo ahuyentó la luz

Viernes, 07/05/2021 12:38 PM

Tenemos un culto por todos los calvarios donde hemos sufrido. Y al fin de la vida amamos hasta nuestra corona de espinas y las llagas que la idea ha abierto en nuestras sienes, como las llagas que el sentimiento ha abierto en nuestro corazón. Pero en realizad lo que de extraordinario al mundo occidental, el espectáculo de tantas ruinas, por culpa del imperialismo, por la experiencia de sentimiento inmortales, por la aspiración infinita al mundo de las ideas eternas, por ese dolor que es como una sed inextinguible, como un hambre insaciable, dolor que ningún sonido puede expresar, que en ninguna frase puede compendiarse, que es algo extraño, como los misterios de la muerte, como el magnetismo de la inspiración, como la electricidad del sentimiento.

Junto a cada pensador nuevo, hay una asociación que se declara infalible. Junto a cada reformador, hay la eterna copa de cicuta. Parece que no pueden caer las semillas del bien sobra la tierra, si no se rompe el vaso que las contiene. Cada preocupación vieja se siente herida por la idea nueva, y la muerde. Cada privilegio persigue y calumnia a cada derecho que le contradice. La sociedad es movimiento. Pero los que vienen a moverla, caen siempre aplastados bajo su inmensa rueda. La sociedad es renovación. Pero los que vienen a renovarla, mueren perseguidos por los viejos errores. No podéis aspirar a la bendición de los de los venideros sino teniendo la maldición de los contemporáneos. Los animales feroces no se van sino después de una peligrosísima caza. ¡Cuántos genios caen, cuántos se malogran, cuántos mueren y desaparecen como sombras en estas largas correrías necesarias para limpiar la tierra de monstruos!

Infierno del Dante en la vida, algunos de aquellos tizones pegado a las carnes. Nuestro dolor nace de la desproporción del ideal que llevamos en el alma con las fuerzas y el tiempo que tenemos para realizarlo. Se necesitaría una vida inmortal, como la vida de la humanidad, Se necesitaría un universo donde hay mundos. Y tenemos por vida un minuto. Y vamos como insectillos rudimentarios ocultos e pobre átomo de polvo. He aquí el secreto de nuestro dolor.

Indudablente los pueblos no saben que es imposible tener grandes cualidades sin tener también grandes defectos. No saben que toda virtud extraordinarias, que todo merito sobresaliente, nacen de un desequilibrio entre las facultades humanas. El talento sobrenatural es una enfermedad en una entraña. Indudablemente, el dolor de los dolores consiste en las desproporción que hay entren la idea de justicia, de belleza, de bien, y las realidades del mundo. El único medio de aliviar este dolor es trabajar por la modificación de la realidad, cincelar el mundo, como el escultor cincela una estatua, hasta aproximarlo a la idea, y vivir y morir en la seguridad de que esta obra de que esta obra no se interrumpirá, sino que será continuada por otras manos.

—La naturaleza, después de haber dotado a sus hijos predilectos con algunas de esas grades cualidades propias para alcanzar la gloria, les exige que la merezcan por su trabajo y por sus luchas. No conoce de las ideas sino las sombras, no siente de la historia sino las catástrofes. Prefirió la lucha, la tempestad del mar, la inclemencia de los elementos, el campo de batalla, los vapores de la sangre, los miasmas de la peste, el sacrificio por la humanidad.

¡La Lucha sigue!

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